Jam Session

Política, literatura, sociedad, música

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En plena incertidumbre general, y de la particular mejor no hablamos, tratando de no perder la sonrisa...

11 mayo 2010

Constancia

Tristeza, melancolía, nostalgia, pesadumbre, principio de abatimiento: vacíos que llenan una existencia anodina ahíta de derrotas en batallas mal planteadas buscando último consuelo en una guerra cuya victoria se muestra borrosa, escurridiza, infrecuente, poco probable. Porfiar en vanos intentos es cruel resumen de una experiencia plegada a imperativos hedonistas e indolentes dolorosamente indómitos. Confiar en un destino marcado es vieja metáfora de espíritus derrotistas, sumisos, profundamente aquejados. Y solicitar la intercesión de fuerzas aleatorias supondría, simplemente, postrarse de hinojos ante un ente que no conocemos, que no percibimos y en el que apenas creemos cuyo firme pronunciamiento tememos embargados de un sentimiento de desamparo y esperanza bajo el necesario manto del respeto.

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La noche de ayer supuso una agradable velada condimentada por recuerdos y oportunos comentarios provocados por las imágenes de esa caja tonta que, como saben, ha terminado formando parte de la vida de tantos y tantas lumbreras. En una cadena joven, desenfadada y de dudosa reputación echaban una vieja película protagonizada por Sir Roger Moore, todo un gentleman de época. Una versión del 007 sin armas futuristas, sin coches hipnóticos y sin acrobacias comprometidas, aunque, eso sí, con una bellísima Carole Bouquet como protagonista, hoy día ya con 53 primaveras, mostrando fielmente los recatos de una época casi olvidada. Mi padre recordaba a este actor desempeñando el papel de Simon Templar, en la serie El Santo, de la década de los 60, y afirmaba que era un tipo muy fino en el aún más fino arte de sacudir al personal. Pero a mí, sin embargo, me pareció que era lento, panchete, y que recibía, por lo menos, en la misma proporción en la que daba. Si no más. En cualquier caso, todo hay que decirlo, se veía en pantalla a un tipo elegante, de buena presencia y mejores modales, irónico e hilarante: todo eso, en fin, que tanto se echa de menos en los adocenados repartos actuales.