Jam Session

Política, literatura, sociedad, música

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En plena incertidumbre general, y de la particular mejor no hablamos, tratando de no perder la sonrisa...

16 enero 2009

Querido diario

Lunes, 5 de Enero. Aún seguimos en Navidad. Pero ya queda menos. La navidad, este año de crisis, ha sido menos Coca Cola, menos Corte Inglés e incluso menos San Nicolás. Las endebles nociones aritméticas de los querubines españoles, han dado a bien en llegar a la conclusión de que tres regalan más que uno. Benditas, pues, sean las matemáticas. Por otra parte, quiero reconocer que mi habitual anémica hipotaxis cuando me dirijo por escrito a gente importante, como a sus majestades los Reyes Magos de Oriente, ha sido uno de los motivos fundamentales para que este año hayo dado por bueno el descuidado olvido de no echar mi epístola a tiempo. En la estafeta de siempre. Con los burócratas de siempre. Y su risueño ideal de vida reflejado en su cara de cada mañana.

La noche ha estado bien. Aunque no he notado diferencia con otras, igual de oscuras, igual de frescas, igual de largas. Los años pasan, y no hallo motivo alguno por el que el hombre, en sus continuas búsquedas, se esfuerce tanto por encontrar en la oscuridad lo que no ha sido capaz de ver a la luz del día: es esa extraordinaria capacidad humana consistente en poder ver con los ojos cerrados, despreciando, casi aristocráticamente, lo que observa con ellos abiertos.

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Martes, 6 de Enero. La llamada Noche de Reyes ha durado casi hasta las 8 de la mañana. Uno ya no está para estos trotes. Y hay, incluso, a quien le ha durado más. He pasado la mitad del día en la cama. Y por gusto y por ganas, pasaría la otra mitad. Solo, que ya saben que es mucho mejor que mal acompañado.

No sé si es éticamente correcto cogitar sobre si mi sobrino de cuatro años es un caso peculiar de sobrino de cuatro años. Los Reyes le han traído muchos regalos. Muy caros, todos. Y muy grandes, por supuesto. En mis tiempos, mi patológico insomnio la Noche de Reyes, causado por el inmisericorde azuce de mis hermanas asegurando con gran énfasis el oscuro color que tendrían mis presentes ese año por haber sido, en su opinión, un chico muy, muy malo, era, en mi casa, la tradicional y fenomenal gracia navideña. Pero las navidades, como la vida, pasan a un ritmo frenético. Mi querido sobrino recibe regalos, mimos y múltiples atenciones los 365 o 366 días del año. Le da sombra una banqueta, pero esta cuestión, que amilanaría un alma desvencijada, no es obstáculo para que a diario exija un juguete, una chuche o un premio a su juicio muy merecido. Como consecuencia de este empacho cotidiano de pequeñas alegrías, por supuesto, la criaturilla no difiere las navidades de otra época cualquiera. Dicen los profetas, los sabios, los hombres versados en alta filosofía que sólo los necios confunden valor y precio. Hay que decir a esos sabios que de igual forma actúan los niños: como se sabe, criaturillas que aún no han desarrollado la inteligencia necesaria para jugar con las palabras en vez de golpearse con ellas. Otra frase que mi depauperada memoria no me permite recordar de donde puede haber salido, aunque mi intuición, más pesada que ligera, me dice que la pronunció sin duda alguna una mente lúcida. Y si le quitan el acento, a lo mejor, la ironía también vale.

Este artículo de Ignacio Camacho, bien vale una misa.

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Miércoles, 7 de Enero. Y la caraja navideña que no cesa. En el parque de mi barrio siguen sonando villancicos. Mi madre, en la bandeja sobre la que normalmente reposan las pastas del café, mantiene, gallardos, los polvorones. La gente tarda aproximadamente un año en quitarse el tradicional y festivo empacho. Justo, cuando comienza el siguiente. Mañana tengo preparador. Debería estudiar. Qué coño: ¡debería haber estudiado!

En este día tan poco señalado, los operarios del consistorio de mi pequeña ciudad, ya deberían haber empezado a quitar de las calles las luces navideñas. Claro que para eso antes deberían haberlas puesto. Aunque, bien pensado, quizá tenga sus ventajas pasar las navidades y la crisis y la gestión municipal, provincial, autonómica y estatal a oscuras.

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Jueves, 8 de Enero. Salí de casa con la sonrisa puesta, hoy me he levantado contento de verdad.

Estoy y por tanto soy muy feliz. Este año, después de las navidades: ¡no me han salido tetas!

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Viernes, 9 de Enero. Las chicas de la esquina ríen con picardía, yo sé que es lo que quieren y se lo voy a dar.

Vísperas, ¡otra vez!, de fin de semana.

Este artículo, de Carlos Ortega, vale, por lo menos, otra misa.

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Sábado, 10 de Enero. Ha hecho una tarde estupenda. He salido a dar un paseo. Me encontré con un vecino del barrio padre de un hijo futbolista que jugó en el Oviedo, en el Mallorca, en el Atlético de Madrid, en la Selección Española y que incluso, antes de fichar a Michel Salgado, estuvo a punto de ficharlo el equipo que preside ese señor del que a las horas que les escribo estas líneas, todo parece indicar que, por fin, y con todo merecimiento, alea jacta est. Más tarde me he encontrado con mi antiguo profesor de Derecho Romano. Estuvimos charlando un rato. Me comentó que yo tenía un preparador extraordinario; nada nuevo, dudo que haya muchos julistos en toda España que le lleguen a la altura de los tobillos. También me dijo que un hijo suyo comienza el camino a jurisconsulto, que es como llamaban los romanos a quienes hoy proporcionan defensa técnica en las causas o litigios. “Al terminar la carrera, ustedes serán expertos en leyes”. Creo recordar que decía a sus alumnos ese mismo profesor cuando me sentaba en aquellos incómodos asientos de la facultad. Je, qué gracia, uno aprende con los años que llamarle sabio y experto a alguien en lo que sea, y en los tiempos que corren, sale tela barato. Se despidió de mí, causando en mi frágil persona cierta perplejidad, agradeciéndome que le hubiese saludado. Y no es el único. Me pregunto cómo acostumbrarán a saludar a los profesores sus antiguos discentes, aunque impartan, o sobre todo por eso, el famoso Derecho Romano. Por lo demás, ¿qué alumno de leyes, en un momento dado, no se ha ciscado en el Digesto?

Hummm, siempre la noche. El final de las fiestas ha vendimiado a mis amigos. Sólo quedamos, para cuestiones de lo que el personal llama timba, farra y desfase, dos. Y, por supuesto, dos que salimos. Notamos poca gente, poco ambiente. Tanto, al parecer, como dinero en sus bolsillos. Un hombre alto, grande y solitario repartía tarjetillas de colores. Nos dió una. Y la leímos: 2 x 5. Me tradujo la oferta mi amigo, que por las noches, y sobre todo con las mujeres, es filológo: “¡dos copas cinco euros!, Javi”. Bien está, dije, recordando el telediaerio del día. A pesar del cebo, nos dirigimos a otro sitio: Casa Benito. No sé si llamarla taberna o cantina. A veces los nombres quedan grandes a sus propietarios: nomen est omen, que decían los patricios, los plebeyos e incluso los romanos. Salimos de Casa Benito sin encontrar reposo nuestras posaderas, sosiego nuestro espíritu ni dicha nuestra mirada. Volvimos a encontrarnos al hombre alto, grande y solitario de antes que, por supuesto, ya no se acordaba de nosotros. Nos dio otra tarjetita. Ésta distinta: 4 x 10, rezaba ahora. La noche, entre tarjetitas, se fue como había llegado: ¡son todas iguales!

Las personas creen que las crisis dicen adiós en las fiestas, pero sólo es un hasta luego. Las mujeres, en cambio, suelen dar un uso lingüístico distinto a sus despedidas: sepan que he estado a punto de decir lengüístico, menos mal que uno tiene estudios.

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Gran parte de esta semana la he pasado en la cama. Un poco acatarrado. Mentiría si dijese que tengo algo que contarles de ella: mi cama nunca ha dado mucho juego.

PD: supongo que ya habrán echado un vistazo a la nueva edición digital de El Mundo, ¿no?; una maravilla. Qué gran placer disfrutar a diario, cual lonja gallega, del marisco de Raúl del Pozo. Esta semana se quejaba, no obstante, el puntilloso Arcadi Espada de que la Carta dominical de Pedro J. había que esperar a leerla hasta las doce del mediodía del día siguiente. Quia, Arcadi: yo esperaba hasta las doce del mediodía del domingo siguiente. Y con eso ya adelanto, o confieso, lo que hacía con Del Pozo. En fin, buen fin de semana, muchas gracias por leerme y hasta una próxima entrega.