En el pueblo (XI)
Brumas. Sol tibio. Una pradera ávida del elemento de la vida. Pájaros que mueven alas y pico con gran premura. Los tomates tienen una pinta estupenda. Habrá poca fruta. Desayuno con queso fresco y membrillo casero. El apagado rumor del agua ameniza las cálidas mañanas de Agosto. Comienzo con Montaigne. Afuera las muchachas preparan una coreografía para las cercanas fiestas. Una llamada confirmándome hora de comienzo de la actuación del sábado. Los vecinos más apagados que de costumbre. Críticas hacia autoatribuciones de ciertos vecinos del pueblo: ¡qué se habrán creído que no me haya creído! Mentiras piadosas en tiempos de tribulación. Un hombre pocas veces habrá hecho tanto mal como le achacan, pero, cuántos hay, en cambio, libres de pecado. Comida pesada: como el calor, que ya agota. Una belleza oriunda de la localidad nada asidua al paisaje. Confundir un nombre es despreciar a quien lo ostenta. Falsa pero trabajadora: no lo iba a tener todo. Acercamientos posibles cada vez más improbables: la repetitiva historia de lo que pudo haber sido. Cuando la conspiración conspira contra sí misma. El que alcahuetea a chismosos tiene cien años de moscosos: vergüenza que encima tuviesen derecho a queja. La suma de pequeñas criaturas traviesas y ruidosas en grado sumo lleva a la locura. Asistir a misa con frecuencia lava conciencias... no impolutas. Mi sobrino quiere bailar en las fiestas, mi padre dice que nones, los vecinos dicen que cómo es posible: recordando a Billy Elliot, supongo. Tico-tico, Michael Buble, Miles, Czardas de Monti...El felizmente llamado paseo del colesterol, por Eva la panadera, vuelve a congestionarse en el mes rey del verano.
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