El sabor del gusto
Deporte bíblico: David y Goliath, inmortal contienda televisada. A una final sólo llegan los mejores, pero no siempre la ganan los mejores. Decantan la balanza presupuestos, ayudas arbitrales, falta de efectividad cebada en un solo bando...y en el momento más inoportuno. Jugadores robados, que no saben de sentimientos. El empuje de una afición modesta, con el alma en vilo, pendiente de una merecida proeza. Una segunda parte memorable, para olvidar por el favorito. Un expresivo, acertado y tenaz míster, capaz de insuflar a los suyos la motivación necesaria para vencer al gigante...rindiendo al respetable. Y lo demás, queda resumido: no pudo ser.
La calidez de la primaveral mañana de hoy me ha traído de visita a un buen amigo de quien las circunstancias me han mantenido separado durante un período de tiempo relativamente largo. Ha sido una verdadera alegría, convenientemente celebrada aun con los impedimentos físicos que me trastornan. Y dado que, durante la reciente celebración de su cumpleaños, no pude asistir a su tradicional homenaje culinario, me obsequió con un delicioso dulce de mazapán, pasas y nueces que estaba verdaderamente delicioso. Yo puse mantel, café, algunos bombones. Y, sin más, nos embarcamos en el necesario viaje que siempre supone la puesta al día de nuestras vidas; además, claro, de indagar sobre el presente de ciertos amigos comunes cuyo contacto, indefectiblemente, ya va perdiendo frescura. Hay veces que la vida se empeña en separarnos a los que más queremos, y es muy triste que hagamos tan poco por evitarlo. En cualquier caso, resueltas nuestras dudas emocionales, la conversación dio paso a la literatura: señora de tardes estacionales, cafeterías de moda y seres sensacionales. Estuvimos hablando de mujeres escritoras, y del enorme y extraordinario talento que, por mera cuestión de género, habrá quedado sepultado bajo el abrumador peso y paso de los siglos. Pérdida irreparable no inferior a la de otros muchos cráneos privilegiados cuyas desfavorables condiciones económicas y sociales impidieron un aprovechamiento de sus cualidades. Esta circunstancia quizá nos haga pensar que, después de todo, se han vivido tiempos mucho peores, aunque nuestro acentuado egocentrismo no se detenga en dichas consideraciones. Pues no ha habido hombre en la Historia que presuma de su época, y la nuestra no es precisamente pródiga en excepciones. En un momento dado, nimia fatalidad del complaciente, el dichoso reloj marcó la hora. La mañana pasaba, huidiza como inaprehensible recuerdo, y llegaba la tarde con sus impostergables obligaciones. Nos despedimos, nos dimos la mano, nos separamos. Pero eso sí, no quise que se marchase sin leerle un pasaje de La vida de Samuel Johnson. Libro que estoy leyendo en la actualidad con inenarrable delectación. Y cuyo disfrute egoísta, consideraba una inmoralidad mayúscula:
Entrada sobre la juventud, etc
"La relación que hace Baxter de las cosas sobre las que cambió de opinión a medida que fue creciendo. Voluminosa. No es de extrañar. Si todos los hombres tuvieran que decir, o señalar, en cuántos asuntos han cambiado de opinión, harían falta muchos volúmenes, aunque esos cambios no siempre los observa el propio hombre. Del placer al trabajo y de ahí a la quietud; del momento pensativo a la reflexión; de la disipación a lo doméstico, mediante gradación imperceptible. El cambio es innegable. Reloj de sol. Non progredi, progress, esse conspicimus. Miremos atrás, consideremos qué pensábamos en época distante.
Predominio de la esperanza en la juventud. El intelecto no de buen grado se permite los pensamientos que no sean placenteros. El mundo yace ante uno como recubierto de un fino esmalte, y es tan remoto como el dorado porvenir, las desigualdades sólo se encuentran cuando uno llega a ellas. El amor ha de ser todo alborozo; los niños son excelentes. Constancia de la fama. Los roces con los grandes. Los aplausos de los sabios. Las sonrisas de la belleza.
Miedo a la deshonra. Timidez. Se da menor importancia a las cosas. Se olvidan los pasos en falso como si fuesen aciertos. Si se recuerdan, no tienen importancia. Peligro de hundirse en la negligenca de la propia reputación. No sea que el miedo a la deshonra destruya la actividad.
Confianza en uno mismo. Es larga la vida que se tiene por delante. No se piensa en la enfermedad. Azoramiento. Distracciones familiares. Calamidades publicas. No se tiene constancia del peso de las malas costumbres. Se hace caso omiso del tiempo. Presteza para emprender. Descuido en el tesón. Todo cambia con el tiempo.
Confianza en los demás. No se recela cuando no hay experiencia. Uno se imagina protegido de la desatención, nunca imagina que nadie vaya a tratarlo mal. Propenso a confiar, con la esperanza de que los otros confíen en uno. Se reconoce con el tiempo el egoísmo, la mezquindad, la cobardía, las traiciones de los hombres.
La juventud es ambiciosa, pues piensa que los honores son fáciles de lograr.
Distintas clases de elogios perseguidos en momentos distintos. De la alegría en la juventud; desprecio del peligro y del dolor.
De la imaginación y los caprichos en la edad madura. Ámbito. Provisiones. Tratos. De los sabios y los sobrios en la vejez. Seriedad, formalidad. Máximas, pero en general. Sólo para los ricos, por lo demás, la edad es despreocupación. Aunque al cabo todo hace referencia a la riqueza. No tener fama, honor, influencia, sin sujeción al capricho.
Duro sería que los hombres se iniciaran en la vida con la misma visión con que salen de ella, o que de ella se fueran pensando igual que al entrar. No hay esperanza, no hay emprendimiento, no hay respeto a la benevolencia, no hay miedo a la deshonra, etc.
La juventud ha de aprender la piedad que da la vejez. La vejez ha de retener el honor de la juventud".
Samuel Johnson
¡Y sólo es un borrador!, no sé, tal vez me esté volviendo raro.
Buenas noches. Y gracias por leerme.
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La calidez de la primaveral mañana de hoy me ha traído de visita a un buen amigo de quien las circunstancias me han mantenido separado durante un período de tiempo relativamente largo. Ha sido una verdadera alegría, convenientemente celebrada aun con los impedimentos físicos que me trastornan. Y dado que, durante la reciente celebración de su cumpleaños, no pude asistir a su tradicional homenaje culinario, me obsequió con un delicioso dulce de mazapán, pasas y nueces que estaba verdaderamente delicioso. Yo puse mantel, café, algunos bombones. Y, sin más, nos embarcamos en el necesario viaje que siempre supone la puesta al día de nuestras vidas; además, claro, de indagar sobre el presente de ciertos amigos comunes cuyo contacto, indefectiblemente, ya va perdiendo frescura. Hay veces que la vida se empeña en separarnos a los que más queremos, y es muy triste que hagamos tan poco por evitarlo. En cualquier caso, resueltas nuestras dudas emocionales, la conversación dio paso a la literatura: señora de tardes estacionales, cafeterías de moda y seres sensacionales. Estuvimos hablando de mujeres escritoras, y del enorme y extraordinario talento que, por mera cuestión de género, habrá quedado sepultado bajo el abrumador peso y paso de los siglos. Pérdida irreparable no inferior a la de otros muchos cráneos privilegiados cuyas desfavorables condiciones económicas y sociales impidieron un aprovechamiento de sus cualidades. Esta circunstancia quizá nos haga pensar que, después de todo, se han vivido tiempos mucho peores, aunque nuestro acentuado egocentrismo no se detenga en dichas consideraciones. Pues no ha habido hombre en la Historia que presuma de su época, y la nuestra no es precisamente pródiga en excepciones. En un momento dado, nimia fatalidad del complaciente, el dichoso reloj marcó la hora. La mañana pasaba, huidiza como inaprehensible recuerdo, y llegaba la tarde con sus impostergables obligaciones. Nos despedimos, nos dimos la mano, nos separamos. Pero eso sí, no quise que se marchase sin leerle un pasaje de La vida de Samuel Johnson. Libro que estoy leyendo en la actualidad con inenarrable delectación. Y cuyo disfrute egoísta, consideraba una inmoralidad mayúscula:
Entrada sobre la juventud, etc
"La relación que hace Baxter de las cosas sobre las que cambió de opinión a medida que fue creciendo. Voluminosa. No es de extrañar. Si todos los hombres tuvieran que decir, o señalar, en cuántos asuntos han cambiado de opinión, harían falta muchos volúmenes, aunque esos cambios no siempre los observa el propio hombre. Del placer al trabajo y de ahí a la quietud; del momento pensativo a la reflexión; de la disipación a lo doméstico, mediante gradación imperceptible. El cambio es innegable. Reloj de sol. Non progredi, progress, esse conspicimus. Miremos atrás, consideremos qué pensábamos en época distante.
Predominio de la esperanza en la juventud. El intelecto no de buen grado se permite los pensamientos que no sean placenteros. El mundo yace ante uno como recubierto de un fino esmalte, y es tan remoto como el dorado porvenir, las desigualdades sólo se encuentran cuando uno llega a ellas. El amor ha de ser todo alborozo; los niños son excelentes. Constancia de la fama. Los roces con los grandes. Los aplausos de los sabios. Las sonrisas de la belleza.
Miedo a la deshonra. Timidez. Se da menor importancia a las cosas. Se olvidan los pasos en falso como si fuesen aciertos. Si se recuerdan, no tienen importancia. Peligro de hundirse en la negligenca de la propia reputación. No sea que el miedo a la deshonra destruya la actividad.
Confianza en uno mismo. Es larga la vida que se tiene por delante. No se piensa en la enfermedad. Azoramiento. Distracciones familiares. Calamidades publicas. No se tiene constancia del peso de las malas costumbres. Se hace caso omiso del tiempo. Presteza para emprender. Descuido en el tesón. Todo cambia con el tiempo.
Confianza en los demás. No se recela cuando no hay experiencia. Uno se imagina protegido de la desatención, nunca imagina que nadie vaya a tratarlo mal. Propenso a confiar, con la esperanza de que los otros confíen en uno. Se reconoce con el tiempo el egoísmo, la mezquindad, la cobardía, las traiciones de los hombres.
La juventud es ambiciosa, pues piensa que los honores son fáciles de lograr.
Distintas clases de elogios perseguidos en momentos distintos. De la alegría en la juventud; desprecio del peligro y del dolor.
De la imaginación y los caprichos en la edad madura. Ámbito. Provisiones. Tratos. De los sabios y los sobrios en la vejez. Seriedad, formalidad. Máximas, pero en general. Sólo para los ricos, por lo demás, la edad es despreocupación. Aunque al cabo todo hace referencia a la riqueza. No tener fama, honor, influencia, sin sujeción al capricho.
Duro sería que los hombres se iniciaran en la vida con la misma visión con que salen de ella, o que de ella se fueran pensando igual que al entrar. No hay esperanza, no hay emprendimiento, no hay respeto a la benevolencia, no hay miedo a la deshonra, etc.
La juventud ha de aprender la piedad que da la vejez. La vejez ha de retener el honor de la juventud".
Samuel Johnson
¡Y sólo es un borrador!, no sé, tal vez me esté volviendo raro.
Buenas noches. Y gracias por leerme.
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