Ayer, tras mi cita con el preparador, y viendo que por fin había escampado, dirigí mis pasos hacía la sala de conferencias del consistorio de mi patria chica. El motivo, y principal reclamo de todos los asistentes, era un ciclo de conferencias sobre la represión franquista. Tema, sin duda, apasionante donde los haya. Antes de entrar en la sala leí un pequeño cartelito en la entrada que avisaba del aforo limitado en la Sala; aviso al que, como comprenderán, no di importancia, dado que los temas culturales no suelen acaparar interés alguno por estos pagos. Claro que, tremenda ingenuidad la mía: temas culturales. Eso pensaba yo. Asistí a la conferencia en calidad de oyente con inquietudes intelectuales, no políticas. No sabía lo que me esperaba.
La conferencia fue mala. No pongo en tela de juicio la investigación exhaustiva del conferenciante J. José Pérez Alonso, pero no fue lo esperado; al menos por mí, claro. El título de la disertación decía: “represión franquista de la masonería en el norte”. Asistí a la misma esperanzado como ese chiquillo que, por vez primera, va a depositar su manita sobre un busto femenino. Mis anhelos crecieron cuando el ponente comenzó citando a Francisco Umbral. Un hombre leído, me dije. Seguro que ustedes piensan que ser ponente en una conferencia conlleva necesariamente esta característica, y más, si el señor es profesor. Pues se equivocan. A cuantas más conferencias asisto, más me convenzo de lo solito que estoy en la vida.
La conferencia careció prácticamente de hechos y, sobre todo, de explicaciones. Fue una retahíla de nombres y fechas en que masones leoneses y del norte fueron fusilados. No se explicó la razón por la cual se procedió a su ejecución. No sé al resto de la concurrencia, pero a mí me interesaban más las razones que los nombres. Detrás de todo hecho siempre hay alguna explicación; omitir ésta en esta ocasión fue dejar vacío de contenido, a mí entender, el fondo de la conferencia.
En teoría, los masones son asociaciones con fines filantrópicos, intelectuales, preocupadas por el progreso de la sociedad de la que son partícipes y tienen en común la creencia en un ser supremo: GADU (Gran Arquitecto del Universo); su jerarquía interna se divide de igual modo a como en la Edad Media lo hacían los gremios, siendo su base la de aprendiz y su cúspide la de maestre o maestro. Para ingresar en una logia masónica se realizaba una ceremonia iniciática y se procedía, a medida que el miembro fuese ascendiendo en el escalafón, a revelarle unos conocimientos determinados.
En el libro de César Vidal sobre los masones, que en su día devoré, se explica pormenorizadamente la influencia de los masones en el devenir del país por medio de acciones de índole político. Ni qué decir tiene que este autor en la tarde de ayer fue menospreciado. Entiendo que por no ser de ideología socialdemócrata. César Vidal es licenciado en derecho y doctor en historia, filosofía y teología; a mi parecer, mofarse del peso argumentativo de un hombre con este currículum es síntoma inequívoco de la falta de vergüenza con la que muchos de nuestros intelectuales pasean su propia ignorancia. Y no hay más. Claro, la concurrencia rió las gracias a la derecha y sus intelectuales con auténtico fervor. Me hallaba en un hervidero de rojos.
Menos mal que por alguna razón, oscura y abstrusa, me quedé al turno de preguntas y réplicas. Aquí el autor si se explayó algo más y dio a entender que no tocaba, al menos no del todo, de oído. En mi opinión estuvo mejor el momento postconferencial que la propia deposición en sí. Una señora que se hallaba a mi izquierda, casi todo el público eran señores y señoras de edad, y casi todos estaban situados a mi izquierda, se dirigió al deponente y le dijo que era nieta de un hombre al que habían fusilado por masón y que en la conferencia, ni corta ni perezosa, se había afirmado que se había salvado del fusilamiento al delatar a sus compañeros; en fin. Ir de listo y mofarse de ciertos intelectuales para que lo terminase corrigiendo posteriormente el propio público es motivo, al menos, para que le hubieran subido los colores a la cara. Cosa que no sucedió, claro: lo tomó como una anécdota e incluso se rio por las cosas que tiene esta vida. Eso sí, tomó nota para no meter la gamba en ponencias ulteriores. Si el susodicho llega a ser mi abuelo, lo pongo de zoquete para arriba.
En la primera fila, además, se hallaba otro profesor. Calvo, para más señas. Y que al parecer había dado otra conferencia en días anteriores. Otro relisto, me dije. Efectivamente, después de felicitar al señor ponente por su sarta de datos vacuos, se puso con codicia a echarse flores; supongo que para dejar constancia ante tan selecto público de lo mucho que sabía. Luego vi cómo se paseaba con aires de intelectual por la sala, lo que en una ciudad como León es casi una osadía; e incluso al pasar por mi lado se quedó mirándome con autosuficiencia, momentos breves pero de una profundidad inefable, como diciendo: jovenzuelo, cuanto tienes que aprender; yo le sostuve la mirada y me quedé pensando: calvito, mañana te voy a poner a caldo en el blog, y a ver si leemos más antes de salir de casa que nunca se sabe quien te puede escuchar.
Otro momento emotivo, aunque a mi casi me dieron nauseas, fue cuando hablaron del famoso capitán Lozano, que no es el prota de las novelas de Reverte sino el abuelo de ZP. La gente se emocionó, claro. Una señora de aspecto risueño y morigerado dijo que lo había conocido personalmente, ante la admiración de la concurrencia. Pienso, algo jocosamente, que si la llegan a dar alas incluso les hubiera dicho que un día se había despertado en su cama. Pero qué malo soy.
La conferencia fue mala. No pongo en tela de juicio la investigación exhaustiva del conferenciante J. José Pérez Alonso, pero no fue lo esperado; al menos por mí, claro. El título de la disertación decía: “represión franquista de la masonería en el norte”. Asistí a la misma esperanzado como ese chiquillo que, por vez primera, va a depositar su manita sobre un busto femenino. Mis anhelos crecieron cuando el ponente comenzó citando a Francisco Umbral. Un hombre leído, me dije. Seguro que ustedes piensan que ser ponente en una conferencia conlleva necesariamente esta característica, y más, si el señor es profesor. Pues se equivocan. A cuantas más conferencias asisto, más me convenzo de lo solito que estoy en la vida.
La conferencia careció prácticamente de hechos y, sobre todo, de explicaciones. Fue una retahíla de nombres y fechas en que masones leoneses y del norte fueron fusilados. No se explicó la razón por la cual se procedió a su ejecución. No sé al resto de la concurrencia, pero a mí me interesaban más las razones que los nombres. Detrás de todo hecho siempre hay alguna explicación; omitir ésta en esta ocasión fue dejar vacío de contenido, a mí entender, el fondo de la conferencia.
En teoría, los masones son asociaciones con fines filantrópicos, intelectuales, preocupadas por el progreso de la sociedad de la que son partícipes y tienen en común la creencia en un ser supremo: GADU (Gran Arquitecto del Universo); su jerarquía interna se divide de igual modo a como en la Edad Media lo hacían los gremios, siendo su base la de aprendiz y su cúspide la de maestre o maestro. Para ingresar en una logia masónica se realizaba una ceremonia iniciática y se procedía, a medida que el miembro fuese ascendiendo en el escalafón, a revelarle unos conocimientos determinados.
En el libro de César Vidal sobre los masones, que en su día devoré, se explica pormenorizadamente la influencia de los masones en el devenir del país por medio de acciones de índole político. Ni qué decir tiene que este autor en la tarde de ayer fue menospreciado. Entiendo que por no ser de ideología socialdemócrata. César Vidal es licenciado en derecho y doctor en historia, filosofía y teología; a mi parecer, mofarse del peso argumentativo de un hombre con este currículum es síntoma inequívoco de la falta de vergüenza con la que muchos de nuestros intelectuales pasean su propia ignorancia. Y no hay más. Claro, la concurrencia rió las gracias a la derecha y sus intelectuales con auténtico fervor. Me hallaba en un hervidero de rojos.
Menos mal que por alguna razón, oscura y abstrusa, me quedé al turno de preguntas y réplicas. Aquí el autor si se explayó algo más y dio a entender que no tocaba, al menos no del todo, de oído. En mi opinión estuvo mejor el momento postconferencial que la propia deposición en sí. Una señora que se hallaba a mi izquierda, casi todo el público eran señores y señoras de edad, y casi todos estaban situados a mi izquierda, se dirigió al deponente y le dijo que era nieta de un hombre al que habían fusilado por masón y que en la conferencia, ni corta ni perezosa, se había afirmado que se había salvado del fusilamiento al delatar a sus compañeros; en fin. Ir de listo y mofarse de ciertos intelectuales para que lo terminase corrigiendo posteriormente el propio público es motivo, al menos, para que le hubieran subido los colores a la cara. Cosa que no sucedió, claro: lo tomó como una anécdota e incluso se rio por las cosas que tiene esta vida. Eso sí, tomó nota para no meter la gamba en ponencias ulteriores. Si el susodicho llega a ser mi abuelo, lo pongo de zoquete para arriba.
En la primera fila, además, se hallaba otro profesor. Calvo, para más señas. Y que al parecer había dado otra conferencia en días anteriores. Otro relisto, me dije. Efectivamente, después de felicitar al señor ponente por su sarta de datos vacuos, se puso con codicia a echarse flores; supongo que para dejar constancia ante tan selecto público de lo mucho que sabía. Luego vi cómo se paseaba con aires de intelectual por la sala, lo que en una ciudad como León es casi una osadía; e incluso al pasar por mi lado se quedó mirándome con autosuficiencia, momentos breves pero de una profundidad inefable, como diciendo: jovenzuelo, cuanto tienes que aprender; yo le sostuve la mirada y me quedé pensando: calvito, mañana te voy a poner a caldo en el blog, y a ver si leemos más antes de salir de casa que nunca se sabe quien te puede escuchar.
Otro momento emotivo, aunque a mi casi me dieron nauseas, fue cuando hablaron del famoso capitán Lozano, que no es el prota de las novelas de Reverte sino el abuelo de ZP. La gente se emocionó, claro. Una señora de aspecto risueño y morigerado dijo que lo había conocido personalmente, ante la admiración de la concurrencia. Pienso, algo jocosamente, que si la llegan a dar alas incluso les hubiera dicho que un día se había despertado en su cama. Pero qué malo soy.
2 Comments:
Amigo Javi, tuviste mala suerte en ese ciclo, fuiste a ir a la peor. Ese día (por cierto que no nos vimos, justo delante del chaval que preguntó sobre puentecastro y su abuelo...), yo también fui ilusionado por el tema de la 2ª de las conferencias (en relación con la masonería), pero como a tí y a mí y supongo que a la mayoría de los asistentes, nos saturó de datos. No se puede dar una conferencia leida, en fin, el tío cobraría lo suyo y se quedaría tan pancho... Estoy seguro que le llevó muchísimo tiempo recopilar tanta información, pero hay que saber en qué lugares soltar tremenda información y en qué lugares informar sobre la masonería..., en fin. Tendrías que haber asistido a la conferencia anterior, de una profesora de la uni de Oviedo de historia (sobre la represión franquista en Asturias). Uno que ha ido a unas cuantas conferencias, prefiere a los jóvenes que preparan sus tesis doctorales, puesto que le ponen mucho más interés y dedicación. Los mayores están ya cansados (recuerdo una conferencia de García de Enterría, vaya tostón LEIDO que nos soltó su ilustrísimo catedrático).
El día que nos vimos en Ordoño, venía de otro ciclo de conferencias sobre la educación en la II República, (tema apasionante, aunque aquí íbamos cuatro pelagatos, muchos de ellos profesores míos del instituto Juan del Enzina), pero en honor a la verdad, los conferenciantes muy malos, a excepción del calvo que mentas, profesor de historia de la ULE, y a mi juicio brillante, experto en la guerra civil, sobre todo en León. He asistido a varias de ellas, y me asombra la ilusión y pasión que pone en sus charlas, al menos es de agradecer.
De lo que uno se acaba dando cuenta asistiendo a estos eventos (por lo menos en mí caso), es que poco sabemos de la guerra civil, apenas se estudia en 2º de LOGSE por ser de los ultimos temas del programa y como siempre nunca queda tiempo para explicarla (unicamente se estudia para Selectividad, casi siempre por fotocopias), y una vez acabada, solo queda el interés de unos pocos que tenemos que ser autodidactas en materia tan compleja.
Vaya chapa!
manofwhite, a partir de ahora seré shin chan (ya con identidad propia, el personaje no se merece menos).
Muy buenas Roberto, pues siento no haberte visto en la conferencia, me hubiese gustado escuchar tus opiniones in situ. Es normal que no nos viésemos, yo estaba atrás del todo y, por lo que me cuentas, tú te encontrabas a la vera del calvo (con tu permiso le llamaré así, dado que un calvo siempre es una referencia; sea dicho sin acritud, inquina o ánimo soliviantador). Coincido contigo, como digo en el post, en la copiosa cantidad de datos que soltó y en que para leer una lista no hacen falta esas alforjas. Después de escuchar a maestros de la conferencia como Sosa Wagner (que, personalmente, me encanta) uno se queda pasmado viendo a estos intelectualillos.
El tema, efectivamente, era apasionante. Yo he leído un ensayo que trata directamente el tema; y luego, otro par de ellos que los menciona “de pasada” (sin contar los esotéricos, que uno a estas alturas ya ha leído de todo: cuando habló del contubernio judeo masónico pensé que iba a hablar de los Protocolos de Sion; pero no se atrevió) y uno que se encamina para ahondar en la cuestión y enterarse de alguna curiosidad (bueno, al menos soltó alguna luego en el turno de preguntas: como que no admitían a miembros con ideas extremas en política; o que tenían vetada, precisamente, esa materia en sus charlas fraternales) pues se queda como con cara de tonto –más aún de lo acostumbrado, claro-.
Me hubiese gustado mucho ir a las de educación en la segunda república; no me enteré. No sabía que el calvito era profe de la ULE; hombre, se notaba que sabía Pero he escuchado, y leo sus libros y columnas, a una coleguilla suya upeelista: Margarita torres, Catedrática de Historia Medieval, y me ha dejado la misma sensación de duda sobre si reparten las cátedras en un tiro al mono en las ferias.
Al igual que tú, la guerra civil en el instituto sólo la toqué de pasada (si no recuerdo mal se despachó con 30 folios, e igual estoy exagerando). Después leí a Pio Moa, Julio César Iglesias y a Beevor –por recomendación de Roberto, el de mi clase- y, por supuesto, me encandilaron. Más apasionante aún que el medievo europeo, la historia francesa, italiana o alemana que son realmente preciosas.
Buenos días, Shin Chan :-); te agradezco el prolijo y buen comentario.
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