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En plena incertidumbre general, y de la particular mejor no hablamos, tratando de no perder la sonrisa...

19 febrero 2008

Lucio Anneo Séneca.

Yo no hago del sabio un hombre aparte, diferente de los otros; no lo considero libre de dolor, como una roca insensible. No pierdo de vista que está compuesto de dos sustancias; una irrazonable que siente las mordeduras, las quemaduras, el dolor; otra razonable que nada puede quebrantar en sus opiniones, apurar ni vencer. En esta última es en la que reside el soberano bien: tan incierta y vacilante como es el alma incompleta, es inmóvil y fija cuando se goza de ella en toda su plenitud.

Los verdaderos bienes son los que la razón procura: son más sólidos y duraderos; no pueden ni perecer, ni decrecer, ni amenguarse. Los otros no son más que bienes de convención: no tienen de común con los bienes más que el nombre; su esencia es muy distinta. Llámeseles, pues, ventajas; o en el lenguaje de nuestra escuela preliminares; pero sepamos que son sirvientes nuestros, y no partes de nuestra naturaleza; que son nuestros, pero que están por fuera de nosotros. Por mucha entrada que les demos, no los consideremos jamás sino como posesiones viles y subalternas, que no valen para poner en ellos ninguna vanidad.

Compara los semblantes de los pobres con los de los ricos. El pobre ríe más a menudo y más francamente; si tiene algún cuidado, pasa como una nube. Pero aquellos que son considerados los seres más felices, tienen por risa una mueca; su alegría es simulada, porque la tristeza los devora; y es su mal tanto más grave, porque no deben manifestar su pena; han de mostrarse contentos entre las preocupaciones que arrugan sus frentes y las pesadumbres que oprimen sus corazones. Su felicidad es un disfraz; arrancadles la careta y os inspirarán desprecio o lástima.

Entre muchas magníficas sentencias de nuestro Demetrio, hay ésta, que es en mí fresca, porque aún resuena en mis oídos. "Para mí, decía, ninguno me parece más infeliz que aquel a quien jamás sucedió cosa adversa"; porque a éste tal nunca se le permitió hacer experiencia de sí, habiéndole sucedido todas las cosas conforme a su deseo, y muchas aún antes de desearlas. Mal concepto hicieron los dioses de éste; tuviéronle por indigno de que alguna vez pudiese vencer a la fortuna.


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