Jam Session

Política, literatura, sociedad, música

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En plena incertidumbre general, y de la particular mejor no hablamos, tratando de no perder la sonrisa...

27 abril 2011

Puertos inciertos

—¿Cómo explica que Perú se encuentre en la encrucijada de tener que optar por Humala o Keiko?

—¿De quién es la culpa de haber llegado a esa insensatez? Las fuerzas democráticas se dividieron, se destrozaron entre ellas y abrieron las puertas a los extremos. La enorme responsabilidad es de los tres candidatos (Alejandro Toledo, Pedro Pablo Kuczynski y Luis Castañeda), que representaban la continuidad del modelo que ha traído tantos beneficios a Perú. Su visión fue tan pequeñita, egoísta e insensata que muestra hasta qué punto todavía en América Latina cuesta discernir entre realidad y ficción. Una semana antes de las elecciones hubo un intento de gente de clarísimas credenciales democráticas para reunir a los tres. Fue inútil, ninguno estuvo dispuesto. Si se hubiera producido esa reunión y aceptado el principio de que había que hacer un sacrificio para impedir que se llegara a esa disyuntiva de extremos, el escenario sería otro. Ahora ya no tiene sentido llorar o lamerse las heridas. Hay un problema y hay que tomar una decisión: ¿Qué es preferible Humala o Keiko?


Mario Vargas Llosa, en la entrevista que publicaba el ABC el domingo pasado.


La política siempre ha hecho extraños compañeros de cama. Pero la situación actual, en Perú y donde no es Perú, comienza a ser verdaderamente preocupante. Ya nadie y en ningún sitio vota al mejor candidato, si es que hay alguno bueno, sino al menos malo. Salvo aquí en España, por supuesto: que votamos siempre para que no ganen los otros. Y los políticos, esas almas puras y llenas de auténtico altruismo, mientras, se dedican a airear porquerías ajenas, en vez de buscar necesarias soluciones. Sólo les preocupa alcanzar la poltrona o, en su caso, mantenerse en ella. Y, para ello, no escatiman elogios, no aprecian normativas, se exceden singularmente en las regalías. Este mercadeo indecente e incesante de intereses particulares, despreciando continuamente los generales, ha provocado que en algunos países comiencen a verse con buenos ojos a los hasta ahora denostados, marginados extremos. Haciendo cada vez más evidente el hecho de que a los políticos es más lo que les asemeja que lo que, en puridad, les distingue. Sin embargo, ¡también es sabido!, como tienen su público, y como de él depende el pan que comen, realizan ímprobos esfuerzos por subrayar todas y cada una de sus diferencias. Identificando de este modo tan elemental, inconsciente o deliberadamente, a las masas con sus peculiares e inmanentes cuitas. Movilización, agitación, odio cainita. La ecuación, en cualquier caso, está servida. Y la incógnita, paulatinamente, se está despejando.