Jam Session

Política, literatura, sociedad, música

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En plena incertidumbre general, y de la particular mejor no hablamos, tratando de no perder la sonrisa...

26 julio 2012

En el pueblo (V)

Al leer en distintos libros pasajes verdaderamente escabrosos sobre la crueldad humana, uno llega a preguntarse si se está describiendo la excepción o, por el contrario, la auténtica regla. Me ha pasado, sin ánimo de exhaustividad, leyendo a Victor Hugo, en sus Miserables, a Vasili Grossman, en su Vida y destino, a Pérez-Reverte, en su Día de cólera, y, en estos momentos, a Mario Vargas Llosa. La vida de Roger Casement es apasionante. Sus ideales son un ejemplo de coraje y firmeza difícil, por no decir imposible, de encontrar en los tiempos que corren. Pero la realidad que describe el escritor peruano sobre las vejaciones, agresiones, chicotazos y demás sevicias a que era sometida la población congoleña y del amazonas por los comerciantes de caucho (con el beneplácito o mandato directo de las potencias coloniales) pone los pelos de punta. Cómo es posible que el hombre sea capaz de hacer tanto daño a sus semejantes. ¿Necesidad?, ¿circunstancias?, ¿obligaciones incómodas?, ¿enfermedad? Ninguna raza animal sería la mitad de cruel con los suyos de lo que somos nosotros. Parece que gozamos o hayamos deleite en hacer daño al prójimo, que nos regocijamos con el mal ajeno, que tenemos un plus de legitimidad si alcanzamos una meta en la sociedad a costa de otros. Corren tiempos difíciles, sin duda. Y la moral, la ética, la deontología cívica, nunca han estado precisamente de moda. De ahí que me pregunte, y tiemble sólo de pensarlo, hasta dónde seríamos capaces de llegar para conseguir nuestros fines, cuál sería el límite infranqueable (si es que lo hay). Y creo que es de rigor rezar para que nunca hallemos la respuesta.