Siempre hay algo que contar
El plácido día en el pueblo, rodeado de silencio, florecillas y todas esas cosas de las que supongo hablaran los muchachos de seis años estos días al hacer sus redacciones en el cole. Todo discurre según lo previsto. No hay nadie y a nadie espero. Luce el sol y además hace calor. El estudio espera a la sombra de un manzano. Zumban unos mosquitos a lo lejos, casi en lontananza, pero la preocupación no es tal hasta que las distancias se acortan. Acaso, sin embargo, perturbe un poco mi sosiego la llegada del panadero y su conocido claxon, tan temible desde todos los puntos de vista.
A la hora de comer llega mi tía con pastel casero de cabracho. Y la tarde toma un rumbo absolutamente inesperado...
A la hora de comer llega mi tía con pastel casero de cabracho. Y la tarde toma un rumbo absolutamente inesperado...
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Correspondencia/ Iván Bahillo
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