Jam Session

Política, literatura, sociedad, música

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En plena incertidumbre general, y de la particular mejor no hablamos, tratando de no perder la sonrisa...

15 diciembre 2007

Navidades estiradas.

Podemos respirar tranquilos, aliviados, despreocupados y satisfechos. Estamos en buenas manos. Creo que es la lectura más objetiva, justa e imparcial que se puede sacar de la gestión de nuestro gobierno. Y, créanme, lo digo sin retranca. Donde otros verían un sinfín de despropósitos, dislates, incapacidades e ineptitudes, ellos ven una nueva puerta que se abre, una luz en el lúgubre bosque, un clavo al que aferrarse aunque éste se halle incandescente y sea inasible, un motivo más, a sumar, para henchirse como pavos gordos y orgullosos…antes, claro está, de ser trinchados. Y no me malinterpreten la metáfora por Dios, estamos en navidad, o casi.

Si una persona cualquiera, afanada por informarse lo mejor posible de su entorno y circunstancias, al llegar a casa de trabajar, al volver de dejar en el colegio a los bastardillos –perdón, quise decir angelitos, Lapsus Linguae-, o, en fin, nuestra queridísima, y tradicional, familia española, degustando con fruición el opíparo banquete del que, al parecer, gozan en todos y cada uno de nuestros hogares a diario, les da por poner el televisor en esa sagrada hora: se encontrarán en los servicios informativos con un problema común. Y aquí, da lo mismo que veamos el presentado por el hermano de la señora esa que declaró que ella meaba en la ducha por las mañanas, en afinidad con el participante en el concurso que ella presenta, tan necesario para sobrevivir a la tertulia de sobremesa; que, el presentado por la guapa chica rubia, de tez pálida, rostro redondeado, encantadora sonrisa, cabello liso y sugerente cuello a la que, además, tan bien quedan las americanas beis. Huelga decir cual veo, el de Lorenzo Milá, por supuesto.

Pero hablábamos del problema que ha puesto en común acuerdo a noticiarios de las distintas cadenas. Algunos lo llaman economía doméstica –eufemismo utilizado en las colas de las carnicerías -; otros, pérdida de poder adquisitivo –eufemismo técnico, utilizado, mayormente, por políticos que en su día fueron a la universidad-; hay quien directamente dice “que no llega a fin de mes” –utilizado por los cabezas de familia a la hora de los chatos, o sea, cuando están poniendo en práctica su plan de ahorro-…pero el común denominador, a pesar de que non olet, es el parné.

Ahora bien: una cosa es que los sueldos sean irrisorios, que cada vez se compren menos cosas con el mismo dinero, que las familias pasen más hambre, que meterse en una hipoteca hoy día sea motivo suficiente para que le lleven a uno al psiquiátrico, que suba la ropa, que suba la gasolina, los cereales (la tonelada supera los 300 euros), el pienso (un 30 %), la carne (a principios de año, con los nuevos propósitos) de vaca, cerdo y conejo (un 10 % todas ellas), la leche, los huevos…; y, otra muy distinta, que la economía y, más aun, sus responsables directos –nuestro gobierno, para entendernos- tengan la culpa. A las subidas antecitadas debería añadirse el paro y el fracaso escolar, -éste sin incidencia directa, al menos a corto plazo, sobre la economía-, si acaso algún puntilloso.

Aunque sosiéguense, relajen esos músculos, péanse si les place y no molestan al que tienen al lado. Zp y sus edecanes han dado con la solución a todos esos problemas. Y no se crean que esta vez es una tontería. Josep Puxeu, Secretario General de Agricultura y Alimentación, ha dicho que compremos alimentos que no hayan subido de precio –yo ya le he dicho a mi madre que de mayor quiero ser ministro, no parece complicado- y no sólo eso, por si fuera poco, ha recomendado la carne de conejo por ser "sana, ligera, apetecible y barata". Así que, ya saben.

Epílogo: queridos ciudadanos; en estas fechas tan señaladas, cargadas de nostalgia por los que ya no están, reencuentros familiares y celebraciones a tutiplén. Les pedimos que hagan algo por y para ustedes: renuncien al marisco, al cordero y al turrón. Producen caries, hipertrigliceridemia –con el consiguiente riesgo cardiovascular- y un desahogo nada recomendable en sus, ya de por sí, depauperados bolsillos. Se lo pedimos con lágrimas en los ojos, si por nosotros fuese les cederíamos parte de nuestro merecido e insuficiente sueldo. Brinden a fin de año con champagne sin alcohol, porque si no, la DGT les recuerda que les podemos meter un sablazo para que se acuerden de nosotros todo el año. No fumen. No lleguen tarde a casa. No cuenten milongas sobre los reyes magos a sus vástagos, hagan como nosotros, nunca mientan. Follen con moderación, en su defecto, con precaución. Y, por último, y sobre todo, coman conejo: Gobierno de España.