Políticamente correcto
“La bala le entró por la letra A de Petraeus. Fue en 1991, durante unas maniobras en Fort Campbell, Kentucky. Un soldado tropezó y su M-16 disparó una ráfaga que alcanzó al general. El proyectil pasó a un dedo del pulmón. David Howell Petraeus fue operado y se recuperaba en un hospital militar. Una mañana, harto de la inactividad, se quitó los goteros, saltó de la cama y le dijo a los médicos que hacían la ronda: «Estoy listo para irme de aquí y lo voy a demostrar». El general se puso a hacer flexiones en el suelo. Cuando llevaba cincuenta, le dieron el alta. Así es el nuevo comandante en jefe de las tropas de Estados Unidos y la OTAN en Afganistán”. XL semanal.
Este hombre asaz extraordinario, duro e incluso simpático es el sustituto del general Mc Chrystal. Será el encargado de poner en orden el avispero afgano y a salvo el trasero del hombre más poderoso del mundo (en gráfica expresión bastante americana). Su peculiaridad, entre otras, es que tiene una idea de la guerra muy curiosa, y que no tuvo reparo en plasmarla, en su día, en su tesis doctoral: si no puede con el enemigo, únase a él. Como ven muy original, muy novedosa, muy ocurrente. Al parecer, se gana a los espíritus rebeldes con una estrategia que no se le había ocurrido a nadie antes que a él: los soborna. Bueno, el artículo dice que los pone a sueldo, pero acéptenme a Paul como animal de compañía. Lo que hay que ver, oír y leer. Claro que, si el general acepta el punto de vista de nuestra Carmen de España, o sea, que estamos en una guerra que no es una guerra, al final, va a resultar que el nuevo comandante de la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad, David Petraeus, se está tomando demasiadas molestias.
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“Iker Casillas ha tenido que aguantar desde que nació hasta ahora mismo ciertas incomprensiones trogloditas que no entienden todavía el tiempo que estamos viviendo. Su beso de verdad a Sara Carbonero no es una anécdota. A mí me supo a gloria, como si lo hubiera dado yo mismo”. J.J Armas Marcelo.
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Estoy leyendo La noche de los tiempos, de Antonio Muñoz Molina. Está escrita, como no podía ser de otra manera, magistralmente. Pero no me acaba de gustar. Por alguna razón, la comparo mentalmente con El séptimo velo, de Juan Manuel De Prada, y la primera no sale precisamente bien parada del lance. A mi entender, y por supuesto además del argumento, difieren, como corresponde a sus tendencias ideológicas tan firmemente arraigadas, sobre todo, en la descripción de las escenas de sexo. En el libro de JMDP suponen una experiencia mística, onírica, irreal, inasible, como la descripción de un cuadro magnífico que no estás viendo; en el libro de AMM, en cambio, la cosa pinta algo más cruda: referencia a felaciones, a gozosas eyaculaciones (sin eufemismos) y a unos muslitos jugosos, juguetones, jóvenes y firmes. ¿Es ésta, acaso, la delgada línea roja que define tendencias, decide destinos y trocea en dos mitades el género humano? Pero hombre, hombre. Las formas, en la literatura y en la vida, marcan la diferencia. No se puede tener la prosa quizá más fluida, elegante y depurada del actual panorama plumífero, y estropearla con palabras lacerantes, rudas, chabacanas, malsonantes. La buena literatura ha de ser, necesariamente, ambidextra. No es cuestión de pudibunda pacateria, sino sólo de presencia.
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