Jam Session

Política, literatura, sociedad, música

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En plena incertidumbre general, y de la particular mejor no hablamos, tratando de no perder la sonrisa...

09 mayo 2008

La eterna guerra.

Ciertamente, hay cosas que sólo pasan en España. Dónde si no. Tantos años han estado las mujeres bajo el yugo masculino, para unos por influjo directo de los pasajes bíblicos, y para otros por arraigo genético y costumbrista cañí, que nuestras queridas mujeres se han armado un pequeño lío conceptual. Y quizá algún que otro hombre. Qué se le va a hacer, aquí estamos para echar una mano a lo/la que haga falta. Sólo faltaría.

La confusión tiene lugar en el significado dado al término machismo, tan denostado en los tiempos que corren. La Real Academia lo define como “actitud de prepotencia de los varones respecto de las mujeres”. Y la prepotencia es “el abuso de poder o hacer alarde del mismo”. Es decir, el machismo es el sometimiento de la mujer por el hombre. Todo aquello que se salga de este significado claro y conciso es un error. Una equivocación. Una melonada.

Por supuesto la persona de a pie, desgraciadamente, no lleva consigo un diccionario allá donde va. Preferiblemente el de la Real Academia de la Lengua o el Maria Moliner, como petulantemente nos aconsejaba “la Toñi”: una antigua profesora de literatura que, supongo que por cariño a sus alumnos, nos deleitaba llegada esta época del año con un generoso surtido de transparencias. Toñi era una mujer culta, de trato adusto y un pésimo gusto por la lencería; la cual, como les cuento, exhibía sin rebozo. Además, Toñi era progresista. Nos recomendaba El País, ver el telediario de la segunda cadena, además de sus documentales, y leer a Suso de Toro. Desafortunadamente, a medida que he ido creciendo me ha dado por el ABC, El Mundo y por criticar al señor que juega con las palabras, sus cejas y el bolsillo de todos los españoles. Me habré ido degenerando.

Pero les estaba hablando del machismo: ese lastre sufrido por los de mi sexo. Desde que el PSOE aprobó la Ley Orgánica 1/2004 de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, ley que conculca el artículo 14 de nuestra Carta Magna y que condena al hombre al mírame y no me toques per saecula saeculorum, el hombre, en general, ya no dice ni esta boca es mía. Y hace bien, porque ambos sexos, frente a la ley, ya no están en igualdad de armas. O, mejor dicho, de condiciones.

Esta mañana he mantenido una larga y apasionante charla con un compañero de carrera. Un gran amigo. Una de esas personas que sólo por haberlas conocido ya merece la pena haber pasado por la universidad. Pero tiene una pequeña pega: es un acérrimo defensor de la causa femenina. No digo que no se defienda a la mujer, pero sí, que se haga cuando hace falta; más aún, cuando lo merece. Dar a la mujer más impulso del que ya le dan la sociedad, las leyes y la inercia de las circunstancias me parece a mí echar piedras sobre el propio tejado. Una cosa es que seamos una sociedad machista de tradición, se evolucionará, paciencia, y otra, que ahora nos volvamos unos feministas, que es igual de estúpido, porque está de moda. Y es muy chic y muy progre y muy fetén, o sea.

Como expliqué a mi compañero he pasado por eso -él también, claro- que los planes de estudio denominan ESO. Proporción, en mi caso particular, de sexos: tres hombres y el resto, unas treinta, mujeres. Por el Bachillerato: siete hombres y el resto, cerca de treinta, también mujeres. Universidad: aproximadamente una quincena de hombres, por unas sesenta mujeres (en cualquier caso una promoción chica; lo que da una idea de lo “saturados” que están los llamados estudios superiores en este momento). Además de este panorama numérico, las mujeres acaban antes y con mejores resultados sus estudios, y están mejor valoradas, pese a lo que se diga, que los hombres. Se las considera más listas y trabajadoras, y, sinceramente, lo son.

Entonces, viendo esta situación, ¿ustedes creen de verdad que las mujeres además necesitan medidas de discriminación positiva (apoyo legislativo favorable) para lograr igualdad de oportunidades? Sinceramente, no. Se ha producido un vuelco. El futuro se ha decantado claramente en su favor. Y llegará el día, en que el sexo verdaderamente discriminado seamos los hombres.

La mujer ya no necesita casarse por necesidad para encontrar un sustento, como en los viejos tiempos se hacía. Ni se casan exclusivamente para procrear tanto como conejos, sea dicho con todo el respeto. Antaño, la mujer soltera era señalada con ese cliché peyorativo:”quedarse a vestir santos”; hogaño, es incluso más valorada que la mujer casada ya que, en teoría por supuesto, tiene menos posibilidades de quedarse embarazada y, por ende, posibilita su perpetuación ininterrumpida en la población activa.

Todo este cúmulo de circunstancias me ha llevado a defender la condición de hombre, casi con uñas y dientes; dialécticamente hablando, por supuesto. Pues se ha llegado a una situación un tanto estrambótica, disparatada, absurda. Anda suelta por el sur de España una asociación, altamente dañina para el habla común, llamada jóvenas; la misma defiende la existencia futura de palabras tales como miembra o marida, dado que consideran claramente machista el uso ordinario de estos términos. Tranquilícense, no voy a profundizar en el asunto; pero, sin duda, asistimos a la decadencia del instinto femenino.

Claro, con este panorama, cualquiera se atreve a llamar guapa por la calle a una señorita. Si no hay agresión física directa cuenten con un mínimo de machista, insensible o cretino en adelante. Tanto han querido depurar conductas verdaderamente dañinas que se les ha ido la mano y ahora el hombre común, especie cohibida donde las haya, no se atreve a decir ni un buenos días por miedo a ser imprecado. Deberían haber exigido respeto; pero, ciertamente, han conseguido que se les tenga miedo. Y por supuesto, conste que no me estoy refiriendo a las víctimas de delitos de Violencia de Género, que sufren en su persona todo tipo de vejaciones y maltratos a cargo de enfermos mentales (que es lo que realmente son sus parejas). En cualquier caso, alguna se quejará de ciertas conductas caídas en desuso. Estamos como para hablar. Ahora, que empezaba a comprenderlas…