Jam Session

Política, literatura, sociedad, música

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En plena incertidumbre general, y de la particular mejor no hablamos, tratando de no perder la sonrisa...

25 abril 2011

Semana en retazos

Llamadas que sólo aplazan una confrontación visual. Momentos mejores de lo esperado. El egoísmo impide ver que no sólo tu sales perdiendo. La comprensión, el apoyo tácito, una promesa como débito agradable. Un hasta luego no se ha de pronunciar nunca como un adiós. Y sosiégate, cuando entiendas que nunca es tarde para aprender. Un partido sólo es un partido: pero madre, madre. Justicia deportiva, como saben, según el cristal con que se mira. Por lo demás, hasta los mejores pierden los nervios, hasta los mejores hacen teatro, hasta los mejores se justifican con el árbitro, y hasta los mejores prueban alguna vez el sabor de la derrota (aunque se empeñen en travestirla). En cualquier caso, a quien verdaderamente se le escapo el trofeo de las manos, ¡literal y exclusivamente!, fue a Sergio Ramos. Para respeto reverencial (válgame lo que ya saben), exquisito y delicadísimo, el de Mourinho al saludar a Don Juan Carlos. Luego, claro, visten con ropajes de humildad a zorros más astutos a quienes queda demasiado grande el traje. Vendrán más choques de infarto, se recomienda refrenar el entusiasmo (no vaya a ser). No todos los jueves son buenos y santos, empero. La pequeña, humilde, pero preciosa procesión del encuentro en el pueblo, ya entrada la noche, se saldó con papones a remojo, escasez de paraguas, y un avispado Nazareno de pronta recogida mientras la Dolorosa aún no había hallado cobijo. Los judíos, a quienes seguíamos en silencio, a la intemperie. Al cura no lo tenía localizado. Y varias mozas con futuro de merecer, a mi vera, que era un sitio sin duda estupendo. Tras la tentativa procesional, menester dar cuenta de la limonada. Más dulce que la probada en la city. Me comenta mi padre que este encuentro antaño se celebraba a las seis de la mañana. Ya son ganas, digo sin ánimo contestatario. No faltaba un alma, me responde demasiado sincero. El viernes jarrea menos que el jueves, pero bastante más que el sábado. La procesión, no obstante, cumple (ahora bien, tras haber pegado un bocado al itinerario). Seguían a toda la muchedumbre (palabra bíblica donde las haya) varios nubarrones oscuros que amenazaban humedad a raudales. No sé si fue fruto de la improvisación o ya estaba previamente ensayado, pero los redobles incrementaron notablemente el tempo, y yo, que estaba viendo la comitiva desde un lateral, pude observar, no sin asombro, a todo un pueblo y a todos sus santos transcurrir delante de mis ojos a una velocidad realmente prodigiosa. Fue extraordinario. La Virgen, más que manto, parecía que tenía capa. Los papones asemejaban velocistas olímpicos. El solemne redoble de tambor, trocó a jota. Al cura volví a perderle la pista. Y, según me dijo mi hermano, casi accidentan al Cristo con urna y todo. La que se habría preparado. No obstante, llegó todo el mundo seco a la iglesia. Y, a Dios gracias, todos los Santos enteros. Después, más limonadas. Se esperaba un sábado pasado por agua, pero sólo estuvo frío, y, como dicen los novelistas, desapacible. Con tanto Madrid-Barça el partido contra el Valencia tenía el aliciente de un entrenamiento, pero mi padre lo vio y me comentó todos y cada uno de los goles. El que no se contenta es porque no quiere, que dicen. En el ensayo: el tema de presentación ya va, Fito excelente, los agudos de esa cumbia prometen intensas amigdalitis, no he de probar más en la salsa tumbaos de rumba catalana, ¿a ver si ahora al público hay que explicarle cómo se baila todo? Por la noche me voy a ver una orquesta. El teclas es mi primo. Buen muchacho que hizo empresariales aunque ahora viva de la música, como en su día su abuelo, su padre, algún tío y uno de sus primos. De casta le viene al podenco. Mi sobrino ya no teme los fuegos artificiales; y sus ojos estaban tan abiertos, que casi podía disfrutarse de la pirotecnia contemplando el reflejo que se mostraba bajo sus párpados. Sin embargo, cuando entró el sueño a la criatura, todos nos fuimos para casa. Y es que el que manda, manda. Ya saben.