Jam Session

Política, literatura, sociedad, música

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En plena incertidumbre general, y de la particular mejor no hablamos, tratando de no perder la sonrisa...

08 mayo 2012

La coyuntura


¿Qué tienen en común la victoria de Mariano Rajoy y la de François Hollande? En España, en su día, se vendió que Zapatero perdió las elecciones por su pésima gestión al frente del ejecutivo. El líder socialista, se venía a decir, y a pesar de sus simpáticas confidencias de alcoba, no estaba preparado para dirigir un país como España. Por razones obvias, hay que decir que esto era absolutamente cierto. Pero con una salvedad: no era, y no lo es nunca, la única razón. En Francia, en cambio, se ha subrayado como principal factor en la victoria socialista, el miedo de los franceses a las políticas de rigor, ajuste y austeridad que la señorita Rottenmeier sugiere (es un decir) desde Berlín a toda Europa. O, a sensu contrario: los franceses han escuchado los cantos de sirena que prometen un mantenimiento de su estado del bienestar pese a quien pese. ¿Qué se desprende de todo lo anterior? En primer lugar, que el electorado francés no difiere en cuanto a madurez democrática respecto del electorado español; en segundo lugar, dado el cariz de las promesas, y a pesar de los lúcidos artículos de nuestros actuales afrancesados, que tampoco existe una diferencia cualitativa notable respecto a los candidatos o aspirantes a las respectivas presidencias; en tercer lugar, que las grandes naciones no siempre producen grandes hombres; y en cuarto y último lugar, por no hacer demasiado pesada la retahíla de obviedades, que al mejor gobernante posible de la mejor de las naciones se lo merendarán las circunstancias si, evidentemente, éstas son adversas. Quizá no tardemos en hablar de Obama en un sentido parecido. Y, seguramente, no se tratará tanto del incumplimiento de unas expectativas sobredimensionadas, como de una insoslayable imposibilidad de pasar de su teoría a la práctica. Espero, pues, que los creadores de opinión nacionales e internacionales se dejen de defensas de valores grandilocuentes, de solucionar supuestas faltas de liderazgo intelectual u otras pamplinas semejantes. A la gente lo que le preocupa en Madrid, París, Roma o Nueva York, es la buchaca y el puchero. Y hoy todos somos mejores y más buenos, y todos tenemos la lección bien aprendida, y ninguno nos dejamos embaucar por fuegos de artificio: pero los totalitarismos, en sus orígenes, fueron los primeros que supieron entenderlo. Países en ruina o al borde de la misma, un estado general de depresión ciudadana, la necesidad de ver luz al final de un túnel que todo el mundo contempla absolutamente a oscuras… Excelente abono para lo indeseable y los indeseables, para los que dicen lo que la gente quiere escuchar, para quienes hacen de su deshonesta capa un sayo quintaesenciado. Los políticos cabales no pueden dejar tomar la iniciativa a quienes presentan lo despreciable disfrazado de ventajoso. La gente quiere soluciones. Y está en manos de nuestros representantes públicos que éstas no lleguen a cualquier precio. ¿Es tan difícil entenderlo?