Jam Session

Política, literatura, sociedad, música

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En plena incertidumbre general, y de la particular mejor no hablamos, tratando de no perder la sonrisa...

31 octubre 2008

He estado echando un vistazo a las ya polémicas declaraciones de doña Sofía, en el libro de Pilar Urbano, La reina muy de cerca. Hombre, no es para tanto. A mí también me parece que a la unión civil entre dos homosexuales se le debería de haber llamado de otro modo. Y pienso que no habrían sufrido un menoscabo cualitativo por ello, ni la institución resultante, ni sus beneficiarios. Pero algo tenía que vender el PSOE en su día, en su eterno alegato contra la religión y sus partidarios. Más curioso me parece que la reina afirme que "se ha de enseñar religión en los colegios, al menos hasta cierta edad: los niños necesitan una explicación del origen del mundo y de la vida". Estas palabras, en cambio, sí son absolutamente extraordinarias. La reina es una mujer culta, seria, con una educación exquisita. No me explico cómo puede vivir engañada a estas alturas de su vida. Costilla, barro, seis días. La mitología bíblica es fantástica, no me digan. A pesar de que desde la razón, los fundamentos que aún se sostengan se cuenten con los dedos de la mano. No es descabellado afirmar que el Edicto de Milán fue una cuestión de esnobismo, de moda, de interés. En el fondo, el emperador Constantino, no era más que un progresista adelantado a su tiempo. Un hombre que veía con los ojos del pueblo. Una especie de Zapatero: sin ánimo de entrar en comparaciones, que tan poco gustan a quien malparado sale de ellas. Doña Sofía, debe de desconocer la manipulación dolosa a la que fueron sometidos los textos sagrados por los monjes copistas medievales. No es un tema nuevo, Umberto Eco sigue viviendo de ello. Más, hay que tener verdadera fe, para no llegar a la conclusión de que dado que en el pasado hubo un hueso de Santo en cada iglesia, necesariamente debieron de existir varios recambios de cada ejemplar. Pero los tiempos cambian. Lo natural ya no es atribuible a la mano de Dios. Y hoy día no es razonable afirmar que pueda haber un solo cristiano más preocupado por las palabras de Joseph Ratzinguer que por las que pueda proferir Jean Claude Trichet La iglesia también vive su particular crisis.