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Porque la vida puede ser maravillosa: encuentro en el blog del capitán Tsevanrabtan, un gran alivio para mi futuro familiar. Sin duda, una de las cuestiones que en mi fuero interno creía más embarazosa de afrontar cuando ineluctablemente llegase el momento: cómo explicar a los hijos el tema de la semillita de papa, que por las casualidades de la vida, fíjense ustedes, va a parar al semillero de mama:
Guardaré este vídeo como oro en paño. Vienen tiempos difíciles.
Guardaré este vídeo como oro en paño. Vienen tiempos difíciles.
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Ayer, buscando imágenes, que es una de mis perversiones favoritas, me encuentro con esta maravilla:

Los Caballeros del Zodiaco, indudablemente, marcaron una época en la gazmoña adolescencia española. Es verdad que en ocasiones eran bruscos, violentos o incluso sanguinarios, pero en cualquier caso, tenían un fondo plagado de valores loables como la amistad, la solidaridad o el compañerismo; sí, virtudes hermanas: tan alejadas de las que posteriormente tratarían de transmitir los Pokemon y la dudosa posibilidad real de entrenar a una piña que habla con extraordinarias habilidades luchadoras. En nuestra espléndida sociedad, además, acostumbrada a las aventuras de Espinete, el peinado púbico de Maiquel Naig (ha habido dolo, no me señalen) o la abrumadora conducta de Chicho Terremoto y su affaire con las impolutas y blancas bragas de Rosita, la difusión de estos dibujos tuvieron como resultado la inevitable formación de jóvenes tan frescos, tan sanos y tan inverecundos como el que ahora mismo les escribe. Lo cual es ciertamente fabuloso, no me digan. Los caballeros de oro, en particular, me encantaban; sobre todo su aura filosófica, digna, sabia, tan ejemplificante. Aquí tienen una imagen de los buenos, los auténticos:

Aunque la dignidad no tiene forma, ¿o si?
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