Jam Session

Política, literatura, sociedad, música

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En plena incertidumbre general, y de la particular mejor no hablamos, tratando de no perder la sonrisa...

21 abril 2010

Saludable

El pasado lunes, en el programa Cara a cara de CNN+, entrevistaron a un eminente pediatra. A mí no me suelen gustar los médicos, conste por escrito. Ni su forma de ser, ni su forma de ejercer. Y sus pedanterías gremiales o clasistas, cuando topan con mi humilde alma, suelen derivar en un intercambio de sarcasmos e ironías en los que ellos no acostumbran salir muy bien parados ni yo muy bien atendido. Sin embargo, en los pediatras observo, como norma general, una humanidad mejor trabajada, una atención más sincera, una mayor preocupación por tranquilizar al paciente y a la familia del mismo. El reputado profesional era un tipo afable, sencillo, sonriente, aunque con poco pelo. En líneas generales podría encajar en lo que las mujeres llaman un encanto, que es el mismo adjetivo que utilizan para referirse a su peluche preferido, ciertamente inanimado pero tremendamente mono. Aunque lo curioso o llamativo del asunto, aun siéndome imposible terminar de ver la entrevista, fue escuchar una frase bastante chocante:

“O sea –decía Antonio San José- que debemos dejar que los niños prueben la tierra”.

Pero hombre, hombre, hombre. Máxime viviendo, como vivimos, en la sociedad de la preservación, de la higiene, del profiláctico, de la pulcritud llevada al extremo. Y sobre todo cuando nos referimos a los niños, claro. Y así se les lleva por la calle limpitos y relucientes; se les lava las manos como a pequeños Pilatos; se cuida de que sus alimentos estén completamente inmaculados. ¡Y, por supuesto, no se les deja probar la tierra!

Estas líneas pueden parecer absurdas, desde luego. Y así me lo parecerían a mí también de no ser porque esta mañana leí esta otra noticia en el periódico: ahora resulta que nuestros hábitos impolutos incrementan el riesgo de alergias porque al tomarnos la molestia de vivir sanos y comer alimentos aparentemente limpios disminuimos la eficacia de nuestro sistema inmunológico.

¡La misma explicación que daba el pediatra para lo de la tierra! Aunque éste no limitó su observación a los males alérgicos, sino a la posibilidad de incrementar las defensas que mantendrán vigorosa a esa personita el día de mañana, mediante la ingestión de cualquier porquería que se lleven a la boca de críos.

En fin, y resumiendo: cuidarse, perjudica seriamente la salud. Hay que tocarse.