Jam Session

Política, literatura, sociedad, música

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Lugar: León, Spain

En plena incertidumbre general, y de la particular mejor no hablamos, tratando de no perder la sonrisa...

10 marzo 2008

España es un país grande como pocos. Lo habrán notado últimamente. En apenas dos días, sólo dos, hemos dado muestras al resto del mundo de la exquisita facilidad con la que combinamos la razón y el corazón. De un modo notable, sin duda. Pues aun poniéndonos meticulosos, y ya saben que los del PP somos muy señoritos, encontrar un solo país en el que sus políticas consigan orgasmos es una tarea de una complejidad mayúscula. También lo es: encontrar un país en que sus ministros falseen su currículum y el hecho pase, prácticamente, desapercibido. Spain is different.

En el cúmulo de casualidades que se han dado estos días, destaca que los sindicatos hayan elegido Madrid y Valencia como focos de huelga de determinados servicios como la recogida de basuras. Los habrá mal pensados, no digo que no; aunque evidentemente, todo es producto de la casualidad. Absolutamente todo. Incluso el hecho de que este año el pabellón español en Eurovisión vaya a estar mejor representado que nunca. Es el resultado de la llegada de la democracia al mundo de la música. El ciudadano tiene el poder a golpe de móvil; descargando sms a discreción. Conductas febriles que gustan a rebaños, pastores y compañías de telefonía; con lo que todos contentos, no es para menos.

Por otra parte, tenemos la figura del terrorismo; siempre tan oportuna. Y el aparente no uso partidista de los hechos, que no quitó para que el beneficio redundase en una sola dirección; como tantas otras veces. Se trata del silencio escandaloso: un oximorón, sólo en el ámbito poético. Nunca ha sido bueno dotar a la jornada de reflexión de estímulos añadidos. Tenemos ejemplos. Y tenemos consecuencias.

En fin. Hechos y pechos. Más juego para el debate político que el hombre que acaba de ser reelegido, seguramente, no lo dé nadie en ninguna otra parte. Jamás. Por cierto, me encantaría ver el careto que se les ha quedado a nuestros egregios cantantes tras la contundencia arrasadora de Chikilicuatre. El problema, sin duda, es de la organización. A los españoles no nos gusta que nuestros representantes hagan el ridículo fuera de nuestras fronteras. Otra cosa no, pero eso tampoco.