Omnes vulnerant, postuma necat
La CIA americana, ese dechado de tecnología punta y los agentes mejor preparados del mundo, en tan sólo diez años, ha conseguido dar caza a su máximo, y tan escurridizo, objetivo: Osama Bin Laden, ya es historia (con minúscula). Sin embargo, todo hay que apuntarlo, este gran suceso no ha salido precisamente gratis: sobre todo en términos humanos, económicos e incluso anímicos. Aunque ahora sólo se escuchen elogios varios y felicitaciones múltiples, haciéndonos dudar a tantos entre los ecos, las voces, y alguna otra cosa que paso a precisar a continuación.
En primer lugar, cabe preguntarse por la utilidad del muerto. Pues es sabido que la muerte no entiende de jerarquías, ni tan siquiera prácticas. Y, en segundo lugar, esa señorona con guadaña, capa oscura y rostro incierto, digamos que tampoco es que tenga un manejo de los tiempos verdaderamente admirable. Y me explico. La única necesidad real de atrapar a ese señor barbudo no era hacer justicia (qué poético), sino conseguir información: nombres, lugares, fechas, propósitos. Es evidente que no iba a cantar así como así, pero qué quieren que les diga: que le hubiesen pellizcado un huevo. Lo que está claro es que, de momento, la ciencia no ha conseguido que los muertos declaren, confiesen o testifiquen. Vamos, que sólo ayudan los vivos. Así que, cuando menos, creo que esa búsqueda y captura del villano “vivo o muerto”, además en ese léxico tan de John Wayne, debería calificarse de poco apropiada, de poco inteligente y, sin duda, de poco afortunada. Aunque, bueno, no vamos empezar ahora con lo del viaje y las alforjas, porque el asunto se alargaría y se complicaría bastante.
¿Y en cuanto a la época en que se han cobrado la pieza? Pues hombre, después de tanto tiempo, salvo para el propio pueblo americano, por razones obvias, globalmente ya no causa la misma sensación que habría causado en su momento ni en el manido ámbito simbólico. ¿Han esperado deliberadamente a estos momentos de inestabilidad y revolución en los pueblos árabes para dar el golpe de gracia? Quién sabe, como ahora el foco de atención lo ocupan otros, no sería descabellado opinar que en este puntito del tiempo el suceso levanta menos polvareda: disminuyendo así el efecto mártir, y, cómo no, el temido efecto represalia.
En cualquier caso, y ya para acabar, me gustaría recordar el dicho de la venganza y su inmejorable sabor cuando es servida como plato frío: aunque, sinceramente, yo nunca lo he entendido, pues tengo la fuerte sospecha de que todos la preferimos bien caliente.
En primer lugar, cabe preguntarse por la utilidad del muerto. Pues es sabido que la muerte no entiende de jerarquías, ni tan siquiera prácticas. Y, en segundo lugar, esa señorona con guadaña, capa oscura y rostro incierto, digamos que tampoco es que tenga un manejo de los tiempos verdaderamente admirable. Y me explico. La única necesidad real de atrapar a ese señor barbudo no era hacer justicia (qué poético), sino conseguir información: nombres, lugares, fechas, propósitos. Es evidente que no iba a cantar así como así, pero qué quieren que les diga: que le hubiesen pellizcado un huevo. Lo que está claro es que, de momento, la ciencia no ha conseguido que los muertos declaren, confiesen o testifiquen. Vamos, que sólo ayudan los vivos. Así que, cuando menos, creo que esa búsqueda y captura del villano “vivo o muerto”, además en ese léxico tan de John Wayne, debería calificarse de poco apropiada, de poco inteligente y, sin duda, de poco afortunada. Aunque, bueno, no vamos empezar ahora con lo del viaje y las alforjas, porque el asunto se alargaría y se complicaría bastante.
¿Y en cuanto a la época en que se han cobrado la pieza? Pues hombre, después de tanto tiempo, salvo para el propio pueblo americano, por razones obvias, globalmente ya no causa la misma sensación que habría causado en su momento ni en el manido ámbito simbólico. ¿Han esperado deliberadamente a estos momentos de inestabilidad y revolución en los pueblos árabes para dar el golpe de gracia? Quién sabe, como ahora el foco de atención lo ocupan otros, no sería descabellado opinar que en este puntito del tiempo el suceso levanta menos polvareda: disminuyendo así el efecto mártir, y, cómo no, el temido efecto represalia.
En cualquier caso, y ya para acabar, me gustaría recordar el dicho de la venganza y su inmejorable sabor cuando es servida como plato frío: aunque, sinceramente, yo nunca lo he entendido, pues tengo la fuerte sospecha de que todos la preferimos bien caliente.
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