Jam Session

Política, literatura, sociedad, música

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En plena incertidumbre general, y de la particular mejor no hablamos, tratando de no perder la sonrisa...

05 enero 2008

De columnistas, experimentos con alcohol y esas braguitas.

Llevamos una temporada un poco tensos con el tema de las elecciones, y eso que todavía queda. Cierto es que la temperatura está subiendo como la testosterona adolescente en primavera, cuando nuestros jóvenes avizoran las primeras glándulas mamarias entre modelitos de catálogo de andar por casa en el sexo opuesto pero, no quiero pararme a pensar ni por un momento, hasta donde subirá el termómetro demoscópico político cuando principiemos los meses de seria reflexión que todo ciudadano debería tener antes de realizar su acto de fe electoral. Por eso, entre las columnas de nuestros exquisitos analistas políticos, no sólo llama la atención encontrarse con algo diferente, sino que debería otorgarse al autor de la misma una mitra diferencial que le discierna cualitativamente de los de su grey, como si de un valenciano que se muestra renuente a ensalzar la paella se tratara.

El afortunado del conjunto de grafemas que dan como resultado el encomio del anterior párrafo, inusitado en esta plaza salvo para grandes maestros de la pluma, es David Torres. El osado, blasfemo, descarado y, sin embargo, elocuente plumilla del que me congratulo honestamente, nos habla de un estudio de alto standing de la Universidad de Penn Sate sobre las conductas sexuales de las moscas de la fruta. Al parecer este grupo de científicos, igualmente osado entre la cantidad de cosas que hay que investigar, tras emborrachar a los dípteros descubrieron que los machos elegían como compañeros sexuales a especímenes de su mismo género, o sea, a moscos. El estudio no especifica si las moscas/os la agarraron a anís del mono –lo cual sería una especie de cruce peligroso entre especies, y esto no es una redundancia- o a chupitos de tequila u orujo, pero es para preocuparse. Es demasiado tentador, como hace el propio columnista, equiparar la especie humana con la de las moscas, de la que, al parecer, sólo nos diferencia tener el doble de genes.

Puestos a conjeturar sin cinturón de seguridad, quizá Darwin se equivocó de especie, quizá el eslabón perdido sea una de estas moscas cojoneras, quizá, el humano, eterno imitador del entorno natural que lo rodea, per saecula saeculorum, ha tenido desde siempre como modelo a seguir a estos seres alados…

Aunque a mí algo no me cuadra, ¿no os parece un poco extraño que ese insecto inofensivo y extremadamente pelma en época de lamparones bajo el sobaco, sea dipsómano, ninfómano y gay? Si es que más no cabe. Y todo por unas copitas…

Como veis, el artículo es rupturista, transgresor y, para mí, oportuno; espero que sea el comienzo de una nueva temática a tratar por nuestros ínclitos especialistas. Ya la semana pasada, Arcadi Espada, quiso salirse del molde acostumbrado dándonos una versión espontánea y sugerente sobre las braguitas de la novia de Nicolas Sarkozy, sus palabras sobraban; bastaba cambiar su artículo por una instantánea de las mencionadas bragas, las palabras fluían solas –y otras cosas que omito por decoro-, pero al final le pudo el oficio. Hay personas de principios tan férreos y consolidados que no respetan ni unas bragas bien puestas, en fin.

El artículo, sin duda, obró en mí como una bocanada de aire fresco después de echar el polvo de mi vida –el cual, como deducirán mis lectores/as más asiduos, aún no he echado, huelga decir que lo habría contado con pelos y señales (los míos y los de ella)-. Todavía hay espacio para el milagro; no todo está perdido. Llegará el día en que el sexo ocupe portadas, y ese día, ahí estaré temprano aguardando la prensa.
Arcadi Espada:"...esa vieja aspiración femenina que consiste en enseñar las bragas con decencia".