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-Hombre, Javier, qué derroche de tinta el post de hoy.
-El buen entendedor no la necesita.
-Tengo en casa una silla igual.
-Siempre me ha parecido usted un hombre muy profundo.
-Hay quien lleva el alma en la superficie; quizá busca en el lugar equivocado.
-Casualmente, eso mismo, me lo llevo preguntando toda la vida.
-¿Y la entrevista del otro día?
-Dragó y Jodorowsky. Fumar en pipa, que dice mi padre.
-¿Le ha dado ahora por el esoterismo?
-Quite, quite, eso fueron vicios de juventud, nada importante.
-¿Entonces?
-La vi en directo; me impacto. Luego leí el libro. Tenía poco gas. Dosificó, supongo.
-No diga sandeces, Javier; le tenía por hombre juicioso. Se trata de un montaje.
-Ah, hombre de poca fe. Esas lágrimas; ese inexplicable efecto taumatúrgico…
- No frecuenta usted el teatro.
-Y luego están Freud, Jung… siempre me han tirado mucho.
-Tal vez demasiado.
-Tal vez, claro.
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