La vida es un cúmulo de misterios. Algunos nos son desvelados con el tiempo; otros, en cambio, se vuelven más turbios en el mismo transcurso. Las mujeres, forman parte de ese complejo misterioso, abstruso, sofisticado. Ni el pasar de los años, ni el de la vida misma, otorgan claridad al respecto. Si acaso todo lo contrario. Esto es fuente de desasosiego, sin duda. Supongo, que llegar a entenderlas debe ser algo mágico, místico, casi divino. Sobre todo para el hombre, tan sufrido en el entendimiento del devaneo femenino. Ahora bien, lo más frustrante de todo es su unilateralidad; ustedes ¿han visto alguna vez a una mujer decir que no entiende a los hombres? La respuesta es no. Sólo se quejan de nosotros, que es muy distinto, y con frecuencia, por cierto.
Dicen que el roce hace el cariño, pero éste, no lleva consigo el entendimiento. Todo lo contrario, cuanto más se acerca uno a ellas, más grande es la montaña a escalar, más profunda es la noche, más densa es la niebla. Verdadera lucha contra los elementos. Como un paisaje maravilloso contemplado desde la lejanía que se torna peligroso cuando se camina sobre el. Es una desgracia sentirse atraído por lo desconocido, por lo dificultoso, por todo aquello que no viene dado…pues es sabido que todo esto tiene un coste; un coste que, muchas veces, uno no se puede permitir, y aun así paga.
El hombre, ese inerme aventurero de sendas abruptas, escabrosas e inexplorables que deambula perdido, sin rumbo, sin orientación; peor aún: sin puerto. Tóquela otra vez Sam, se lo ruego:
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