Jam Session

Política, literatura, sociedad, música

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En plena incertidumbre general, y de la particular mejor no hablamos, tratando de no perder la sonrisa...

04 mayo 2011

Cogitaciones vespertinas

Fútbol. Xavi, antes del empacho de clásicos, aseguró que ganarían si el árbitro les dejaba hacer su juego: no debe, pues, tener motivos de queja. Alves ha dicho que el Madrid no sabe perder: juega en un club que evita celebraciones del rival con ayuda de los aspersores. Al Real Madrid le anularon un gol legal, es una evidencia: daba gusto oír las (no) explicaciones de los comentaristas de la televisión de todos, y mucho más gusto ver a Mascherano retorcerse de dolor por la supuesta patada que le habría propinado Cristiano Ronaldo. Calderón, el antiguo presi del RM, ve inaceptable el comportamiento de Mou: lo dice alguien que metía a sus amiguetes a falsear el resultado de las juntas y luego decía que no los conocía de nada, a pesar de las diversas fotos de familia y dichos “desconocidos” jugándose amistosamente unos hoyos. A eso en mi barrio se le llama tener mucho morro, y encima no darse por apercibido. Los entrenadores de todo el mundo claman al unísono contra Mou: lo están haciendo más grande, si cabe. Dicho lo cual, el RM perdió estas semifinales en su propia cancha: por falta de coraje, de ritmo, de aptitud, y sobre todo de fe en sí mismos. Además, sí, con ayuda de quien ya saben, pero al final se ha terminado repitiendo la historia de todos los años, aunque sea en distinta fase. Se suponía que el miedo escénico estaba para asustar el equipo visitante, ¿no?


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Políticos. Seres adorables, sin duda. Dotados, todos ellos, de una inteligencia realmente desproporcionada, prodigiosa, casi molesta. Y hay que ver lo bien y lo mucho que hablan. Y qué seguridad nos transmiten. Y cuánta cultura y cuántos libros deben haber leído, con todas esas citas literarias, poéticas y filosóficas que utilizan siempre, y con las que nos hacen a todos la existencia mucho más llevadera. A todos ellos se les llena la boca con grandes y ampulosas palabras, entiendo a todas luces que a falta de grandes remedios. Por eso a mí me llama la atención que repitan machaconamente que hay que respetar las sentencias de los Tribunales. Como si, además, hubiese otra opción. O como si fuesen mejores por decir tamaña evidencia en voz alta. No obstante, se equivocan. Las sentencias hay que respetarlas en cuanto a su acatamiento porque lo dicen las leyes, las leyes de leyes, y todas esas pomposas e inútiles Declaraciones Universales y Europeas tan obscenamente clonadas unas de otras. Y, también, claro, porque si no esto sería un desmadre de agárrate y no te menees. Y ya sin pararnos a hablar de las consecuencias del incumplimiento, por supuesto. Pero, en fin, nunca porque lo diga un político en particular. Ni porque ese fallo judicial sea respetable per se. ¿Es respetable un injusto y manifiesto error judicial? ¿Puede ser respetable la resolución de una persona que no lo es y actúa en consecuencia? Pues no, miren por dónde. Los jueces tienen acreditados sobrados conocimientos jurídicos, pero hombre, pueden errar en su raciocinio: la falibilidad es humana, y ya decían los clásicos que nada de lo humano nos es ajeno. Con lo que respetables, puede; pero discutibles, sin duda alguna. Porque a veces da la impresión que cuando pronuncian dicha fórmula, tan manoseada, nos quieren decir a todos que chitón, que no se hable más, que esto es así porque no podría ser de otra manera, y que ¿a ver si ahora va a haber que discutir y relativizar todo? Pues claro sí, faltaría más. Y, yéndome a la capa superior, dado que los jueces son los aplicadores (aunque no meros aplicadores) de la ley, si esta no es respetable, y tampoco lo son quienes la han confeccionado, ¿se puede respetar la interpretación de la misma? Y las preguntas obvias, que ya se hacían esperar: ¿qué y quiénes son respetables? ¿en base a qué baremos y a qué principios?

Por otra parte, aunque todo esté tan íntimamente relacionado, es de sobra conocido que elegimos democráticamente a nuestros representantes: señoras y señores encopetados, muy serios ellos, bien educados, y desde luego con una oratoria muy lúcida y repleta de retruécanos y calambures. Dan por hecho que, dado que les escogemos, pensamos absolutamente igual que ellos, pero ¿es así de veras? ¿Está el votante de izquierdas de acuerdo con todas las políticas que alumbran estos iluminados de la neosocialdemocracia? Y, ¿el de derechas? ¿Está este colectivo formado sólo por encarnizados capitalistas o también hay en él familias nada pudientes de una indudable mentalidad conservadora? Y el reaccionario, ¿es diestro o siniestro? Vivimos en un país en el que impera la separación de poderes adoptada directamente de la época de las Revoluciones románticas. Ello es muy bueno para evitar despotismos y abusos varios, y dado que el poder está tan disperso, a priori no debería haber motivos para creer que vaya a corromperse. Pero claro, para que ninguno de estos Grupos, Cuerpos, o Castas (llámenlos equis) aglutinase demasiado poder, o al menos un poder de última instancia, en su día se crearon mecanismos que con el tiempo yo he venido en llamar de copulación (sí, en el sentido del fornicio, la coyunda, o el ayuntamiento carnal). Y de ese modo tan pintoresco y enrevesado, ahora la separación de poderes ya no está tan separada, sino bastante junta, aunque no demasiado revuelta. Por consiguiente, ese término acuñado por la doctrina de todos los tiempos, tan rimbombante, checks and balances, queda en papel mojado, en un brindis al sol, en un gesto para la galería, en humo de pajas. Tratándose, a fin de cuentas, del pervertimiento completo, complejo y continuo del andamiaje estructural sobre el que se sustenta todo el sistema.

Es decir que, para salvaguardar la independencia de unos, se ha terminado acabando con la de todos.

Es brillante, no me digan.


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Gracias por leerme