Jam Session

Política, literatura, sociedad, música

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Lugar: León, Spain

En plena incertidumbre general, y de la particular mejor no hablamos, tratando de no perder la sonrisa...

20 noviembre 2012

Rutina


Tarde fría, airosa, y con una incipiente amenaza de lluvia que no termina de concretarse. La gente coge sus paraguas por necesaria precaución; yo a modo de bastón, con una infinita nostalgia de épocas pasadas, y que sólo conozco por la literatura, el cine y mi ingenua imaginación. Saludo con una sonrisa, aunque hay quien no responde ni al saludo, ni a la sonrisa. La buena educación es un bien que cotiza al alza en nuestra querida sociedad, no me digan. La peluquera aún no ha abierto. Según el horario, y las buenas y cristianas costumbres, a las cinco ya debería estar esquilando testas: se acercan las seis y nadie sabe nada de ella. Pero no pasa nada. Me la encuentro al doblar la esquina dándole a la lengua con la quiosquera, amiga íntima con la que sale a comprobar la calidad y el estado del ganado leonés (con alevosía y nocturnidad, evidentemente). Me levanta la mano riendo y señala mis negros cabellos con sus lindos deditos recordándome que ya me queda poco. La estanquera y su marido, los bordes del barrio, en su línea. Para mí que de jóvenes no tuvieron muchos amigos. Qué lástima que su hija esté como un queso. En el parque ya no queda una sola hoja. Quiero decir, claro, encima de los árboles. Porque se han caído todas al suelo, apenas se distinguen los caminos, y los operarios de limpieza tienen la diligencia acostumbrada. Un gitanillo me pide fuego, le digo que no con el dedo y sigo adelante. Lo dejé atrás dando voces con una dicción y un vocabulario verdaderamente envidiables, todo indignado porque no lo había mirado a la cara, y afirmando que a él esas cosas no se le hacen. Poco después me repetirá la misma pregunta un nini de estos que salen en los programas de la tele tratando de hacer entrar en razón a los profesionales de la psicología. Parece que hoy era el día de los fumadores. Aunque me temo que defraudé bastantes expectativas, terminé bastante encendido. En el río hacía un frío del carajo. Pasaron corriendo un par de señoritas con uno de esos trajes que anuncia el Decathlon, fluorescentes, calentitos, y que las aprieta tanto el culito que las hace un figurín adorable. Oh, qué comentario tan machista me ha salido, mecachis. Pero hay tanto perrito suelto, y hay que evitar tanta deyección por doquier, que apenas dejan a uno disfrutar del paisaje como es debido. Cosas curiosas que tiene esta vida, por la mañana leí en el periódico local que un turista se lanzó al río a darse un baño y casi muere por una hipotermia. Disculpen el tono, pero hay que estar tonto. También he leído que el Ayuntamiento piensa (aunque les parezca increíble) aumentar los aparcamientos de pago en otras tres avenidas. Eso está muy bien. Porque, según mis cálculos, creo que ya no podrán ampliarlo más. Ya no quedan calles donde se pueda aparcar gratis. Ni políticos capaces de alumbrar tan buenas y rebuscadas ideas. No me digan. Les dejo. Pues, como habrán podido observar, la tarde ha sido de un soso insoporteibol.