La importancia de llamarse Ernesto

Camisetas, pulseras, hebillas, tatuajes en zonas más o menos íntimas, libros más o menos buenos, ahora, también películas. He ahí su reminiscencia. Su realidad.
Permítanme la digresión. Hay dos disciplinas que me repatean. La razón: creen tener respuestas para todo. Aunque es curioso que, en última instancia, tampoco sirvan de mucho. Una es la economía. No hay suceso que se escape a sus tentáculos. Jamás he escuchado a los economistas reconocer su culpa, que no tenían razón. Sin embargo, cuando llegan cambios de ciclo, como pomposamente los denominan, y, entonces si que es necesario que hablen y aporten soluciones, en vez de soltar pendejadas, se callan. No aparecen. Sólo se escucha, si es que es posible, su silencio. La otra disciplina es la sociología. Disciplina que se desmorona cual castillo de naipes cuando han de afrontar casos concretos. Pero en fin. Las especialidades, en nuestros tiempos, sirven, sobre todo, para no mantenerse callado, aunque, como digan en mi tierra, se esté mucho más guapo:
"Ya no interesan los héroes de una pieza, son los personajes ambiguos los que atraen a las nuevas generaciones".
"La imagen del Che forma parte del santoral interclasista posmoderno de muchos jóvenes, junto a otras celebridades que funcionan como iconos románticos. Pero no creo que sea capaz de movilizarlos hacia la izquierda. Las cosas han cambiado mucho y los héroes actuales de la juventud ya no son de una pieza, les interesa más la ambigüedad moral. Ahí está Darth Vader, el lado oscuro de la fuerza”. (Respecto a la negrita: ¡madre, madre!).
Sobre los jóvenes occidentales: "no creo que pueda interesarles nada de cuanto tenga que ver con la guerrilla y con ideas de la vieja izquierda tradicional. Están más próximos a los movimientos antiglobalización o a las ideas ecologistas”.
Podría tratarse de Suso de Toro, pero es Enrique Gil Calvo, sociólogo, y pensador a la postre.
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