Jetas.
Buenas a todos, parece ser que seguimos con buen tiempo, nada que este año la divina providencia no quiere que desempolvemos los jerséis, ni que yo me ponga esas camisetillas de tirantes tan monas, y que se que las vuelven locas, debajo de la muda diaria.
Ayer fue día de Todos los Santos, eso lo sabéis por calendario y por caléndulas, pero eso no quita que haya fútbol, no, el deporte rey no se detiene ante fechas señaladas y los mismos acérrimos feligreses que minutos antes oran, lloran y contemplan las sepulturas de su prosapia, ante la inmisericorde mirada del párroco que contempla el exornado, pomposo y magnificente paisaje, momentos después jalean con entusiasmo e hilaridad los colores de su equipo.
Podemos decir testimonialmente que ayer jugó el Madrid, aunque los jugadores que saltaron al campo bien podían haberse dedicado a mejores menesteres que a aburrir al personal en una tarde de “Domingo” y el jugador que metió gol en propia, bien podía haberse quedado calentando en la banda, pero no, el destino quiso que saltase al campo, que cuando todo parecía destinado irremisiblemente al empate, ese jugador que por la mañana desayuno igual que los demás, que se la sacudió como todos los días sin preguntarse filosóficamente porque le cuelga lo que le cuelga, que mojo en el tazón del desayuno sus tostadas sin saber que esa noche también mojaría, o mejor dicho, se mojaría…donde sus compañeros no vieron nada ni a nadie, él lo vio, si, todo claro, como el agua de la presa de su pueblo donde los marsupios se sacuden las ladillas, como la aurora que lustrosa devuelve el brillo robado durante la noche a la naturaleza, como las camisetas de las paseantes de Cibeles insinuando pezoncillos empitonados…allí estaba, un pase en corto al hueco, al hueco donde no estaba el portero, ni el defensa, ni el utillero, y entró ante la mirada atónita de todo el Bernabeu y de todos los telespectadores, en fin.
Pero el objeto del post de hoy no se trata de determinar el acierto o desacierto de los de Capello, que va, sino de clasificar a las personas que van a ver el partido donde las posaderas de uno se relajan y disfrutan de deporte pasivo.
El partido comenzaba a las 20:45, habíamos llegado relativamente pronto a casa del pueblo, y decidimos unánimemente dirigirnos al bar para coger buen sitio y para, en mi caso, leer el periódico mientras llegaba el ansiado durante toda la tarde espectáculo deportivo. A pesar de que el bar cuenta con dos aparatos de televisión, hay que reconocer que en una de las zonas del bar el partido se ve mejor, por el tipo de personas que hay, digamos mas fanáticas del fútbol, y por lo tanto mas proclives a acordarse de las madres de los futbolistas cuando la pifian, y por la calidad de imagen y sonido del televisor. Pero hay un pequeño problema, éste consiste básicamente en que al bar va mucho jeta, si, lo sospechábamos las mentes mas aviesas, que se mascaba morro en el ambiente, no se, puro poder deductivo y producto de años de observación de conductas sospechosas como, jugar la partida (en la parte de abajo dedicada a partidas)toda la tarde, con los sitios ocupados (en la parte de arriba dedicados al fútbol) 5 horas antes por sus chaquetas, dicha conducta degeneró en ser ocupados estos asientos por ceniceros o servilleteros con palillero incorporado, mofarse de la cojera del camarero…pero pasemos al análisis taxativo de cada uno de estos señores.
“El gorras”, dícese del sujeto que a pesar de entrado en canas y caneis, no muestra pudor alguno en llevar la gorra de Fernando Alonso, entiéndaseme bien, no la auténtica, sino la que venden los cíngaros los domingos en el mercado, y no mostrándose del todo conforme con su indumentaria y tratando de pasar desapercibido, da saltos, sonoras palmadas y se frota las manos cuando el Madrid recupera la pelota como si estuviese delante de un bistec o tratase de recuperar el flujo sanguíneo en sus fútiles extremidades, en fin, del riego va a ser.
“El show man o el entendido”, dícese del sujeto regordete, con arrugas en la frente (síntoma de preocupaciones insoslayables), jersey de Lacoste, e hija pija que se regocija (lo siento, rimaba), cuyo gesto aparentemente circunspecto es fácilmente alterable, cuando algún compañero no cualificado le pone una ficha inesperada jugando al dominó, o cuando Simón el de la verruga en la cara desapercibida, le mete órdago a grande con tres pitos. No tiene ni p…idea de na, pero comentar lo que se dice comentar, comenta, aunque sea pa na o sea tontería comentar.
“El jeta”, si, es redundante, pero es que su foto viene en el diccionario al lado de la definición, inveterado truhán, que no sabe de cartas, no sabe de dominó, por no saber, no sabe que no sabe, lo sé, pero eso si, llegado el partido se acomoda, se reacomoda, y cuando está convencido de que la postura adoptada por su egregia persona no va encontrar objeción por su caprichoso culo, pide una ración de embutido español o se jama un bocata de lomo ante la mirada babosa del personal, lo mas preocupante es que no pide palillos al terminar el bocata, hacer la pregunta vosotros…
“El encopetado o sibarita”, sujeto que no es de los habituales de la pandijeta, pero que al parecer ya se le han pegado sus mismos modales y los luce con ignorada beocia, éste sujeto, y aquí voy a incardinar mi anécdota de ayer, pasa de guardar su sitio con chaqueta, o con los ceniceros o palilleros antes mencionados, ni siquiera osa quedarse cerca del sitio, total para que, pensaría él antes de conocernos a mi padre y a mi que con su gallarda presencia iba a intimidar al que se sentase allí y huiría raudo cuando reclamase su silla, a pesar de que fue a Sevilla. Pero no, que va, con nosotros no.
Cuando llegamos al sitio no había ni rastro de personaje, al parecer estaría enfrascado en una conversación literata sobre las desavenencias de Kafka, Estefan Zweig y Hanna Arendt y tan abstruso tema le obnubiló la vista de modo que no se dio cuenta de que mi padre y yo nos habíamos sentado en “su sitio”. En el sitio no había ni personaje, ni nada que nos recordase su sombra, tan solo un cubata prácticamente acabado, se distinguía perfectamente el fondo del vaso y parecía totalmente abandonado, con lo que apartamos el cubata y nos sentamos tranquilamente. Pero al cabo de unos 10 minutos llegó el sujeto éste, dando voces, alterado, adoleciendo de todo resquicio de grandilocuencia en su conducta y exigiendo al ya el asiento, con lo que le dijimos que no, que ni estaba ese sitio ocupado, ni nos íbamos a levantar de allí y que se fuese a ver el partido a donde le saliese de las vergüenzas, no se si nos vio derrochar bonhomía a raudales por los poros de la cara, pero a mi padre lo “calentó” de tal modo, que optó por marcharse, por supuesto sin despedirse y con cierto aire de indignidad.
No se porque os conté la anécdota, no conocéis la mayoría ni el sitio, ni a los que lo acostumbran, pero es que tanta jeta me abruma, me sonroja, me solivianta, me da pena que haya tanto adocenado suelto. Un saludo a tod@s.
Ayer fue día de Todos los Santos, eso lo sabéis por calendario y por caléndulas, pero eso no quita que haya fútbol, no, el deporte rey no se detiene ante fechas señaladas y los mismos acérrimos feligreses que minutos antes oran, lloran y contemplan las sepulturas de su prosapia, ante la inmisericorde mirada del párroco que contempla el exornado, pomposo y magnificente paisaje, momentos después jalean con entusiasmo e hilaridad los colores de su equipo.
Podemos decir testimonialmente que ayer jugó el Madrid, aunque los jugadores que saltaron al campo bien podían haberse dedicado a mejores menesteres que a aburrir al personal en una tarde de “Domingo” y el jugador que metió gol en propia, bien podía haberse quedado calentando en la banda, pero no, el destino quiso que saltase al campo, que cuando todo parecía destinado irremisiblemente al empate, ese jugador que por la mañana desayuno igual que los demás, que se la sacudió como todos los días sin preguntarse filosóficamente porque le cuelga lo que le cuelga, que mojo en el tazón del desayuno sus tostadas sin saber que esa noche también mojaría, o mejor dicho, se mojaría…donde sus compañeros no vieron nada ni a nadie, él lo vio, si, todo claro, como el agua de la presa de su pueblo donde los marsupios se sacuden las ladillas, como la aurora que lustrosa devuelve el brillo robado durante la noche a la naturaleza, como las camisetas de las paseantes de Cibeles insinuando pezoncillos empitonados…allí estaba, un pase en corto al hueco, al hueco donde no estaba el portero, ni el defensa, ni el utillero, y entró ante la mirada atónita de todo el Bernabeu y de todos los telespectadores, en fin.
Pero el objeto del post de hoy no se trata de determinar el acierto o desacierto de los de Capello, que va, sino de clasificar a las personas que van a ver el partido donde las posaderas de uno se relajan y disfrutan de deporte pasivo.
El partido comenzaba a las 20:45, habíamos llegado relativamente pronto a casa del pueblo, y decidimos unánimemente dirigirnos al bar para coger buen sitio y para, en mi caso, leer el periódico mientras llegaba el ansiado durante toda la tarde espectáculo deportivo. A pesar de que el bar cuenta con dos aparatos de televisión, hay que reconocer que en una de las zonas del bar el partido se ve mejor, por el tipo de personas que hay, digamos mas fanáticas del fútbol, y por lo tanto mas proclives a acordarse de las madres de los futbolistas cuando la pifian, y por la calidad de imagen y sonido del televisor. Pero hay un pequeño problema, éste consiste básicamente en que al bar va mucho jeta, si, lo sospechábamos las mentes mas aviesas, que se mascaba morro en el ambiente, no se, puro poder deductivo y producto de años de observación de conductas sospechosas como, jugar la partida (en la parte de abajo dedicada a partidas)toda la tarde, con los sitios ocupados (en la parte de arriba dedicados al fútbol) 5 horas antes por sus chaquetas, dicha conducta degeneró en ser ocupados estos asientos por ceniceros o servilleteros con palillero incorporado, mofarse de la cojera del camarero…pero pasemos al análisis taxativo de cada uno de estos señores.
“El gorras”, dícese del sujeto que a pesar de entrado en canas y caneis, no muestra pudor alguno en llevar la gorra de Fernando Alonso, entiéndaseme bien, no la auténtica, sino la que venden los cíngaros los domingos en el mercado, y no mostrándose del todo conforme con su indumentaria y tratando de pasar desapercibido, da saltos, sonoras palmadas y se frota las manos cuando el Madrid recupera la pelota como si estuviese delante de un bistec o tratase de recuperar el flujo sanguíneo en sus fútiles extremidades, en fin, del riego va a ser.
“El show man o el entendido”, dícese del sujeto regordete, con arrugas en la frente (síntoma de preocupaciones insoslayables), jersey de Lacoste, e hija pija que se regocija (lo siento, rimaba), cuyo gesto aparentemente circunspecto es fácilmente alterable, cuando algún compañero no cualificado le pone una ficha inesperada jugando al dominó, o cuando Simón el de la verruga en la cara desapercibida, le mete órdago a grande con tres pitos. No tiene ni p…idea de na, pero comentar lo que se dice comentar, comenta, aunque sea pa na o sea tontería comentar.
“El jeta”, si, es redundante, pero es que su foto viene en el diccionario al lado de la definición, inveterado truhán, que no sabe de cartas, no sabe de dominó, por no saber, no sabe que no sabe, lo sé, pero eso si, llegado el partido se acomoda, se reacomoda, y cuando está convencido de que la postura adoptada por su egregia persona no va encontrar objeción por su caprichoso culo, pide una ración de embutido español o se jama un bocata de lomo ante la mirada babosa del personal, lo mas preocupante es que no pide palillos al terminar el bocata, hacer la pregunta vosotros…
“El encopetado o sibarita”, sujeto que no es de los habituales de la pandijeta, pero que al parecer ya se le han pegado sus mismos modales y los luce con ignorada beocia, éste sujeto, y aquí voy a incardinar mi anécdota de ayer, pasa de guardar su sitio con chaqueta, o con los ceniceros o palilleros antes mencionados, ni siquiera osa quedarse cerca del sitio, total para que, pensaría él antes de conocernos a mi padre y a mi que con su gallarda presencia iba a intimidar al que se sentase allí y huiría raudo cuando reclamase su silla, a pesar de que fue a Sevilla. Pero no, que va, con nosotros no.
Cuando llegamos al sitio no había ni rastro de personaje, al parecer estaría enfrascado en una conversación literata sobre las desavenencias de Kafka, Estefan Zweig y Hanna Arendt y tan abstruso tema le obnubiló la vista de modo que no se dio cuenta de que mi padre y yo nos habíamos sentado en “su sitio”. En el sitio no había ni personaje, ni nada que nos recordase su sombra, tan solo un cubata prácticamente acabado, se distinguía perfectamente el fondo del vaso y parecía totalmente abandonado, con lo que apartamos el cubata y nos sentamos tranquilamente. Pero al cabo de unos 10 minutos llegó el sujeto éste, dando voces, alterado, adoleciendo de todo resquicio de grandilocuencia en su conducta y exigiendo al ya el asiento, con lo que le dijimos que no, que ni estaba ese sitio ocupado, ni nos íbamos a levantar de allí y que se fuese a ver el partido a donde le saliese de las vergüenzas, no se si nos vio derrochar bonhomía a raudales por los poros de la cara, pero a mi padre lo “calentó” de tal modo, que optó por marcharse, por supuesto sin despedirse y con cierto aire de indignidad.
No se porque os conté la anécdota, no conocéis la mayoría ni el sitio, ni a los que lo acostumbran, pero es que tanta jeta me abruma, me sonroja, me solivianta, me da pena que haya tanto adocenado suelto. Un saludo a tod@s.
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