Lo más triste, penoso, lastimoso y conmiserativo para todo entrevistador que se precie, independientemente de la tendencia ideológica con la que se sienta identificado, es que al terminar la entrevista, el entrevistado, se despida con sus posaderas húmedas, pegajosas, casi irritadas. Cuando se llega a una edad, los lametazos en ciertas partes intimidan; pero lo que realmente perturba, más aún, es el hecho de que además se televisen.
El periodismo: esa ciencia, en ocasiones, tan obscena. Desde luego, no seré yo quien aplauda.
El periodismo: esa ciencia, en ocasiones, tan obscena. Desde luego, no seré yo quien aplauda.
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