Hummm, encuentro en el siempre excelente blog de Juan Cruz, por sus palabras, por su forma, por su ser en general, este fragmento de relato de Gabriel García Márquez: El cuento es el de una viejecita que está dando vueltas por su pueblo y diciendo esa cantinela, "algo muy grave va a suceder en este pueblo". La gente se asusta, va tomando provisiones, se va a preparar para lo peor que suceda, y al final del día no queda nadie en el pueblo, todo el mundo ha huido menos la viejecita, que exclama, ya solitaria: "Ya decía yo que algo malo iba a pasar en este pueblo". Fantástico, ¿verdad? Cuantas veces buscamos los problemas mucho antes de que éstos nos encuentren. Creamos nuestro propio sufrimiento. Y luego sufrimos: nadie nos entiende.
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Las mujeres son seres parlanchines. Deliciosos, pero parlanchines. La compleja naturaleza de la mujer, minuciosa observadora de cuanto la rodea, provoca que ésta siempre utilice para contar casi cualquier cosa muchas más palabras de las que utilizaría un hombre. Esta situación, en ocasiones, provoca cierto agobio en el hombre. Una nada ligera sensación de ahogo. Como consecuencia fundamental, y directa, el hombre, o para ser más diplomático, su alma, se evade. Huye de su cuerpo. Y no atiende. Y no mira, o no mira como debe. Y, sobre todo, no escucha. La mujer, entonces, se siente desatendida. Minusvalorada. Despreciada. Y busca refugios imposibles. Inalcanzables para el hombre: ese ser intensamente preocupado de sí mismo. Es verdad, todas las mujeres son iguales. Iguales que los hombres.
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Día de todos los Santos. Me marcho al pueblo, a honrar a los que faltan. Aquéllos a los que nada ni nadie pueden ocupar, y no digamos ya reemplazar, su vacío. Aquéllos de quienes guardamos gratos recuerdos, valiosas enseñanzas; que son un espejo en el que mirarnos. Decía mi abuela paterna, a quien tengo especialmente presente desde su muerte, y que era una gran lectora, que en la vida fundamentalmente hay que tener presente dos cosas, con independencia de dónde nos lleven nuestros pasos, sin distinguir el trato que nos depara la vida, haciendo caso omiso de los logros alcanzados: trabajo y humildad. Trabajo y humildad. Trabajo y humildad. Repítanselo cuando logren algo, lo que sea. Y no se detengan. Funciona mejor de lo que parece.
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Hace unos días, que me sentía estupendamente, y ya saben lo efímero que es todo lo estupendo, me vino a la cabeza el título de una canción muy especial: Oh happy day. Sin pensármelo dos veces, y no haciendo caso de las entretenidísimas leyes que cubrían casi totalmente la mesa de mi escritorio, la busqué en Youtube, esa inagotable fuente de felicidad. Como resultado de esa búsqueda, volví a ver la espléndida escena que les cuelgo aquí abajo. Me emocioné. Y se me puso enhiesto el vello. Disfrútenlo:
Por cierto, y valiendo ésta como la del sábado, el domingo no habrá entrada. Salvo que en mi pueblo hayan tirado la bolera municipal, y en su lugar hayan puesto un cibercafé. Pero les advierto que sería cosa muy rara. Y dedicaría un post al asunto, claro. Buen fin de semana. Gracias por leerme. Vida rural: allá va Javi.
2 Comments:
Este es el autentico el que produjo y canto la canción por primera vez...todo un clásico....
http://es.youtube.com/watch?v=BD2D6eter7M
Qué bueno, Juli, gracias. Mañana lo colgaré para que lo disfrute el personal que se pase por aquí. Aunque a mi el de la peli también me gusta mucho. Tiene una voz fantástica, como ese otro chico francés que interpretaba a un muchacho en los chicos del coro.
Un saludo, no corras mucho mañana de camino a Madrid:-)
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