Historias de ayer, de hoy y de siempre
De jueces narcisistas, sindicatos gregarios y ciudadanía notablemente confundida. Proliferan las manifestaciones de cinismo, ahítas de protagonismo no correspondido. La falta de información siempre ha servido de alimento a la ignorancia, atrevida y apasionada. Un juez es el mejor conocedor de sus límites: sobrepasarlos, tiene por costumbre un precio. No debe ser él, pues, el ingenuamente sorprendido. Sus partidarios se aúnan con fines propagandísticos de dudosa eficacia: consignas guerracivilistas, ideologías extremistas partidarias de un rancio inconformismo y una desacostumbrada participación ciudadana en problemas que no la atañen. La discordia está sembrada: el olvido, se ha demostrado receta meramente paliativa.
Con empaque jactancioso y resolución soberbia el caballero acomoda sus pasos al ritmo de una interpretación manifiestamente mejorable. Agarra a su señora con seguridad, destreza y un pudibundo decoro. Observándoles, la gente comenta su garbo, su gracia, su inmejorable compostura. Ellos se sienten dignos centros de atención, obligados por miradas y comentarios a destacar entre una muchedumbre pasiva, acomodada y extraordinariamente desabrida. Dan vueltas y vueltas sin acudir a ellos los inevitables mareos. Su baile es un ejercicio de memoria, un examen de convivencia, una muestra de reconocimiento. Hoy la vida escatima este tipo de presentaciones. Pero hubo un tiempo en el que las historias de amor comenzaban al compás de un pasodoble.
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Con empaque jactancioso y resolución soberbia el caballero acomoda sus pasos al ritmo de una interpretación manifiestamente mejorable. Agarra a su señora con seguridad, destreza y un pudibundo decoro. Observándoles, la gente comenta su garbo, su gracia, su inmejorable compostura. Ellos se sienten dignos centros de atención, obligados por miradas y comentarios a destacar entre una muchedumbre pasiva, acomodada y extraordinariamente desabrida. Dan vueltas y vueltas sin acudir a ellos los inevitables mareos. Su baile es un ejercicio de memoria, un examen de convivencia, una muestra de reconocimiento. Hoy la vida escatima este tipo de presentaciones. Pero hubo un tiempo en el que las historias de amor comenzaban al compás de un pasodoble.
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