Cuevas de Viñayo.
La verdad es que no se porque me ha dado hoy por hablar de éste pueblo, porque ya hace dos años que toqué en él y no me había vuelto a acordar, salvo por la impresión que causó en mi acendrada y candorosa conciencia, pasados los primeros días desde el impacto.
La actuación tuvo lugar entrado el mes de Agosto, fue un año caluroso, lo recuerdo perfectamente, y un verano en el que las tormentas chafaron varias actuaciones, aunque en esta ocasión gozaríamos de buen tiempo. Este pueblo está sito al lado de la Madalena, los que me leéis de la zona seguro que lo ubicáis perfectamente. Como todos los pueblines de montaña, éste era muy bonito, un paisaje verdoso, un río que atravesaba el pueblo, una abrupta montaña de fondo, que hacían a uno recordar a Heidi y a su abuelo (de los demás personajes, salvo por una cabra, creo recordar que era una cabra, no me acuerdo).
Como veis todo lo referido al paisaje no tiene pega alguna, todo era maravilloso, paradisiaco, todo era calma y dicha en éste ignoto paraje…hasta que llegaron los músicos.
Habíamos dado un par de vueltas al pueblo, ni que decir que en cuanto a su longitud y anchura no era gran cosa, pero nosotros ávidos de ponernos a trabajar, para colocar el escenario, enchufar los cables, probar las luces y el sonido… enseguida nos habíamos puesto manos a la obra, “en busca del templete perdido”, que a pesar de lo pequeño que era el pueblo, no lo habíamos encontrado. Esto nos llegó a preocupar, si, para que negarlo. Habíamos llegado pronto para no tener esos problemas que tenemos nosotros y todos los músicos relacionados con el sonido y las luces, no sabéis, vamos ni os imagináis la presión que se puede llegar a alcanzar cuando se le ha echado a uno el tiempo encima, llega el momento de tocar, todavía no se ha terminado de montar, y tienes allí a todo el pueblo con ganas de marcarse un pasodoble…y empiezan los problemas, un teclado que no suena, una columna que raja, un foco fundido…y empiezan los nervios, a carreras por el escenario, tratando de paliar estas dificultades y que la gente no se ponga nerviosa, cuestión que en algunos pueblos se torna violenta, con el consiguiente peligro de ir a parar al pilón.
Pero nada, que el escenario no aparecía, por más que buscábamos y rebuscábamos, no lo encontrábamos, con lo que al bajar de la furgoneta me dispuse a realizar una llamada con mi móvil de última generación (de aquella lo era), mensajes multimedia y pantalla a color, al representante que nos había llevado a aquel paraje, que por cierto, hasta el momento allí no había aparecido ni el tato, un pueblo fantasma. Creía yo que esto no era difícil, hasta el momento había tenido cobertura en todos los sitios en los que habíamos estado, y no supuse que allí no la hubiera, pero nones, allí no había resquicio alguno de que mi móvil consiguiese contactar con otra terminal similar, y para colmo de males, quedaba por llegar uno de los componentes que ese día no estaba y había tenido que ir por su cuenta al pueblo, no terminaba de llegar, y temimos por su paradero, pues era el cantante y batería, como veis imprescindible en cualquier verbena que se precie, y llegar hasta éste ignoto pueblo para un desconocido, no es cuestión baladí.
Cuando toda esperanza de contacto estaba perdida, nos dio por entrar en una casa que había en el medio del pueblo, una casa al lado de un claro, que mas tarde nos enteramos de que se trataba de la plaza mayor, ejem, entramos porque estaba abierta, yo conocedor del mundo jurídico y sabiendo que mi conducta sería susceptible de subsumirse en un delito de allanamiento de morada, tipificado por nuestro egregio CP, me lo estaba haciendo encima, y mas sabiendo que en estas zonas su sistema de alarma consiste en una sacudida en toda la chepa, con una vara de madera de cerezo macizo, blandida por algún señorín que ve que le están usurpando su inmaculada intimidad. Pero no, mis temores eran infundados, cuando entramos vimos que se trataba de la casa del concejo, o casa del pueblo, o teleclub, como eufemísticamente le llaman en algunos parajes, y allí estaba una paisanilla con un micro conectado a una especie de gramófono, que luego nos enteramos de que se trataba del equipo de high fidelity del pueblo, ésta paisanilla ni se inmuto cuando entramos, seguía a lo suyo, ahí dándole a la manivela de un bingo manual (uhm¡¡reflexione, un garito de juego perverso e ilegal pasado por alto por nuestra omnipresente justicia…seguiré investigando), pensé que se barajaban cifras astronómicas en aquel antro de perversión simulado por estar al aire libre en el corral de la casa, pero mis temores se volvieron a disipar, al enterarme de que el premio era una pata de jamón y una cazuela agranatada de acero oxidable para cocer el puchero.
Tal era la impresión que causaban en nosotros aquellas personas, que apenas reparamos en un señorín que había en la parte derecha del corral detrás de una especie de barricada, era la tasca, con aire sonriente, y comenzó el diálogo, - ¿quieren algo? ¡¡Aquí tenemos de to!!- (menos cobertura pensé para mis adentros), -verá, somos los músicos-, -¡Ah, los músicos!, bien, bien, tomaros lo que queráis-, -no, es que ya andamos algo justos de tiempo y preferimos ponernos a montar el equipo-, -bueno, y ¿que problema hay? -, - es que no encontramos el escenario-, -¿¡cómo que no!? si está ahí afuera-, -eso no puede ser, afuera no hay nada- entonces el señor muy gustoso salió de su puesto y nos acompañó hasta el escenario, efectivamente el señor tenía razón, allí estaba el escenario, nosotros humanoides forjados en los hornos de la gran ciudad habíamos pasado desapercibido “algo” que había fuera, se trataba del carro, el carro municipal.
La reacción de mi compañero de grupo no se hizo esperar-¿¿¡¡pero esto que es!!??- el señor muy amablemente nos explico lo evidente, que se trataba de un carro, y porfió mi colega -¿pero no le había dicho por teléfono que nosotros no tocábamos en un carro y que en todo caso fuera muy grande?- y yo exclamé,- ¡¡Ah!!, ¿pero sabias que tocábamos en un carro?(indignado me hallaba)- y el señor nos explicó,- es lo que hay, es el carro municipal, yo soy el alcalde, es mi propio carro-, aquí a mi se me quitaron las ganas de decir al señor que vaya mierda de carro, pobre, parecía buena persona y estaba orgulloso de su mierda de carro.
Tras el diálogo comenzó el problema, pues no habían preparado nada mas y no quedaba otro remedio que tocar en el carro, y allí no cupía ni el bajista con su barra de micro, a todo esto llegó el otro componente con los nervios a flor de piel, había pinchado, se había perdido, no aparecía el puñetero pueblo en la guía Campsa…y le dimos la noticia, delante del alcalde, tenemos que tocar en el carro, en el carro municipal completé yo con toda la guasa e ironía que pude en el momento. Mi compañero bonachón él donde los haya, comenzó a jurar en hebreo…y llegamos a un acuerdo, tocaríamos en el suelo.
Aquí se me echó el mundo encima, yo persona joven, desconocedor de la vida y sus vicios, acostumbrado a los placeres de escenarios sólidos y robustos (bueno esto no es del todo exacto, ya os iré contando), no concebía la idea de tocar en el suelo, me parecía que estaba soñando todo aquello, me pellizqué, dije ¡¡ay!, me convencí de que no, no estaba soñando, aquello era real, tocaría en el suelo por primera vez, y hasta la fecha, por última vez.
Con lo que bueno, nos pusimos manos a la obra, la verdad es que por la tarde todo era maravilloso, todo muy verde, muy claro…ya os dije, y decidimos ponernos debajo de un árbol, vaya cobijo nos buscamos, y justo detrás del río, total si las cosas se ponían feas con saltar al vacío solucionado…pero llegó la noche. Aquel claro en el que montamos, y que a estas alturas de relato ya sabéis que era la plaza mayor, se tornó oscuro y frío, si bien, la tasca la sacaron para la calle e iluminaron la plaza con unas bombillas. Tuvimos buen baile, y vino gente de los alrededores, lo que me hizo olvidarme por un momento de todo lo que habíamos pasado, pero como digo, fue solo un momento, a medida que pasaba la noche y se tornaba mas frío el ambiente, comenzaba a animarse el otro mundo que convive con nosotros, el mundo animal, y claro, nosotros tocábamos justo debajo de un árbol, con lo que os podéis hacer una idea…me estuvieron cayendo bichos, bichitos y bichones durante toda la noche, a los pequeños como que no les daba importancia, a los medianos un poco mas, ya que no tenían otro sitio de donde aterrizar del árbol que encima de las teclas de mi piano, con lo que yo tenía que preocuparme por echar de mi territorio, además de tocar, a estos usurpadores, claro el batería lo tenía mas fácil, tan solo tenía que darles un palillazo (lo siento, si esto se puede considerar apología de la violencia, pues sea), pero yo les trataba de espantar con las manos y nada, allí que volvían, con lo que me estaban dando a mi la verbena, en vez de yo a ellos.
Se que llevo usando esta expresión durante todo el relato, pero que sepáis que no va a ser la última, cuando pensé que eso era todo y no podía ir peor, los bichos cambiaron de pista de aterrizaje, si, cambiaron las teclas del piano, que por lo menos me eran visibles, por mi cabeza, aquí empezó el show, las mozas del pueblo me miraban ávidas de sexo, y yo las devolvía la mirada con deseo, pero claro, cuando empezaron a caerme Ovnis en la cabeza, comencé a rascármela primero y cuando vi que insistían, cambié directamente a golpes, si, golpes, mientras tocaba un pasodoble y sonreía a las señoritas del pueblo, tenía que golpearme la cabeza para matar a esos parásitos o cuanto menos espantarlos de allí cuanto antes, me daba igual que la gente pensase que el teclista se había vuelto loco, o que para la vista de las mozas perdiese todo atractivo por no aguantar hieráticamente como me caían bichos y bichos.
Y cuando pensaba que no podía ir peor, ésta es la última, prometido, llegaron las fuerzas de asalto terrestre, si, no se que clase de bichos habitarían aquel pueblo porque ni me atrevía a mirar, pero según llegaron a mi pantalón lo note, yo tocaba tranquilamente, ya me había acostumbrado a los inquilinos de mi cabeza y me eran inmunes, pero esto fue demasiado, notaba como me trepaban los bichos por mi pierna, me estremecía de espanto, mientras tocaba daba saltos a ver si caían a la superficie, pero nada, trepaban y trepaban, con el consiguiente peligro de llegar a la zona P, si, mi pito. No podía soltar las manos del teclado, con lo que me veía mermado en la defensa de mi cuerpo, saltaba, agitaba las piernas, envestía mi cuerpo contra el piano, al final, menos mal, no llegó la sangre al río, y aquel bicho o lo que fuese me dejo tranquilo, cayó al suelo y se alejo de mi para siempre.
Esto es todo por hoy, espero que no os haya parecido un coñazo el relato, pero no pretendía haceros reír con él, solo narrar, sin ningún ápice de adorno, lo que me ocurrió aquel día, un saludo a tod@s.
La actuación tuvo lugar entrado el mes de Agosto, fue un año caluroso, lo recuerdo perfectamente, y un verano en el que las tormentas chafaron varias actuaciones, aunque en esta ocasión gozaríamos de buen tiempo. Este pueblo está sito al lado de la Madalena, los que me leéis de la zona seguro que lo ubicáis perfectamente. Como todos los pueblines de montaña, éste era muy bonito, un paisaje verdoso, un río que atravesaba el pueblo, una abrupta montaña de fondo, que hacían a uno recordar a Heidi y a su abuelo (de los demás personajes, salvo por una cabra, creo recordar que era una cabra, no me acuerdo).
Como veis todo lo referido al paisaje no tiene pega alguna, todo era maravilloso, paradisiaco, todo era calma y dicha en éste ignoto paraje…hasta que llegaron los músicos.
Habíamos dado un par de vueltas al pueblo, ni que decir que en cuanto a su longitud y anchura no era gran cosa, pero nosotros ávidos de ponernos a trabajar, para colocar el escenario, enchufar los cables, probar las luces y el sonido… enseguida nos habíamos puesto manos a la obra, “en busca del templete perdido”, que a pesar de lo pequeño que era el pueblo, no lo habíamos encontrado. Esto nos llegó a preocupar, si, para que negarlo. Habíamos llegado pronto para no tener esos problemas que tenemos nosotros y todos los músicos relacionados con el sonido y las luces, no sabéis, vamos ni os imagináis la presión que se puede llegar a alcanzar cuando se le ha echado a uno el tiempo encima, llega el momento de tocar, todavía no se ha terminado de montar, y tienes allí a todo el pueblo con ganas de marcarse un pasodoble…y empiezan los problemas, un teclado que no suena, una columna que raja, un foco fundido…y empiezan los nervios, a carreras por el escenario, tratando de paliar estas dificultades y que la gente no se ponga nerviosa, cuestión que en algunos pueblos se torna violenta, con el consiguiente peligro de ir a parar al pilón.
Pero nada, que el escenario no aparecía, por más que buscábamos y rebuscábamos, no lo encontrábamos, con lo que al bajar de la furgoneta me dispuse a realizar una llamada con mi móvil de última generación (de aquella lo era), mensajes multimedia y pantalla a color, al representante que nos había llevado a aquel paraje, que por cierto, hasta el momento allí no había aparecido ni el tato, un pueblo fantasma. Creía yo que esto no era difícil, hasta el momento había tenido cobertura en todos los sitios en los que habíamos estado, y no supuse que allí no la hubiera, pero nones, allí no había resquicio alguno de que mi móvil consiguiese contactar con otra terminal similar, y para colmo de males, quedaba por llegar uno de los componentes que ese día no estaba y había tenido que ir por su cuenta al pueblo, no terminaba de llegar, y temimos por su paradero, pues era el cantante y batería, como veis imprescindible en cualquier verbena que se precie, y llegar hasta éste ignoto pueblo para un desconocido, no es cuestión baladí.
Cuando toda esperanza de contacto estaba perdida, nos dio por entrar en una casa que había en el medio del pueblo, una casa al lado de un claro, que mas tarde nos enteramos de que se trataba de la plaza mayor, ejem, entramos porque estaba abierta, yo conocedor del mundo jurídico y sabiendo que mi conducta sería susceptible de subsumirse en un delito de allanamiento de morada, tipificado por nuestro egregio CP, me lo estaba haciendo encima, y mas sabiendo que en estas zonas su sistema de alarma consiste en una sacudida en toda la chepa, con una vara de madera de cerezo macizo, blandida por algún señorín que ve que le están usurpando su inmaculada intimidad. Pero no, mis temores eran infundados, cuando entramos vimos que se trataba de la casa del concejo, o casa del pueblo, o teleclub, como eufemísticamente le llaman en algunos parajes, y allí estaba una paisanilla con un micro conectado a una especie de gramófono, que luego nos enteramos de que se trataba del equipo de high fidelity del pueblo, ésta paisanilla ni se inmuto cuando entramos, seguía a lo suyo, ahí dándole a la manivela de un bingo manual (uhm¡¡reflexione, un garito de juego perverso e ilegal pasado por alto por nuestra omnipresente justicia…seguiré investigando), pensé que se barajaban cifras astronómicas en aquel antro de perversión simulado por estar al aire libre en el corral de la casa, pero mis temores se volvieron a disipar, al enterarme de que el premio era una pata de jamón y una cazuela agranatada de acero oxidable para cocer el puchero.
Tal era la impresión que causaban en nosotros aquellas personas, que apenas reparamos en un señorín que había en la parte derecha del corral detrás de una especie de barricada, era la tasca, con aire sonriente, y comenzó el diálogo, - ¿quieren algo? ¡¡Aquí tenemos de to!!- (menos cobertura pensé para mis adentros), -verá, somos los músicos-, -¡Ah, los músicos!, bien, bien, tomaros lo que queráis-, -no, es que ya andamos algo justos de tiempo y preferimos ponernos a montar el equipo-, -bueno, y ¿que problema hay? -, - es que no encontramos el escenario-, -¿¡cómo que no!? si está ahí afuera-, -eso no puede ser, afuera no hay nada- entonces el señor muy gustoso salió de su puesto y nos acompañó hasta el escenario, efectivamente el señor tenía razón, allí estaba el escenario, nosotros humanoides forjados en los hornos de la gran ciudad habíamos pasado desapercibido “algo” que había fuera, se trataba del carro, el carro municipal.
La reacción de mi compañero de grupo no se hizo esperar-¿¿¡¡pero esto que es!!??- el señor muy amablemente nos explico lo evidente, que se trataba de un carro, y porfió mi colega -¿pero no le había dicho por teléfono que nosotros no tocábamos en un carro y que en todo caso fuera muy grande?- y yo exclamé,- ¡¡Ah!!, ¿pero sabias que tocábamos en un carro?(indignado me hallaba)- y el señor nos explicó,- es lo que hay, es el carro municipal, yo soy el alcalde, es mi propio carro-, aquí a mi se me quitaron las ganas de decir al señor que vaya mierda de carro, pobre, parecía buena persona y estaba orgulloso de su mierda de carro.
Tras el diálogo comenzó el problema, pues no habían preparado nada mas y no quedaba otro remedio que tocar en el carro, y allí no cupía ni el bajista con su barra de micro, a todo esto llegó el otro componente con los nervios a flor de piel, había pinchado, se había perdido, no aparecía el puñetero pueblo en la guía Campsa…y le dimos la noticia, delante del alcalde, tenemos que tocar en el carro, en el carro municipal completé yo con toda la guasa e ironía que pude en el momento. Mi compañero bonachón él donde los haya, comenzó a jurar en hebreo…y llegamos a un acuerdo, tocaríamos en el suelo.
Aquí se me echó el mundo encima, yo persona joven, desconocedor de la vida y sus vicios, acostumbrado a los placeres de escenarios sólidos y robustos (bueno esto no es del todo exacto, ya os iré contando), no concebía la idea de tocar en el suelo, me parecía que estaba soñando todo aquello, me pellizqué, dije ¡¡ay!, me convencí de que no, no estaba soñando, aquello era real, tocaría en el suelo por primera vez, y hasta la fecha, por última vez.
Con lo que bueno, nos pusimos manos a la obra, la verdad es que por la tarde todo era maravilloso, todo muy verde, muy claro…ya os dije, y decidimos ponernos debajo de un árbol, vaya cobijo nos buscamos, y justo detrás del río, total si las cosas se ponían feas con saltar al vacío solucionado…pero llegó la noche. Aquel claro en el que montamos, y que a estas alturas de relato ya sabéis que era la plaza mayor, se tornó oscuro y frío, si bien, la tasca la sacaron para la calle e iluminaron la plaza con unas bombillas. Tuvimos buen baile, y vino gente de los alrededores, lo que me hizo olvidarme por un momento de todo lo que habíamos pasado, pero como digo, fue solo un momento, a medida que pasaba la noche y se tornaba mas frío el ambiente, comenzaba a animarse el otro mundo que convive con nosotros, el mundo animal, y claro, nosotros tocábamos justo debajo de un árbol, con lo que os podéis hacer una idea…me estuvieron cayendo bichos, bichitos y bichones durante toda la noche, a los pequeños como que no les daba importancia, a los medianos un poco mas, ya que no tenían otro sitio de donde aterrizar del árbol que encima de las teclas de mi piano, con lo que yo tenía que preocuparme por echar de mi territorio, además de tocar, a estos usurpadores, claro el batería lo tenía mas fácil, tan solo tenía que darles un palillazo (lo siento, si esto se puede considerar apología de la violencia, pues sea), pero yo les trataba de espantar con las manos y nada, allí que volvían, con lo que me estaban dando a mi la verbena, en vez de yo a ellos.
Se que llevo usando esta expresión durante todo el relato, pero que sepáis que no va a ser la última, cuando pensé que eso era todo y no podía ir peor, los bichos cambiaron de pista de aterrizaje, si, cambiaron las teclas del piano, que por lo menos me eran visibles, por mi cabeza, aquí empezó el show, las mozas del pueblo me miraban ávidas de sexo, y yo las devolvía la mirada con deseo, pero claro, cuando empezaron a caerme Ovnis en la cabeza, comencé a rascármela primero y cuando vi que insistían, cambié directamente a golpes, si, golpes, mientras tocaba un pasodoble y sonreía a las señoritas del pueblo, tenía que golpearme la cabeza para matar a esos parásitos o cuanto menos espantarlos de allí cuanto antes, me daba igual que la gente pensase que el teclista se había vuelto loco, o que para la vista de las mozas perdiese todo atractivo por no aguantar hieráticamente como me caían bichos y bichos.
Y cuando pensaba que no podía ir peor, ésta es la última, prometido, llegaron las fuerzas de asalto terrestre, si, no se que clase de bichos habitarían aquel pueblo porque ni me atrevía a mirar, pero según llegaron a mi pantalón lo note, yo tocaba tranquilamente, ya me había acostumbrado a los inquilinos de mi cabeza y me eran inmunes, pero esto fue demasiado, notaba como me trepaban los bichos por mi pierna, me estremecía de espanto, mientras tocaba daba saltos a ver si caían a la superficie, pero nada, trepaban y trepaban, con el consiguiente peligro de llegar a la zona P, si, mi pito. No podía soltar las manos del teclado, con lo que me veía mermado en la defensa de mi cuerpo, saltaba, agitaba las piernas, envestía mi cuerpo contra el piano, al final, menos mal, no llegó la sangre al río, y aquel bicho o lo que fuese me dejo tranquilo, cayó al suelo y se alejo de mi para siempre.
Esto es todo por hoy, espero que no os haya parecido un coñazo el relato, pero no pretendía haceros reír con él, solo narrar, sin ningún ápice de adorno, lo que me ocurrió aquel día, un saludo a tod@s.
4 Comments:
Ubico el lugar, como no podía ser de otra manera, y no me extraña nada todo lo que cuentas. En el pueblo de mi padre han evolucionado bastante... ya no ponen sólo como templete un carro municipal, ponen dos. Pero claro, es que en La Cepeda debe de ser que hay más carros que en esta nuestra Montaña Central.
Lo de los bichos, una de las evoluciones de la Ley de Murphy es que cuando tengas las dos manos ocupadas, inexorablemente comenzará a picarte todo.
Y lo de la falta de cobertura, no es extraño en muchos puntos de esta zona en la que me ha tocado habitar, porque en Santa Lucía de Gordón, por ejemplo, si tienes movistar tienes que llevarte la cobertura en un bote de mermelada, porque por los repetidores no te va a llegar... Y así en la mitad de los pueblos, cito este porque es relativamente grande, y porque mi novia vive en él y me jode no poder llamar más que desde el fijo.
Un saludo.
Buenas Roberto, ante todo, mil perdones por haber tardado tanto en contestar, pero ya sabes que el tiempo, ese preciado bien, se nos agota a todos.
Ya sabía yo que ibas a ubicar ese lugar jejejeje, la verdad es que nosotros no cabemos ni en tres carros, pero se ponen cabezones y nada, cualquiera les dice nada, mas sabiendo que el rio pasa por detrás de nosotros y que casi todos los pueblos albergan un artilugio malefico para los musicos llamado pilon, a donde no he tenido todavia la fortuna de ir a parar y si la suerte me acompaña espero no catarlo nunca.
Comparto plenamente el pensamiento Murphiano, de verdad, si algo de por si ya esta mal, sin duda se pondrá peor, mas en la vida de musico, de por si mal avenida, jejeje.
En cuanto a lo de la cobertura, no lo exprese en el post, pero para tener tan solo una raya de cobertura había que andar dos kilometors monte arriba en el pueblo, hasta una curva de la ladera de la montaña, y ya ahí algo podias conseguir, si no , nada de nada, me estraña que en el pueblo de Patri todavia no se hayan puesto al orden en el tema de la cobertura teniendo internet y todo, aunque no se si ya les habrán puesto banda ancha, cosas diputacionales, ya sabes, jejeje.
Un saludo.
mi nombre es Silvia Viñayo, vivo en Argentina. Mi abuelo era español de Leòn y bueno como veran su apellido era Viñayo. Yo no tengo datos pero se por su boca que el pueblo en el cual habìa nacido era Viñayo, por lo tanto este puede ser el lugar de nacimiento de abuelo. Mi direcciòn de correo es silviavinayo@hotmail.com me gustaria si alguien pudiera hacerme llegar informaciòn de este pueblo me la mandara. gracias
Creo que no quedo muy clara mi direcciòn de e-mail por eso la vuelvo a pasar silviavinayo@hotmail.com
Por favor si alguien tiene informaciòn pasenmenla datos geogràficos, històricos como cuando se fundò . Besos. Silvia Viñayo- Lanùs. Bs.As- Argentina
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