Subrayados
De política comunicativa, o cómo morir por defecto de fábrica. Una mayoría holgada que no pudo ser, deja con cara de tonto al vendedor de pieles que no se encuentra en época de caza. La jactancia, la prepotencia, una seguridad impostada no son nunca ingredientes de una victoria segura, sino que suelen formar parte de ciertas derrotas previamente cocinadas al fuego lento de una desmesurada confianza. Corrupción, estafas múltiples, malversación, putas de lujo y marisco fresco a cuenta del contribuyente, siempre contento y sumiso, bosquejan un paisaje inquietante de insalubridad ciudadana, de política hedionda, de putrefacción medioambiental. El ciudadano andaluz no optó por la necesaria y saludable ventilación. Y, por lo tanto, no optó por la opción que además de correcta, también era la sensata: morirán asfixiados, pero entiendo que asaz agradecidos. En cambio, se consolida el cortijo como todo un bastión: ese curioso placer de ser rojo en la España de los fachas, la caverna mediática, y la derechona rancia, retrógrada y reaccionaria. No vayan, claro, a quitarles la paga, y hasta la sombra de sus venerados olivos. Lástima que, en esta ocasión, ni siquiera quepa afirmar ese injusto e insolidario con su pan se lo coman.
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El liberal confía en la fuerza, la madurez y la habilidad de los individuos para forjarse un camino en este valle de lágrimas. El socialdemócrata, por el contrario, siempre culpará al mundo, a las circunstancias, e incluso a la mala suerte del sino de sus muchachos. Un sistema alumbrará políticas paternalistas, intervencionistas, de expansión de la cosa pública que, implícitamente, dejarán constancia de una abrumadora desconfianza en las posibilidades reales del ser humano. El otro sistema, por esa necesidad de opuestos para la propia subsistencia, producirá un elenco de normas que establecerá un modo de entender la vida sin cortapisas, y dejará al albur de la ambición de las personas, y de su capacidad para medrar en la vida, el progreso de sus sociedades. Libertad frente a seguridad, lo privado frente a lo público, las bondades y virtudes del ser humano frente al homo homini lupus, inversión frente a contención y la eterna pugna entre los derechos de las minorías y los que a todos son comunes.
La filosofía, empero, no debería tener colores.
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