Fachadas, la vida en verso, la vida cantada
Oración, desayuno, fotos, necesaria concentración: Bolsa y CIS y etc y así no hay quien pueda. No conviene hablar de lo que se ignora. Pero así le va. Y así nos va. Cabeza alta, fe en las propias falacias, sonrisa amplia nunca ausente, ir de experto por donde sus pies pisan: ideal de político no ideal. Males de juventud, que algunos arrastran de por vida. Se va tirando mientras el decorado de cartón aguanta, salvo gran faena: función al aire libre, y el azul del cielo cubierto por nubes negras. La falta de prudencia ha dejado los paraguas en casa, y aquí absolutamente nadie vale por dos. El público protesta, se alborota, se impacienta: ¡que nos devuelvan el dinero! La obra es mala; los actores, pésimos. Y en este pobre teatro de España, no va a terminar contento un alma.
Leyendo con cierto ansia y gratitud infinita Los cuentos esenciales de Guy de Maupassant, me encuentro con una coplilla picarona, desenvuelta y descarada:
"Habiendo bebido mi abuela,
el día de su santo, dos dedos de vino,
meneando la cabeza decía:
¡Cuántos pretendientes tuve en mis tiempos!
¡Cómo echo de menos
mis brazos rollizos,
mis piernas bien hechas
y el tiempo perdido!
Pero cómo, mamá, ¿no era usted buena?
¡No, ésa es la verdad!
Pues a los quince años aprendí
por mí misma a hacer uso de mis encantos,
y me pasaba las noches en blanco".
No me digan que no es verdaderamente deliciosa y no menos reveladora de lo que viene siendo la vida.
La primera vez que escuché el disco en casa se me erizó el vello, siempre tan difícil de impresionar. El Sinatra español, como fue llamado Diego El Cigala en La Gran Manzana, y el padre de Chucho Valdés, don Bebo Valdés, rescatado por Fernando Trueba para Calle 54, interpretaron este maravilloso tema que dio nombre al disco, y que dejó marcada una estela de difícil seguimiento para posteriores incursiones en el Jazz Flamenco por parte de magníficos profesionales, muchos de ellos rebajados a la categoría de aficionados a partir de ese mismo momento.
Las comparaciones han sido, son y serán siempre odiosas, claro, pero sobre todo para quien sale escaldado de ellas. Mejor no nombrar pecadores.
Pasen buen fin de semana.
.
Leyendo con cierto ansia y gratitud infinita Los cuentos esenciales de Guy de Maupassant, me encuentro con una coplilla picarona, desenvuelta y descarada:
"Habiendo bebido mi abuela,
el día de su santo, dos dedos de vino,
meneando la cabeza decía:
¡Cuántos pretendientes tuve en mis tiempos!
¡Cómo echo de menos
mis brazos rollizos,
mis piernas bien hechas
y el tiempo perdido!
Pero cómo, mamá, ¿no era usted buena?
¡No, ésa es la verdad!
Pues a los quince años aprendí
por mí misma a hacer uso de mis encantos,
y me pasaba las noches en blanco".
No me digan que no es verdaderamente deliciosa y no menos reveladora de lo que viene siendo la vida.
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La primera vez que escuché el disco en casa se me erizó el vello, siempre tan difícil de impresionar. El Sinatra español, como fue llamado Diego El Cigala en La Gran Manzana, y el padre de Chucho Valdés, don Bebo Valdés, rescatado por Fernando Trueba para Calle 54, interpretaron este maravilloso tema que dio nombre al disco, y que dejó marcada una estela de difícil seguimiento para posteriores incursiones en el Jazz Flamenco por parte de magníficos profesionales, muchos de ellos rebajados a la categoría de aficionados a partir de ese mismo momento.
Las comparaciones han sido, son y serán siempre odiosas, claro, pero sobre todo para quien sale escaldado de ellas. Mejor no nombrar pecadores.
Pasen buen fin de semana.
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