La insoportable levedad del ser.
Este fin de semana que como os he dicho he estado confinado en mi pueblo, por el tiempo en mi casa, por la lluvia en mi habitación y por el frío en mi cama, no me ha quedado mas consuelo, miseria de consuelo, que los dos periódicos que me llevé el viernes, y un agudo sentido de la observación a mi entorno, regocijándome de los placeres visuales, que no sexuales, que me ofrecía el pueblo. Todo este elenco, cúmulo, retahíla de observaciones, me llevaron a cuestionarme hasta mi propia existencia, ¿Existiría en aquellos momentos? ¿Por el solo hecho de pensar ya existiremos, como rezaba el aserto de Descartes? ¿Somos conscientes de nuestra ubicación real en el espacio-tiempo, o estamos delimitados por la gasolina del coche o lo que Paco Montesdeoca nos profetice para el fin de semana? ¿Porqué pulgoso no tomaba caramelos Ricola? ¿Por qué repite la cebolla? ¿Es beneficioso o pernicioso aguantarse un pedo?
En todas estas cogitaciones trascendentales estaba yo inmerso, metidito en mi camita, acurrucadito, calentito y con mis patuquitos, hasta que se rompió el hechizo. No se si os pasará a vosotros, pero a mi me toca los bemoles que cuando mas a gusto está uno le entren ganas de mear, y ahí estaba yo ante la disyuntiva mas trascendental y relevante que se me iba a presentar en todo el fin de semana, aguantar gallardamente el pis, hasta que ese estado de abatimiento, felicidad y desmesurada galbana se me pasase o levantarme, echar un pis y saber que ya nada volvería a ser lo mismo, que no iba a encontrar la misma postura, que la forma de mis glúteos se desdibujaría indefectiblemente de las sábanas…
A pesar de las inefables ventajas que me acarrearía aguantarme el pis, obtemperé a la voz de mi conciencia, y con un inconmensurable esfuerzo me levanté, no sin gran turpitud y oyendo de fondo un chasquido en mis entumecidos huesos. Cuando me disponía a andar y bajar al piso de abajo a evacuar mi pis lo noté, si, se me habían dormido las piernas, es en estos momentos cuando un hombre siente su verdadera debilidad y no cuando rechaza una partida de mus con sus amigos por ir a comprar unas bragas con su novia al centro comercial, allí estaba yo tambaleándome, sin poder dar un paso ni poder sostener mi propio peso, y subiéndome un cosquilleo frenético por la pantorrilla, no sabía si llorar, reír…(como comprenderéis para saltar no estaba), cuando pensé que ya nada podía ir peor, que eso era el fin, que me quedaría fosilizado en el sitio para el fin de mis días, sucedió, se me subió la bola, que no las bolas, ahí ya mi yo estaba fuera de si, supongo que alguna vez os habrá pasado, pero entre el letargo de mis miembros y ese calambrazo…estiré la pata, no en el sentido fúnebre del óbito, sino en el mas estricto y literal sentido, la estiré con el sentimiento esperanzador de que pasaría o disminuiría el dolor, pero que va, siguió subiendo, yo ya deliraba, sentía irrefrenables impulsos de morderme los pezones, de pellizcarme un ojo, de meter mi pito en un mortero para hacer un aliño con ajo…pero no, todo paso, y como cantaba Alejandro Sanz, después de la tormenta siempre llega la calma y pude por fin, todavía con cierto temor a que se me volviera a subir, levantarme, ir al baño y desentupir mis uréteres.
El resto del fin de semana, la verdad es que pasó sin pena ni gloria, solo reseñar que aunque uno no le tiene miedo a los perros, en uno de mis paseos por el ámbito pacífico, sosegado y armonioso de mi querido pueblo, me volví a encontrar con otra disyuntiva, que en esta ocasión si era un tanto peligrosa. Yo volvía del pueblo de al lado, no es que tenga vistas, pero viven en él un par de mozas que bien merecen darse un paseo de 2 Km, el caso es que yo éste recorrido lo hice numerosas veces en el verano, y nunca tuve mayor peligro, que sortear los sucos del “ti Otilio” so pena de darme “unos ñarguetazos” por pisarle los tomates de “la su tierra” , pero el otro día fue diferente, no estaba Otilio, pero estaban “sus mascotas”, dos mastines del tamaño de Imperioso que en el momento en que yo pasaba por al lado de la finca, sin vallar, se acercaron raudos, feroces, ladrando y salivando su merienda, ya me veía yo, pobre de mi, gimiendo, gritando, llorando…era inútil pedir auxilio, estaba apartado de toda forma de vida y civilización por unos cuantos Kilómetros, y no sabía si gritar, “¡chito, chito, chiiiiiiiito! o salir corriendo, con los pies en polvorosa, ésta opción la deseché, debido al todavía algarrobamiento, perdón, agarrotamiento de mis piernas, y a que sería un verdadero show, ver una especie de cojo corriendo, con esos perritos detrás suyo, llorando como una nenaza destetada y haciéndome el pis que tanto trabajo me había costado miccionar antes, encima, con lo que me quedé parado, les miré fijamente sin moverme (esto lo aprendí de Jurassic Park en la escena del Tiranosaurio, salvando las distancias, mas o menos era la misma situación, ¿no?), pare la respiración durante unos instantes mientras les veía seguir ladrando y sacando su enorme lengua, de un lametazo derretirían el pirulo tropical de Miko, hasta que llegó mi salvación, llegó Otilio jurando en hebreo y blandiendo su cachaba con lo que los perros se marcharon antes de que les “embriscase” un barazo, y me dijo, “tas tonto chavalín, ¿no ves que te van a morder, rapaz?, anda y arrea pa tu casa”, y yo me fui, volví sobre mis pasos olvidándome de las mozas que iba a ver y preguntándome si Otilio sería el eslabón perdido.
Un saludo a tod@s.
En todas estas cogitaciones trascendentales estaba yo inmerso, metidito en mi camita, acurrucadito, calentito y con mis patuquitos, hasta que se rompió el hechizo. No se si os pasará a vosotros, pero a mi me toca los bemoles que cuando mas a gusto está uno le entren ganas de mear, y ahí estaba yo ante la disyuntiva mas trascendental y relevante que se me iba a presentar en todo el fin de semana, aguantar gallardamente el pis, hasta que ese estado de abatimiento, felicidad y desmesurada galbana se me pasase o levantarme, echar un pis y saber que ya nada volvería a ser lo mismo, que no iba a encontrar la misma postura, que la forma de mis glúteos se desdibujaría indefectiblemente de las sábanas…
A pesar de las inefables ventajas que me acarrearía aguantarme el pis, obtemperé a la voz de mi conciencia, y con un inconmensurable esfuerzo me levanté, no sin gran turpitud y oyendo de fondo un chasquido en mis entumecidos huesos. Cuando me disponía a andar y bajar al piso de abajo a evacuar mi pis lo noté, si, se me habían dormido las piernas, es en estos momentos cuando un hombre siente su verdadera debilidad y no cuando rechaza una partida de mus con sus amigos por ir a comprar unas bragas con su novia al centro comercial, allí estaba yo tambaleándome, sin poder dar un paso ni poder sostener mi propio peso, y subiéndome un cosquilleo frenético por la pantorrilla, no sabía si llorar, reír…(como comprenderéis para saltar no estaba), cuando pensé que ya nada podía ir peor, que eso era el fin, que me quedaría fosilizado en el sitio para el fin de mis días, sucedió, se me subió la bola, que no las bolas, ahí ya mi yo estaba fuera de si, supongo que alguna vez os habrá pasado, pero entre el letargo de mis miembros y ese calambrazo…estiré la pata, no en el sentido fúnebre del óbito, sino en el mas estricto y literal sentido, la estiré con el sentimiento esperanzador de que pasaría o disminuiría el dolor, pero que va, siguió subiendo, yo ya deliraba, sentía irrefrenables impulsos de morderme los pezones, de pellizcarme un ojo, de meter mi pito en un mortero para hacer un aliño con ajo…pero no, todo paso, y como cantaba Alejandro Sanz, después de la tormenta siempre llega la calma y pude por fin, todavía con cierto temor a que se me volviera a subir, levantarme, ir al baño y desentupir mis uréteres.
El resto del fin de semana, la verdad es que pasó sin pena ni gloria, solo reseñar que aunque uno no le tiene miedo a los perros, en uno de mis paseos por el ámbito pacífico, sosegado y armonioso de mi querido pueblo, me volví a encontrar con otra disyuntiva, que en esta ocasión si era un tanto peligrosa. Yo volvía del pueblo de al lado, no es que tenga vistas, pero viven en él un par de mozas que bien merecen darse un paseo de 2 Km, el caso es que yo éste recorrido lo hice numerosas veces en el verano, y nunca tuve mayor peligro, que sortear los sucos del “ti Otilio” so pena de darme “unos ñarguetazos” por pisarle los tomates de “la su tierra” , pero el otro día fue diferente, no estaba Otilio, pero estaban “sus mascotas”, dos mastines del tamaño de Imperioso que en el momento en que yo pasaba por al lado de la finca, sin vallar, se acercaron raudos, feroces, ladrando y salivando su merienda, ya me veía yo, pobre de mi, gimiendo, gritando, llorando…era inútil pedir auxilio, estaba apartado de toda forma de vida y civilización por unos cuantos Kilómetros, y no sabía si gritar, “¡chito, chito, chiiiiiiiito! o salir corriendo, con los pies en polvorosa, ésta opción la deseché, debido al todavía algarrobamiento, perdón, agarrotamiento de mis piernas, y a que sería un verdadero show, ver una especie de cojo corriendo, con esos perritos detrás suyo, llorando como una nenaza destetada y haciéndome el pis que tanto trabajo me había costado miccionar antes, encima, con lo que me quedé parado, les miré fijamente sin moverme (esto lo aprendí de Jurassic Park en la escena del Tiranosaurio, salvando las distancias, mas o menos era la misma situación, ¿no?), pare la respiración durante unos instantes mientras les veía seguir ladrando y sacando su enorme lengua, de un lametazo derretirían el pirulo tropical de Miko, hasta que llegó mi salvación, llegó Otilio jurando en hebreo y blandiendo su cachaba con lo que los perros se marcharon antes de que les “embriscase” un barazo, y me dijo, “tas tonto chavalín, ¿no ves que te van a morder, rapaz?, anda y arrea pa tu casa”, y yo me fui, volví sobre mis pasos olvidándome de las mozas que iba a ver y preguntándome si Otilio sería el eslabón perdido.
Un saludo a tod@s.
3 Comments:
Joder Javi, si es que tienes peligro hasta encerrado en una cámara hiperbárica. Jajaja, así que llegas a los extremos de sedentarismo que provocan entumecimientos... no, si lo del deporte no es lo nuestro, no, pero es que hay que cambiar de postura cada cierto tiempo... eso lo debe de tener en cuenta cualquier deformador de sofases profesional.
En cuanto a lo de los mastines... pues sí que acojonan un poquillo, pero yo tuve una mastina leonesa de considerables dimensiones, pero muy buen humor, eso sí, y son perros de mucho ruido, pero pocas nueces, a no ser que estén protegiendo ganado, una finca o a su amo, cosas todas ellas que se toman muy en serio, y ahí no valen chorradas... Por cierto, nunca te quedes mirando fijamente a los ojos a un perro que tenga peligro, porque no se a los Tiranosaurus Rex, pero a los perros no hay cosa que más les moleste, salvo que les sacudan en la parte de arriba del hocico (cosa muy útil en el caso de que te veas sin más medidas de autodefensa, y salvo que sea uno de esos perros sin hocico). Lo de correr hiciste bien en no hacerlo, porque no era una buena idea... no se, no acabo de verte yo corriendo más que un mastín. En mi juventud bastante reciente me tocó hacerlo varias veces, y la carrera tenía dos fases, la primera identificar un árbol cercano al que poder trepar con cierta facilidad y con ramas aptas para aguantar tu peso como mínimo una hora que te va a tener allí el perro... eso si se cansa (una vez estuvimos 2 horas y media con dos mastines a los pies, suerte que llevábamos tabaco y algo de comer encima), y la segunda fase, como se deduce, es correr hacia el árbol elegido, siempre que estes seguro de que vas a llegar antes que el chucho, en caso contrario, mejor no correr, porque eso despierta sus instintos cazadores, y luego no atienden a razones. De todas formas los mastines no suelen hacer daño a las personas, más allá del susto y la intimidación.
Menos mal que la escena no se desarrolló ante las dos esbeltas féminas, que seguro que siendo de por allí están más hechas a tratar con esos perros y lo mismo no quedas muy bien con la cara blanca como la leche.
Si es que ni en la cama está uno a salvo.
Un saludo.
Buenas Jose,jajajaja, joder me has acojonado con lo de los perros con la mirada inyectada en sangre y boca espumosa, creo que se me han quitado las ganas de volver a ver a esas chiquiyas del pueblo. Como me conoces, ni que decir que yo a estos "eventos" sin mis calzoncillos de la suerte no voy a ninguna parte, sin entrar en el fondo de que ya no son tan calzoncillos de la suerte, ya sabes, creo que te lo conté un día, no han vuelto a ser los mismos desde entonces, y mi flauta y platillos, ya no se sienten igual. Por otra parte lo de mis patucos sería una verdadera faena, todavía aquí en mi casa voy descalzo por la casa, pero en el pueblo tengo que ir a la fuerza en zapatillas sino...de todas maneras a mi hermano lo escamocho si hace de las suyas y me mancha los patucos,jejejeje.
Un saludo Jose, me acordé de ti en el tema del pis, ya sabes, es inevitable, lo mal que lo debes de pasar cuando estás en un estado de ensoñación o letargo catártico, en tu caso, y te entran ganas de mear, una putada,jejeje.
Buenas Roberto, ya te digo, a partir de ahora voy a tener que cambiar de postura mas a menudo, lo que pasa es que cuando uno le toma el gustirrinin a una postura, ya sabes que unas veces cuesta mas que otras, y en las ocasiones que mas ha costado es en las que va y te llama la madre naturaleza para descargas sus fluidos, una injusticia malévola,jajajaja.
En cuanto a lo de los mastines, hombre, no es que les mirase a los ojos directamente, ya sabes mis problemas de vista, mas bien creo que ni siquiera enfocaba a los perros de cuerpo entero, y eso que eran de una envergadura considerable, pero ni aún así, lo que tengo comprobado empiricamente es que si no te mueves no te suelen, suelen repito, morder, pero nunca se sabe, lo que esta claro es que para correr uno ya no tiene los músculos, en todo caso si estuviese en un estad de ensoñación profundo como dice Jose,jejejeje, a lo mejor les proponía una partidita de mus, a los perros, no a Otilio, y a ver qe pasaba.
Un saludo Roberto, ahora que lo pienso tampoco estaba yo para encaramarme a un árbol y las mozas no se porque me da, que aunque sean de allí, tampoco las veo yo muy doctas en el trato con los animales autóctonos.
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