Lo leí con estupor en la prensa, y lo volví a leer en el blog de Arcadi Espada. Un caso más propio de los culebrones de Boris Izaguirre que de la realidad que nos rodea; o eso pensaba yo, claro. Esta preciosa mujer de 23 años, que en su día fue chica prodigio -con tan solo trece años ingresó en la universidad de Oxford para estudiar matemáticas-, es prostituta, manceba, concubina, puta. Es inevitable autoestrujarse el coco y pensar desoladamente, cómo es posible que a esta belleza, además tan inteligente, le haya dado por el oficio más viejo, y quizá vilipendiado, del mundo. En la actualidad combina un máster en economía con su, al fin y al cabo, lascivo oficio. Y no sólo eso: “disfruta de su trabajo, se siente más segura que nunca con su cuerpo y ha tenido el mejor sexo de su vida”. No sé si es moralmente correcto pensar, o tal vez soñar, lo delicioso y motivador que habría sido para mí tener en su momento una profesora de matemáticas con estas características…intelectuales.
Hummm, el final de columna de Ignacio Camacho de hoy: “al final casi siempre ocurre así: el guapo y rico se queda con la chica y se la lleva en el descapotable. Y la chica se aleja y hace un mohín de aliento: estuviste cerca, me hiciste dudar, pero la vida es así, compréndelo. Y lo malo es que casi siempre acabamos comprendiéndolo”. Magnífico. Pero qué otra cosa se podría esperar de un hombre que esculpe sus columnas por las tardes, en un fondo sobrio y elegante de música clásica, mientras cogita pegándole suaves caladas a su pipa. Sin duda, nos encontramos ante un nostálgico.
Hummm, el final de columna de Ignacio Camacho de hoy: “al final casi siempre ocurre así: el guapo y rico se queda con la chica y se la lleva en el descapotable. Y la chica se aleja y hace un mohín de aliento: estuviste cerca, me hiciste dudar, pero la vida es así, compréndelo. Y lo malo es que casi siempre acabamos comprendiéndolo”. Magnífico. Pero qué otra cosa se podría esperar de un hombre que esculpe sus columnas por las tardes, en un fondo sobrio y elegante de música clásica, mientras cogita pegándole suaves caladas a su pipa. Sin duda, nos encontramos ante un nostálgico.
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