Hombres, mujeres, el poder
Por la misma razón que dos no se pelean, dos no se entienden. Esta imagen, si no pasa nada extraordinario en estos días, se repetirá el miércoles. Y será, con toda seguridad, una estampa feliz, risueña, despreocupada. Muchos meses llevan los españoles pidiéndola, pues el tiempo apremia, y la necesidad no es poca; pero ellos harán oídos sordos a las críticas, pondrán al mal tiempo buena cara, y dirán que en que mejores manos que en las de ellos va a estar el destino de los españoles. Aviados vamos. Si aún hay alguien, sin duda algún alma pura e ingenua, que crea que la instantánea va a solucionar algo es que o no se entera o su fe le hace creer en los milagros. La reunión llega tarde y mal, aunque llega. Nada se va a sacar en claro de ella, salvo la afirmación en ambos de que no hay voluntad de consenso en el otro. Cada uno expondrá sus buenas e inmejorables razones. Y todo seguirá igual. Si no peor. Con verse y que les vean ya cumplen. Señalaba Ignacio Camacho en el dardo lanzado hace un rato que lo que sería una reunión sencilla, ordinaria y asidua en cualquier otra democracia, en España, hoy día, es tan rocambolesco que lo convierte en una anomalía democrática. Algo no va bien cuando lo correcto, lo natural, lo necesario, abre las ediciones de los telediarios. Yo, en cambio, pienso que los gobernantes que tenemos son un fiel y exacto reflejo, quizá el más fiel y exacto que hayamos tenido nunca, de todo su pueblo. Por lo tanto, podemos estar orgullosos. Pero no tranquilos.
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Acabo de comprar la revista Muy historia de este mes, Las mujeres más poderosas de la Historia. Y leído el primer artículo, tengo que decir que la revista promete. En alguna parte había leído que sí había habido sociedades matriarcales. Aunque tengo que hablar de memoria, porque Google, en esta ocasión, no me ha ayudado. Creo que se trataba de pueblos cuyo Dios era la madre Naturaleza, algo bastante frecuente en la antigüedad. Y como la mujer es fuente de vida, única en su capacidad de engendrar, le otorgaban un estatus cuasi divino. Y en muchos casos, creo recordar, determinadas mujeres incluso estaban al frente de los clanes. Dejando a un lado, por supuesto, la leyenda de las amazonas, y todas esas milongas sobre su poderío físico, su aislamiento social de los hombres, y no digamos el dato que aseguraba que se arrancaban un pecho para poder tensar mejor la cuerda de sus arcos. En cualquier caso, la autora de ese primer artículo, Amelia Valcárcel, niega la existencia de ese tipo de sociedades. Y, para desazón mía, no he encontrado en la red nada que la cuestione. De todos modos, espero que la revista no sea un compendio de logros e injusticias vistas desde la óptica feminista. Porque esa falta de objetividad, don José Pardina, iba a tener que suplirla con un volumen visto desde la otra orilla. Y tengan la absoluta seguridad de que sería calificada, por lo menos, como políticamente incorrecta. España, ese país de machistas. Qué tiempos, madre…
“El dominio del macho es una característica en los primates. Evidentemente, cuando la evolución humana se inició, este rasgo no resultó pospuesto. El patriarcado es su forma histórica. De modo que esa autoridad y poder viriles constituyen lo que llamamos una “invariante antropológica”,
Amelia Valcárcel, La gran revolución de las mujeres.
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