Jam Session

Política, literatura, sociedad, música

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En plena incertidumbre general, y de la particular mejor no hablamos, tratando de no perder la sonrisa...

08 diciembre 2007

Cuadro similar al que cuelga de las paredes de mi habitación (aunque éste es más provocativo).


Es de mal gusto poner un caramelo delante de un niño y, quitárselo, sin darle a probar del mismo. La consecuencia inevitable es el llanto. El adulto, al cual se le supone haber superado la época del llanto, incluso la de los caramelos, no es inmune a lo percibido por sus sentidos, a menos que los tenga atrofiados por desuso o mala utilización. Decirle a una criatura que no toque algo o no entre en un sitio determinado, sin duda, es incitarla a que efectivamente lo toque o entre en el sitio prohibido. Lo mismo me pasó con mi padre. La decoración es cosa de mujeres, él y yo lo sabemos, pero no lo asumimos. Sobre gustos no hay nada escrito, that is the question! Ni sobre caramelos, claro. Cuando a un servidor le prometen uno, lo quiere; en su defecto vendrá el llanto. Puede, que cambiar un cuadro por otro en una habitación no sea para tanto, pero lo prometido es deuda. La promesa suena en los oídos como melifluos cantos de sirena, embriagadores, lascivos…la promesa de un desnudo. Un desnudo colgado de las paredes de mi cuarto. Para mí sólo. Un desnudo femenino, claro. Las cosas buenas de la vida se hacen esperar, de rogar, pero al final llegan, y son bien recibidas. No podía ser de otra forma. El problema, siempre radica en el ínterin. La imaginación es desbordante y puede desbocarse a parajes inhóspitos. Uno imagina en la espera mientras desespera, casi siempre de forma alejada de la realidad. El desnudo prometido llegó y se colgó, sin apenas ruido. Fui a verlo; subí las escaleras gozoso, curioso, goloso. Con la consiguiente e inevitable babilla sobresaliendo de la comisura de los labios. Allí estaba él. Mas espalda que culo, propiamente. No sé si decepción es la palabra. Hablar de desnudos hoy día es cosa delicada.