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Política, literatura, sociedad, música

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En plena incertidumbre general, y de la particular mejor no hablamos, tratando de no perder la sonrisa...

04 abril 2012

Política y políticos (vistos por un escéptico)

Ante la desagradable sensación de inmundicia y sonrojo que nos provoca hoy día escuchar a los políticos de toda índole, no nos queda siquiera como mínimo consuelo esa mera identificación, aun feble e inconsistente, que antaño hacía de la vacua retórica partidista algo propio, inmanente e innegociable. Se podría decir, pues, que los políticos, y la ciencia que con desigual fortuna desempeñan, ya no nos representan. Y no se debería tanto a la profunda y grave inestabilidad de las circunstancias que de un modo incesante e inmisericorde nos azota desde hace tiempo, como a un ejercicio de poder intolerantemente irresponsable por parte de todos y cada uno de estos personajes que con sedicente honorabilidad dicen defender a capa y espada nuestros ya depauperados intereses. Por alguna razón verdaderamente nada extraordinaria, los ciudadanos vemos a la clase política como un problema. Deberían, pues, estar muy orgullosos, dado que nunca antes, y hablan siglos de Historia, habían conseguido ponernos a todos de acuerdo.

Estas palabras que, a priori, y dada la falta de matices, podrían parecer injustas, no son más que la constatación de una realidad palpable, obscenamente manifestada. Y una realidad que, además, cada día repite más gente.

Los políticos son un problema porque no son diferentes a nosotros. Quiero decir con esto, sin ánimo de descubrir América, que son humanos. Y, como tales, se equivocan. Con demasiada frecuencia, cabría añadir, para nuestra desgracia. Y, claro, aquí sí que hay un problema de comunicación, y no sólo en el PP, como ahora se señala desde todos los medios.

No se puede vender una opción política, y a unos políticos determinados, como la panacea a todos los males, porque siempre habrá gente que se lo crea. Y si se dice que la culpa de todo la tenía Zapatero, y es evidente que su parte alícuota tenía, se puede llegar a la conclusión de que muerto el perro se acabó la rabia. Y, hombre, si el señor Zapatero es apartado del poder (sí, por el voto legítimo y democrático de los españoles, o alguna otra frase estúpidamente grandilocuente con la que la llamada clase intelectual pregona, y la pagan por ello, obviedades), y siguen los problemas, a la conclusión inexorable a la que llegarán los ciudadanos será que o bien ZP no era tan malo como decían (que lo era) o que todos los políticos son iguales (igual de inútiles; que lo son).

Conclusión: los políticos nos engañan, y nosotros tan agradecidos. Ni la solución a todos los males vendrá de la derecha. Ni, por supuesto, llegará desde la izquierda. Cada alternativa tiene sus propios intereses, su propio público, y sus propias circunstancias históricas y sociales, con lo que, evidentemente, cada una defenderá sus propios programas de política económica. E incluso tiene cabida afirmar que cada una tiene su propio momento. Y unas políticas son buenas para unas cosas; y otras, a mí Perogrullo, para otras distintas. Sin ser especialmente las de una parte mejores que las de la contraria, sino ambas absolutamente necesarias. Sí, con un sistema se creará más riqueza. Pero ésta redundará en unas pocas manos, haciendo más ricos a unos y más pobres a otros. Y no es demagogia asusta viejas de socialista. Las cosas son como son. Y no de otra manera. Con la otra opción, por el contrario, y dado que el mundo es tremendamente injusto, se redistribuirá la riqueza del modo más equitativo posible. Pero esto, claro está, es una milonga. Es sólo lo deseable. El reparto ni será ecuánime, ni objetivo, ni mucho menos justo. Se podrá repartir el dinero, vaya, pero será desde el subjetivismo del gobierno socialdemócrata de turno. Pudiéndose así destinar dinero a asociaciones de gays y lesbianas para que se fornique a cuenta del erario público patrio por los lugares más recónditos del orbe. Y alguno estará encantado con ello. Pero a mí me toca los bemoles.

Y ahora vamos con los políticos. Qué fenómenos. Qué arte torero. Qué desinterés el suyo. Con Zapatero, incluyéndolo a él mismo, se podía afirma que una persona de a pie era tan lista como el señor ministro. Ahí tenemos, por ejemplo, a la señorita Pajín o a don José Blanco. No hablaban bien, ni tenían una amplia cultura, ni hacían gala de unos modales correctos y admirados… pero, ¡coño!, hay que ver cómo embaucaban al personal, cómo se creían sus propias mentiras, y con qué desenvoltura vendían sus nefastas gestiones. ¿Y los del PP? Ah, estos son unos señores, que me decía mi padre. Vaya. No sé si lo serán por fumar puros, por ir a los toros, por parlotear con Florentino y Pitina en el palco del Bernabéu, o por trincar con más elegancia, pero les voy a contar mi impresión hasta el momento. Sí, el currículum de todos ellos, por abrumador, es absolutamente incontestable. ¿Pero son estas personas las que necesitamos para sacar nuestro barco a flote? ¿Se gobierna aquí o en Bruselas? ¿Hacen lo mejor para nosotros, para los mercados, o para Europa? ¿Es compatible afrontar una recesión con políticas de brutal ajuste e inexistente estímulo económico? ¿Si los anteriores eran títeres de los Sindicatos, éstos lo son de la Patronal? Respecto a sus políticas de reforma, ¿no estarán confundiendo lo cualitativo con lo cuantitativo? En alguna parte he leído que no siempre los más brillantes son los mejores. Y, vaya, espero, por el bien de todos, que la sentencia no sea de aplicación al actual Ejecutivo. Como comprenderán, me asaltan ciertas dudas. Esa sonrisa con la que llegan a rueda de prensa doña Soraya o don Cristóbal los viernes a la salida del consejo de ministros me ha terminado sacando de quicio. ¿A qué viene ese semblante? La situación no está para contestaciones socarronas o alardes autoritarios. La confianza del pueblo no es perpetua. La gente quiere resultados. Y se les dará tiempo, claro. Pero si las cosas no cambian, en las próximas elecciones, más les vale ir cogiendo el petate.


Y válgame este pequeño desahogo hasta el lunes, día a partir del cual un servidor tratará de adoptar cierta regularidad en las actualizaciones del blog.