Jam Session

Política, literatura, sociedad, música

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Lugar: León, Spain

En plena incertidumbre general, y de la particular mejor no hablamos, tratando de no perder la sonrisa...

31 mayo 2010

Los de siempre, lo de siempre, hasta siempre, como siempre

Impuestos: políticamente incorrectos, socialmente indeseables, de filiación indeterminada. Se grava el consumo, se grava el ahorro, y ahora el pueblo, con ingenua intención, pide que se grave a los banqueros, grandes beneficiarios en la época del desmadre. Preguntados al respecto los ilustres economistas: malas caras, risas sardónicas, actitud complaciente con los poderosos bribones. Sacan a la luz la socorrida incidencia del impuesto, pero no la explican: ¿en forma, tal vez, de una mayor contracción del crédito? Venga hombre. Y alegan, manifiestan, exponen, argumentan que sería como gravar más a un buen médico por hacer bien su trabajo y haberse enriquecido con él. Y que sería como gravar más a un buen abogado por defender bien a su cliente y haberse lucrado nada obscenamente con él. Olvidando, no sé si por descuido gremial o Alzheimer corporativo, que con lo que se benefician estos señores no les pertenece: debería estudiarse, pues, en el ámbito respectivo, esta llamativa disponibilidad libertina.


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Relatividad: dícese de cuando se tiene en cuenta el resultado de los sondeos, despreciándolo a capricho, con mohines y pucheros de disgusto, cuando no gusta y desde luego no conviene.


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Preocupado por hacer frente a la crisis y porque su zarpazo no merme sus rebosantes bolsillos cuida de su negocio igual o mejor a como un día habría querido cuidar de sus hijos. De aspecto huraño, taimado y poco simpático recibe a sus numerosos clientes con los ojos abiertos y la despensa cerrada. Hubo una época en la que estaba penado no cenar en su tasca, y resultaba caro, extravagante y penoso sentarse a comer en casa. A una caña pelada la acompañaban tres platos vistosos, y el desayuno rico y barato, la verdad, al paladar resultaba grato. Pero ahora la economía no está bien, los españoles no estamos bien, los irreductibles bares no están bien, y al buen hombre no se le ocurre mejor cosa que subir los precios y bajar las tapas. Es de suponer que, en una suerte de economía invertida, pretende que gastemos más habiendo consumido menos.


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En mi modesta opinión, el desafortunado comienzo en la columna de hoy, del grandísimo periodista de ABC, don José María Carrascal:

“Si quisiéramos una estampa de la España de nuestros días, ninguna mejor que la que nos ofreció el último festival de Eurovisión: una melodía equivocada -hoy se llevan las baladas románticas, no el kitsch-, un intérprete mediocre -David Diges sólo sirve para andar por casa-, un nacionalista estropeando el espectáculo -Jaume Marquet con su barretina- y uno de los último puestos de la clasificación, el 15”.

De melodía equivocada, nada. Era un tema bonito, pegadizo, con un toque sentimental, y de esos que entran a la primera. En este tipo de festivales, hay que tumbar de un golpe, y es sabido que no tienen cabida esas grandes canciones que gustan más cuanto más se escuchan. Además, seguía la “pauta eurovisión”, con el manido “in crescendo”, y un despliegue vocal más que relativamente aceptable. David Diges, y conste que escuché al hombre y a su criatura por vez primera la noche del festival, de mediocre, nada. Hay que ser muy profesional para que ante una interrupción semejante, ni se inmute, ni desafine: como sí hicieron, en cambio, otros más valorados. A mí, sinceramente, me dio mucha pena que un anormal mayúsculo le estropeara la actuación, sueño al que había dedicado parte de su vida. Sencillamente, no tenía derecho. Y en cuanto al puesto, huelga decir que fue injusto, incorrecto. Es la mejor canción y el mejor representante que hemos tenido en los últimos años. Para mediocre el tema y la ganadora del festival, mona, jovencita y ciertamente salerosa: he aquí una prueba diáfana de la tendencia en el hombre a valorar más el talante que el talento.

Y yo pensando que estas cosas sólo ocurrían en España…