Jam Session

Política, literatura, sociedad, música

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Lugar: León, Spain

En plena incertidumbre general, y de la particular mejor no hablamos, tratando de no perder la sonrisa...

05 abril 2010

Sensaciones

Ansiedad que llega sólo con algunos finales: libros, películas, situaciones y. El transcurso es mero trámite del desenlace: calculado, imprevisto, eternamente deseado. El precio, se ajusta con precisión a lo esperado: equivalencia de lo renunciado. Mereciendo la pena cuando la disposición a pagarlo es ilimitada. Empero, la experiencia hace inevitable y amarga la confusión: tendencia a invertir valor y precio.


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La tarde triste, húmeda y oscura declinaba ayudada por las inclemencias de un tiempo que no se esperaba demasiado favorable. Unas gotas de lluvia, que amenazaban desafiantes desde las primeras luces del alba, descendían lentamente como lágrimas no añoradas sobre la maquillada superficie de la pequeña plaza. La población del lugar, noble pero insuficiente, se congregaba en el interior del templo esperando a esos rayos de sol que anunciasen la viabilidad de la tradición, la salvación del rito. En el exterior, mientras un incipiente aire comenzaba suavemente las caricias de su danza, se oían quedos los rezos y demás murmuraciones de los feligreses. La brisa no remitía y comenzaba a ser incómoda, molesta, desagradable; pero la misma, como esa incesante ola que horada las rocas, fue empujando con descarado disimulo las nubes que cubrían el cielo lóbrego, plúmbeo como una cruz a cuestas de la vida. La desapacible tarde, por tanto, remitía paulatinamente. Y el agua que caía del cielo iba dejando paso a un frío fino y cortante que hacía de las ropas de abrigo una acumulación de peso inane, pero siempre vistosa, opulenta, ciertamente distinguida. Al abrir las puertas de la iglesia, fueron desfilando en riguroso orden los papones, las manolas, los humildes pasos. Y todos fueron ocupando sus posiciones. La gente, impaciente por el retrasado comienzo, se amontonaba en los alrededores. A la señal de una corneta, retumbaron los tambores. Y el pueblo entero se sumió en ese ritmo constante, solemne, y majestuoso. Algunos vecinos, colaboraban en la pujanza de los pasos; otros, acoplaban su voz a los rezos de la muchedumbre más provecta; y, había, incluso, en apariencia los menos ortodoxos, quienes contemplaban la escena desde la imprudente distancia de la indiferencia.

La vida, a veces, es un paisaje: pero otras veces, en cambio, sólo es parte de ese paisaje.

En cualquier caso, la concurrencia era partícipe de una emoción profunda, de un sentimiento silente, de una conducta notable, evocando un tiempo en que unos intereses comunes eran capaces de aunar las más distantes disparidades. Un tiempo en el que se prescindía de lo imprescindible; en el que se transigía; y, sobre todo, en el que se olvidaba la asidua disposición del hombre a someterse complacientemente a su propia naturaleza.