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En plena incertidumbre general, y de la particular mejor no hablamos, tratando de no perder la sonrisa...

18 mayo 2008

Vida que no se detiene.

Esta semana se ha celebrado la festividad del Padre Coll, el apóstol que nos guía, como, si no recuerdo mal, rezaba la cantinela de su himno. Como ustedes saben pocas son las ocasiones en que un Santo, aun con el sobrenombre de padre, tiene cabida en este blog. El motivo fundamental de este atrevimiento, de esta osadía, de esta desfachatez, radica en que este padre dominico y decimonónico fue el fundador del colegio Dominicas. El colegio que creó el sujeto al que ustedes, muy de vez en cuando, leen.

Las fiestas del Padre Coll tenían algo especial, como esa característica tan hermosa de la que se disfruta al mirar a la chica de tus sueños, y que en ojos de cualquier otra persona sana es, precisamente, lo que la hace fea. Estas fiestas, decía, estaban rodeadas de un aura un tanto misteriosa; pues obraba prodigios en esas beatíficas y vivarachas criaturillas conocidas comúnmente con el nombre de monjas, hermanas, madres, esposas de cristo y no sigo. Si me permiten el inciso, existía, antañazo, la creencia popular de que la vocación religiosa en estas pías mujeres de Dios les llegaba tras su primer encuentro con un hombre; incluso en algún caso, tales eran sus bellezas distraídas, la llamada les llegaba mucho antes de este encuentro.

Llegadas estas fechas, algo se removía en la quietud de estas almas puras, cándidas y limpias. Este desasosiego temporal, que no había Dios que lo aguantase, era transmitido indirectamente a sus alumnos. Esos buenos muchachos que asistían a sus clases a diario con la dichosa esperanza de ser alguien el día de mañana. Alguien, por supuesto, respetable: con una mujer, una parejita de niños correteando por el jardín, un perro y quizás un blog; ya saben, todas esas cosas que colman la felicidad llana del hombre. Y conste que no he mencionado el sexo; aun sabiendo que, este último, podría sustituir la lista íntegramente.

El momento más importante de las fiestas del colegio era la verbena del viernes por la noche. Es verdad, que mi época ya no es pródiga en bailes. Que a la mujer de tu vida, no vas a conquistarla marcándote un pasodoble con ella en la plaza del pueblo. Que esa mujer, de existir, no va a conquistar a su hombre susurrándole al oído que le salen unas croquetas de Bacalao que quitan el hipo. Pero aun así, el baile, sigue siendo el baile.

Llegado el esperado día, los muchachos sólo teníamos una cosa en la cabeza: conquistar a la chica más guapa, seguro que más tonta, y probablemente más golfa, de la clase. La cuestión, para el sexo masculino, tenía ribetes de trofeo. Cuestión, evidente, sumamente molesta para las féminas; pues todas las chicas tienen una época en su vida en que se sienten princesas y, como tales, buscan a alguien de su mismo rango, aunque éste, ni siquiera presente telediarios.

Me han venido a la memoria estas ráfagas de pasado viendo a mi hermano acicalándose para el referido evento. ¡Qué rápido pasa la vida!, he pensado fugazmente cuando me dirigía a la habitación en busca de un compacto de Frank Sinatra, para escucharlo en el fondo de mi conciencia, mientras digería la trama de Asesinato en el Orient Express. Una lectura, por cierto, deliciosa. Parece que fue ayer cuando yo mismo me reflejaba en ese espejo para la misma verbena. Con el mismo porte caprichoso y arrogante de pavo, inequívoco signo de mi ignorancia respecto a la vida. Un año de espera. Un año regalando caramelos, miraditas y tirones de pelo a esa chica que creías puesta por la divina providencia sólo para ti. Es decir, lo mismo que pensaba, probablemente, el resto de varones de la clase.

Desgraciadamente, el hombre no se hace sólo desde su cuna. La piña social forma pensamientos y personas y vidas y, también, las deshace. El hombre dentro de la sociedad pierde su razón de ser. Su auténtica propiedad. De lo que verdaderamente está hecho. Su esencia, imperceptible, a veces, incluso por uno mismo. Y se trueca en marioneta de marionetas. Y no vive.

Corolarios aplicables: "que buenas son las hermanas dominicas; que buenas son, que nos llevan de excursión" (dulce cantinela sarcástica).“Antes o después, llega siempre un momento en el cual estás obligado a elegir y a partir de ese instante sabrás para el resto de la vida quien eres verdaderamente”. Joan Queralt. Pasen buena semana, gracias por leerme.


2 Comments:

Blogger shin chan said...

Que diferente se ven las cosas desde la distancia del tiempo.

viernes, 23 mayo, 2008  
Blogger Javi said...

Es verdad Shin (o Roberto, para los amigos); precisamente, el otro día me comentaba una compañera de oposición como flipábamos en su momento con El equipo A, el coche fantástico, Mc giber... y lo cutres que nos parecen en esta "segunda vuelta". Sinceramente, me quedo con la visión de antaño. Uno va viendo perder encanto a las cosas con el paso del tiempo.

Buenas noches, Roberto.

viernes, 23 mayo, 2008  

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