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“Kant decía que la paloma vuela gracias a que el aire le ofrece resistencia. En un mundo sin ese molesto viento que nos mete arenilla en los ojos, no podrían existir los aviones. Si nada se te opone, no eres nada. Nos construimos gracias a que algo se resiste a nuestra construcción. Y nuestra forma física e intelectual, la de cada uno de nosotros, es el resultado de ese enfrentamiento y de los millones de detalles, variantes y matices con los que tropezamos a lo largo de nuestra existencia” Félix de Azúa
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El Real Madrid, tras el Real ridículo de ayer por la noche, a estas horas, busca entrenador. Los mismos que encumbraron a un míster mediocre, fanfarrón y extraordinariamente pedigüeño ahora le están buscando sustituto. Incluso son ellos, dado que no hay atisbo de noticias al respecto en el club, los que están poniéndole un ultimátum. No conviene estar a mal con la prensa política o deportiva en los tiempos que corren: cualquiera les tose.
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Acabo de llegar de dar una vuelta. Lo necesitaba. Pues no sólo de leyes vive el hombre, aunque, muchas veces, sí gracias a ellas. En el paseo bajo un cielo cenizo, un aire ciertamente frío y una amenaza no sofocada de que a los ángeles les diese por miccionar a todos a la vez pillándome tal fenómeno escatológico a mí debajo, he echado terriblemente de menos a la mujer leonsea, tan típica, como ustedes comprenderán, en mi querida tierra. Eso sí, a cambio de la tibia hermosura de las mujeres autóctonas, tengo que decir, y no me corto y lo digo, que vi a dos curas. Viejos, secos, muy tostados. Cuando pasaron a mi lado me quedé mirándolos, sin descaro y sin deferencia, como corresponde a un buen muchacho. Pensé que, para ellos, hubo tiempos bastante mejores, en los que la flor y nata de cada villa, plaza o mercado se les ofrecían cual rosa a jardinero. Ese tiempo voló, pasó, se esfumó. Ya no van delicadas flores al confesionario, y el paso del párroco tiene cierto halo luctuoso. Aunque, ¡quién me lo iba a decir!, ayer, precisamente, me contaron que en mi parroquia ya no está don Ambrosio. El cura que me bautizó, que me hizo la comunión, incluso les diría que me hizo hombre, si la frase no fuese tan, tan ambigua. En su lugar, menudo es el obispo, han puesto a un cura de 28 años. ¡28 años! Y guapo, según asegura mi tía. La iglesia, como la policía, no es tonta. El hilo y el ovillo. Se han creído que poniendo a un cura joven, guapo y apuesto, con el verbo fácil, de palabra suelta y metáfora atrevida van a llenar la iglesia de feligresas, frescas, santas y macizas, con lo que eso tira. No hay vergüenza. Esta gente no tiene perdón de Dios. Al final, si éste no lo remedia, me van a hacer volver a misa.
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Ah, se me olvidaba. Soy un maleducado. Buenas tardes, claro. Tómense un café a mi salud.
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