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Política, literatura, sociedad, música

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En plena incertidumbre general, y de la particular mejor no hablamos, tratando de no perder la sonrisa...

30 octubre 2007

El malo, el valiente y el gallego.

Perplejo, sorprendido, cariacontecido e indignado, me he quedado estos días con la noticia del trastornado que agredió el otro día a la niña ecuatoriana en el metro de Barcelona. La conducta, ni que decir tiene, es del todo reprobable desde el punto de vista moral, humano, social y, cómo no, jurídico. Es una vergüenza que pasen casos como éste en los tiempos que corren, pero es evidente que no es un hecho aislado, solitario o excepcional. Es muy probable, que esa conducta se repita muchas veces en distintos lugares de España –en el mundo, desgraciadamente, todavía pasan cosas peores- todos los días. La cuestión de fondo, al menos a mí así me lo parece, no creo que sea “sólo” la "xenofobia grupal” –aunque estemos tratando un hecho individual-. De ser así, esa conducta se vería en exclusiva en grandes ciudades y con determinados colectivos, y, pienso, que podría paliarse metiendo mano debidamente a la enseñanza –al menos, de cara a las generaciones futuras-. Sin embargo, no es el caso, la agresión del disminuido social no es un hecho insólito o extraordinario. Conductas análogas se pueden observar en cualquier ciudad independientemente del nivel de vandalismo, salvajismo o incivismo que, a priori, nos empeñemos en atribuirle a un determinado paraje, con lo que no hay otro remedio que reconocer que, bien sea a través de la cultura de barrio, de instituto o videoconsola o, bien sea a través de los distorsionados valores inculcados en el seno de las familias a sus vástagos, se está incubando una conducta radical, violenta y salvaje, totalmente permitida por la sociedad en comisión por omisión, en nuestros jóvenes.

El objeto de lo expuesto en el párrafo anterior, daría para varios tomos de sociología tan esbeltos como la cinturita de Florinda Chico, pero no va a ser el tema en esta plaza. A mí, lo que me ha llamado la atención, es cómo se ha soliviantado el altamente cualificado personal de la prensa española por el hecho de que el testigo directo de la agresión, que también era extranjero, no moviese ni un solo músculo para defender a la chica. ¿Qué es lo que querían? De haber intervenido, ¿lo hubiera evitado?, no, ahora mismo estaríamos hablando de una agresión a ambos, y eso, si sólo se quedaba ahí el asunto y no tenía mayores consecuencias.

Pero a lo que voy, no es a defender el pusilánime comportamiento del muchacho sudamericano, -pues podía haber tratado de buscar ayuda, llamar a la policía, a los servicios de seguridad..-, sino a recriminar la ligereza de pensamiento con que algunos periodistas hablan del tema.

Me da la impresión, de que alguno de ellos hace mucho tiempo que no se patea las calles, y, solo tiene conocimiento de lo que en ellas acaece, a través de los periódicos o los servicios informativos televisados. ¿Cómo es posible que un periodista de la talla de José María Calleja se atreva a proferir en público que él sí habría intervenido? Lo hizo el pasado miércoles en 59”. Sinceramente, le creía más curtido en la vida y en la calle. Vale, ha estado amenazado por ETA –desconozco si lo está en la actualidad- pero eso no le da derecho a opinar de este tema de manera frívola, fatua e insensata. Lo más razonable para cualquier ciudadano con sentido común en un caso similar, era no inmiscuirse, y tratar, como dije, de buscar ayuda de otro modo. El enfrentamiento directo, sólo habría empeorado las cosas. Por ello, paréceme ridículo defender una postura heroica de cara al público –discúlpenme los atrevidos-. Menos mal, que en la mesa de debate estaba el sensato, además de gallego, Fernando Ónega, el poeta hecho cronista, que enseguida defendió la postura de los cobardes y abogó por una más que razonable puesta de pies en polvorosa y, una vez hecho esto, o sea, poner el pellejo propio a buen recaudo, tratar de ayudarle desde la distancia. “¡Plantarle cara a ese chulo!, conmigo que no cuenten” –sentenció Don Fernando, con el rostro encendido y colorado como la bemba de Sarita Montiel-.

Remache: De valientes está lleno el cementerio -dicen en los pueblos más socorridos de España-, sí, pero, el cobarde muere muchas veces antes de morir, y, no sólo en la guerra. La vida tiene muchas batallas. No todas se ganan de la misma manera. Opino.

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Toda la razon del mundo.
Yo y la mayoria de valientes de este mundo habriamos echo lo que hizo ese pobre hombre, mirar hacia otro lado, buscar ayuda por otro lado.
Aunque este mal decirlo. Y me averguenze de ello. Porque me encantaria poder ayudar, pero no sabes con lo que te puedes encontrar o lo que te pueden sacar (navajas...)

martes, 30 octubre, 2007  
Blogger Javi said...

Eso es David, ahi es donde yo quería llegar. Es muy fácil hablar desde el ordenador, desde casa, desde un programa de la tele...pero claro,las cosas cambian en la realidad, cuando llega el momento. Por eso en vez de ir de valiente y soluciona problemas por la vida, lo mismo debían adoptar una postura constructiva -no como lo que han hecho: hacerle entrevistas por 300 euros, por un paquete de tabaco..fair play, ya sabes- como presionar a las administraciones para que incrementen la seguridad -que cuando quieren bien que presionan...en fin.
Un saludo David, ahora que eres bloguero, puede salir tu nombre en azul, poniendo tu cuenta y al pinchar encima, cuando comentes, ya se redirecciona a tu página.

martes, 30 octubre, 2007  

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