Jam Session

Política, literatura, sociedad, música

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En plena incertidumbre general, y de la particular mejor no hablamos, tratando de no perder la sonrisa...

07 septiembre 2008

Leyendo el blog de Quiñonero, estupendo, por cierto, me encuentro con esta fantástica viñeta del dibujante Máximo:

Fabulosa, aun sabiendo lo extraordinariamente difícil que es callar y escuchar las opiniones ajenas. Así como apartar nuestra infatigable y molesta locuacidad. Y, simplemente, aprender del otro. Saber que no sabemos todo. Vivimos con la convicción de tener siempre la razón. Sobre cualquier tema. Y la defendemos a capa y espada. Inamovibles en nuestra postura. Entonces, ¿para qué discutir?, e incluso ¿para qué hablar?

Una de las máximas que me acompañan en esta vida desde hace algunos años, y que aprendí en el blog de Benito Peral, no me cansaré nunca de enlazarlo, expresa una postura a adoptar en nuestras relaciones sociales verdaderamente encomiable: “tenemos dos oídos y una boca, pues escuchemos dos veces, y hablemos una”. Sabia la naturaleza. Pero claro, esto es verdaderamente complejo. Existe una creencia implícita, arraigada en el costumbrismo español, de la que ya daba buena cuenta Larra en sus artículos, consistente en que dar la razón al otro implica tácitamente demostrar la ignorancia propia. Como consecuencia, y en un alarde de estulticia sin precedente en ninguna otra parte del orbe, defendemos cerrilmente todo aquello que sentimos que resta credibilidad o valor a nuestras opiniones, cuando, en realidad, lo que sucede es que las refuerza o enriquece. Creo que es a Leonardo di Ser Piero da Vinci a quien se atribuye aquello de “quien de verdad sabe de qué habla, no encuentra razones para levantar la voz”. De haber nacido en nuestra querida tierra, es bastante probable que esas palabras jamás hubieran salido de su boca. Y tengamos en cuenta que Leonardo no era, precisamente, un dechado de educación. Era un genio. Un ser magnífico. Y, como tal, mostraba su desdén a muchos de sus coetáneos, como al gran Miguel Ángel, de cuyas desavenencias se hace eco un ensayo biográfico sobre el genio que leí ya hace tiempo, intitulado El vuelo de la mente, de Charles Nicholl, y que les recomiendo encarecidamente.

La idea de esta entrada me la ha dado el último post de Juan Cruz, y su siempre sensible pluma. Enlazo el texto entero, pero no me resisto a transcribirles un par de frases a tener en cuenta: “la verdad no tiene dueño”; “dentro de todo sí hay un pequeño no, y dentro de todo no hay un pequeño sí”. Espero que les sean de provecho, a mí, estas cosas, siempre me sirven. Buenas tardes. Y gracias por leerme.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

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miércoles, 16 enero, 2013  

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