Jam Session

Política, literatura, sociedad, música

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En plena incertidumbre general, y de la particular mejor no hablamos, tratando de no perder la sonrisa...

08 enero 2008

Ciertamente, la vida está llena de cosas placenteras. De algunas damos cuenta a la hora de la comida: las olemos, vemos, cogemos, desplazamos, levantamos e introducimos en el interior de nuestra boca donde las mordemos, sentimos, masticamos y deglutimos. El acto de comer es arte en sí; arte interior, claro. Como en los tiempos que corren hay analistas de todo, podemos respirar tranquilos –yo lo hago con frecuencia-. Todo lo que percibimos con nuestros sentidos, ya ha sido previamente estudiado por un eximio equipo de profesionales bien remunerados y mejor vistos. Verdaderos especialistas en ver lo que todos tenemos delante. Avezados chamanes del consumismo televisivo. Arúspices que averiguan los abstrusos gustos de la conspicua audiencia y colman las aspiraciones de los productores.

Es por todo ello, por que uno se lleva sorpresa, sobresalto e inquietud en su sosegada existencia cuando contempla determinados programas. He aquí este hermoso verbo, creado, sólo y exclusivamente, para los paisajes, las almas y el sorteo de la Lotería. Hay sensaciones cuya interacción es poco deseable, poco saludable y poco vistosa; todas ellas, se dan en un programa cuyos índices de audiencia desconozco, y que prefiero no averiguar –por si acaso, que dicen los enamorados-.

Su nombre, aunque es poco decoroso decir el pecado y el pecador, es El hormiguero; el presentador, con un ingenio fino y seguro pero sin alas, tenía toda la pinta de haberse leído todos los libros de Boris Izaguirre, nuestro ilustre maricón –no injurio, constato-. El título evoca –ligeramente, eso sí- a los míticos documentales de La Dos. Pero en vez de presentarnos a una boa que se traga un elefante –esto no sé si sale en un documental o en un libro Exuperante- nos presenta a un hombre con unas habilidades peculiares.

Antaño, en el televisor salían virtuosos del piano, extraordinarios magos e hilarantes humoristas; hogaño, se presentan como admirables las tremebundas capacidades de un sujeto híbrido de un faquir y Arnold Schwarzenegger. Su numerito, consistía en tragarse peces vivos y regurgitarlos poco después en una pecera –vivos, eso sí-. La sensibilidad del programa, como habrán observado, conmovedora. Me pregunto si lo habrá visto Zapatero. No sé que podemos esperar de un hombre que lee El País y escucha La Ser ¡todos los días! –matizó para dejar clara su total entrega por la cultura-. Ahora bien, de lo que estoy seguro es de que Rajoy no lo vio; Mariano, sólo lee El Marca, como yo.