Jam Session

Política, literatura, sociedad, música

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En plena incertidumbre general, y de la particular mejor no hablamos, tratando de no perder la sonrisa...

10 agosto 2012

En el pueblo (XIV)

Con el primer sol de la mañana ya se ha levantado y se ha puesto presto a sus labores. Apenas han pasado unas horas desde que se ha metido, más por hábito que por necesidad, en su vetusta cama, y ya hay algo que lo corroe por dentro y lo constriñe a ponerse en pie. Parece, pues, que el día nunca es demasiado largo. Ni demasiado monótono. Y siempre hay cosas que hacer, aunque por la edad ya no pueda llamarlas obligaciones. Desayuna con su hija, obsecuente mujer que vela a todas horas por su anciano padre. Y, después del refrigerio, ya está listo para dar rienda suelta a la mayor ocupación y preocupación de su vida: el lenocinio. No es infrecuente verlo por todos los bancos del pueblo. De ese modo, no sólo se entera de los pormenores de todos y cada uno de sus vecinos, sino que lleva y trae, y quién sabe si incluso comercia, los chismes y menudencias de todo su pequeño mundo. Para todos tiene. Pues para todos hay. Inaudita proeza. De vez en cuando, su carácter terco y obstinado provoca riñas con viejos amigos a los que, en un notable ejercicio de orgullo, se promete no volver a dirigir la palabra. Pero el manto de la noche trae el olvido. Y al día siguiente las mayores enormidades pronunciadas se quedan tan solo en las mayores nimiedades. En verdad la vida es poco solemne. Al caer la noche, y haciendo gala de lo mucho que le gusta su oficio, sigue cortejando charlas y galanteando con oscuros secretos. Es el rey del lugar. Mi padre envidia su extraordinaria constancia. Constancia que, aplicada a cualquier otro asunto, habría hecho de nuestro humilde vecino un serio candidato a los galardones de la Academia sueca. Lástima de tiempo no aprovechado para metas más nobles y lustrosas...

Les dejo. Llega el melonero.