Un poco de ética.
Ayer pequé, me deje llevar por impulsos de lenocinio y no tuve firmeza de voluntad para apagar la tele o cambiar de canal, claro, si esto me pasó a mi, que suelo hacer caso omiso de las apetencias mundanas que salen en la tele, ¿qué no le pasará a otras personas de voluntad concupiscible y que tienen ésta clase de programas por asidua costumbre? Mi intención inicial era ver el programa de Carlos Sorbona, digo Sobera, pero llegué un rato antes, y acomodándome en el sofá, al aclararse la pantalla del televisor, allí estaba ella, la pija, su diario y toda la parafernalia mediática que rodea éste programa y las extravagantes historias que en él se cuentan.
De verdad que lo iba a apagar, pensaba que sería uno de esos programas en el que iban a hablar de adolescentes que se habían conocido por Internet, o historias de amor mal interpretadas por una de las partes, es decir, que no había habido tal historia de amor…yo que se, lo de siempre ¿no?, pero ayer fue diferente, los invitados eran personas entradas en canas y por ende en años, de esos que se levantan mas de cuatro veces a mear por la noche (Jose, si estás leyendo esto no va por ti) y me pareció serio el asunto, y me pareció bien.
No pensaba yo en un principio, que de un programa ruin y vulgar, sacase conclusiones sobre lo soeces que somos las personas. Allí aparecía un señor que hacía dos años que no se hablaba con sus dos hermanas. El motivo, el de siempre, don dinero. Sin entrar en cuestiones de fondo sobre quién tenía la culpa, que por otra parte dicha cuestión no se resolvió en el programa por cuestiones de horario ajustado, ¿sinceramente pensáis que se puede romper tal vínculo por algo material?, no penséis que se barajaban cifras astronómicas, que va, eran 500 míseros euros. El señor estaba dispuesto a “perdonar” a sus hermanas, lo entrecomillo, porque realmente no se quién tenía que perdonar a quién, pero eso si, siempre que le diesen su dinero. Al entrar sus dos hermanas en el plató, todo eran sonrisas y ninguna lágrima, hasta le lanzaron algún piropo casto a su “querido” hermano, al que hacía tiempo, según ellas, que no le veían. Por supuesto, todo esto fue un espejismo, todo fueron caricias y buenas palabras hasta que llegó la palabra dinero, ahí ya las hermanas retiraron las manos de las rodillas del señor, y el semblante tierno y bonachón de las ancianas, se tornó oscuro y desdeñoso. Todo hacía indicar que la cuestión, a pesar de la sonrisa de Patricia, no se solucionaría.
De ésta escena es de donde yo sacó lo avaros y repugnantes que podemos llegar a ser las personas, nuestro inherente orgullo, y el hecho de no dar nosotros el primer paso, nos lleva casi siempre a situaciones que se vuelven mucho mas complicadas de lo que en un principio eran. Un malentendido, unas palabras sacadas de contexto en una conversación que uno no ha oído y le han contado, o unas palabras altisonantes debido al acaloramiento en una discusión muchas veces estúpida…pueden echar por tierra una amistad, una relación de pareja, o cómo en éste caso, la relación familiar, lo que ya me parece que se sale del tiesto. Es por culpa de esa característica abyecta llamada orgullo, lo que impide a muchas personas alcanzar la felicidad y el bienestar social, sin duda alguna, si a nadie le importase pedir disculpas o reconocer sus errores, todo sería mas sencillo, pero si partimos de que somos perfectos, que nuestra conducta es impoluta, que nunca nos equivocamos y todo ello nos lleva a la sordera psíquica, que es la peor de las sorderas, es no oír, pudiendo y no queriendo, entonces estamos perdidos, jamás comprenderemos a los demás ni a nosotros mismos, porque, que nadie se lleve a engaños, necesitamos de los demás para comprendernos, por nosotros mismos no seriamos capaces de conocernos, y continuamente, debido a reflexiones de los demás, o a comentarios directos o indirectos, se están “descubriendo” aspectos que nos pertenecen, y en los que no habíamos caído o no nos habíamos parado a pensar.
Me voy a ir despidiendo, pero no sin antes pedir un poco de ejercicio autocrítico por vuestra parte, cuestionaros todos los días si obráis correctamente, si os gusta como sois, si todavía tenéis aspectos por mejorar o ya estáis pulidos, o si consideráis, como es mi caso, que todavía estáis en proceso, que hay mucho por mejorar y que siempre se puede aprender algo de los demás, nada mas, perdón por el sermón de abuelo que me ha salido, no era mi intención revolveros los pensamientos e iluminaros el orto de vuestra conciencia, pero es el cariz que inexorablemente ha tomado el post y no pienso borrar ni un ápice de lo expuesto, igual tiene que ver con que me levanté escuchando Radio Maria, yo que soy ateo, y voy a tener el run run ahí todo el día. Venga todos: “alabaré, alabaré, alabaré a mi señor, ala…baré a mi…” era coña, reminiscencia de monaguillo en excedencia, como decían los militantes de la francmasonería obrera del París del siglo XVIII, “Salud y fraternidad”, hasta mañana.
De verdad que lo iba a apagar, pensaba que sería uno de esos programas en el que iban a hablar de adolescentes que se habían conocido por Internet, o historias de amor mal interpretadas por una de las partes, es decir, que no había habido tal historia de amor…yo que se, lo de siempre ¿no?, pero ayer fue diferente, los invitados eran personas entradas en canas y por ende en años, de esos que se levantan mas de cuatro veces a mear por la noche (Jose, si estás leyendo esto no va por ti) y me pareció serio el asunto, y me pareció bien.
No pensaba yo en un principio, que de un programa ruin y vulgar, sacase conclusiones sobre lo soeces que somos las personas. Allí aparecía un señor que hacía dos años que no se hablaba con sus dos hermanas. El motivo, el de siempre, don dinero. Sin entrar en cuestiones de fondo sobre quién tenía la culpa, que por otra parte dicha cuestión no se resolvió en el programa por cuestiones de horario ajustado, ¿sinceramente pensáis que se puede romper tal vínculo por algo material?, no penséis que se barajaban cifras astronómicas, que va, eran 500 míseros euros. El señor estaba dispuesto a “perdonar” a sus hermanas, lo entrecomillo, porque realmente no se quién tenía que perdonar a quién, pero eso si, siempre que le diesen su dinero. Al entrar sus dos hermanas en el plató, todo eran sonrisas y ninguna lágrima, hasta le lanzaron algún piropo casto a su “querido” hermano, al que hacía tiempo, según ellas, que no le veían. Por supuesto, todo esto fue un espejismo, todo fueron caricias y buenas palabras hasta que llegó la palabra dinero, ahí ya las hermanas retiraron las manos de las rodillas del señor, y el semblante tierno y bonachón de las ancianas, se tornó oscuro y desdeñoso. Todo hacía indicar que la cuestión, a pesar de la sonrisa de Patricia, no se solucionaría.
De ésta escena es de donde yo sacó lo avaros y repugnantes que podemos llegar a ser las personas, nuestro inherente orgullo, y el hecho de no dar nosotros el primer paso, nos lleva casi siempre a situaciones que se vuelven mucho mas complicadas de lo que en un principio eran. Un malentendido, unas palabras sacadas de contexto en una conversación que uno no ha oído y le han contado, o unas palabras altisonantes debido al acaloramiento en una discusión muchas veces estúpida…pueden echar por tierra una amistad, una relación de pareja, o cómo en éste caso, la relación familiar, lo que ya me parece que se sale del tiesto. Es por culpa de esa característica abyecta llamada orgullo, lo que impide a muchas personas alcanzar la felicidad y el bienestar social, sin duda alguna, si a nadie le importase pedir disculpas o reconocer sus errores, todo sería mas sencillo, pero si partimos de que somos perfectos, que nuestra conducta es impoluta, que nunca nos equivocamos y todo ello nos lleva a la sordera psíquica, que es la peor de las sorderas, es no oír, pudiendo y no queriendo, entonces estamos perdidos, jamás comprenderemos a los demás ni a nosotros mismos, porque, que nadie se lleve a engaños, necesitamos de los demás para comprendernos, por nosotros mismos no seriamos capaces de conocernos, y continuamente, debido a reflexiones de los demás, o a comentarios directos o indirectos, se están “descubriendo” aspectos que nos pertenecen, y en los que no habíamos caído o no nos habíamos parado a pensar.
Me voy a ir despidiendo, pero no sin antes pedir un poco de ejercicio autocrítico por vuestra parte, cuestionaros todos los días si obráis correctamente, si os gusta como sois, si todavía tenéis aspectos por mejorar o ya estáis pulidos, o si consideráis, como es mi caso, que todavía estáis en proceso, que hay mucho por mejorar y que siempre se puede aprender algo de los demás, nada mas, perdón por el sermón de abuelo que me ha salido, no era mi intención revolveros los pensamientos e iluminaros el orto de vuestra conciencia, pero es el cariz que inexorablemente ha tomado el post y no pienso borrar ni un ápice de lo expuesto, igual tiene que ver con que me levanté escuchando Radio Maria, yo que soy ateo, y voy a tener el run run ahí todo el día. Venga todos: “alabaré, alabaré, alabaré a mi señor, ala…baré a mi…” era coña, reminiscencia de monaguillo en excedencia, como decían los militantes de la francmasonería obrera del París del siglo XVIII, “Salud y fraternidad”, hasta mañana.
3 Comments:
Todos estamos en proceso... como tú dices, desde que nacemos hasta que morimos. Por cierto, como proliferen los programas en los que la gente vaya a tirarse los trastos por dinero y empiecen a salir agusto o desahogados del plató, le auguró una caída en la carga de trabajo a la jurisdicción civil.
Algunos todavía nos tragamos muy de vez en cuando el orgullo, rectificamos y pedimos perdón, con lo que muchas veces se salvan situaciones embarazosas... pero hay a quien le puede el orgullo, la avaricia, o las lucecitas de las máquinas tragaperras, qué se yo, nadie es perfecto (y no firma Nadie, en este caso).
Un saludo.
Buenas Roberto, cuanta razón llevas, estamos inmersos en un continuo proceso, lo curioso es que hay gente que no se da cuenta del mismo, incluso mas preocupante, hay gente que no le hace mella el proceso, con lo que mal vamos. La verdad es que no creo que los programas de cotilleo quiten trabajo a la jurisdicción civil, incluso pienso que lo van a fomentar, por ejemplo en este caso fueron a ver si con las presión mediática de la tele se daba el brazo a torcer, pero ahora que digamos, todos sus conocidos saben que tienen deudas entre ellos, van a querer resolverlo si o si, y no creo que con la sonrisa de Patricia al finalizar el programa fuese bastante.
Un saludo.
Buenas Jose, me ha hecho mucha gracia lo de tu madre, yo tambien tengo por costumbre pedir las cosas por favor y siempre doy gracias, lo suyo sería con la gente ajena a uno, porque los de casa las deberían dar por supuesto, pero a veces se cruza el cable y yo voy y en un alarde de educación trato de usted a mis padres con lo que me gano un tirón de orejas,jejeje, que se le va a hacer.
Un saludo Jose, ojalá a toda la gente no la importase ni pedir perdon, ni lo siento, ni análogos.
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