Jam Session

Política, literatura, sociedad, música

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En plena incertidumbre general, y de la particular mejor no hablamos, tratando de no perder la sonrisa...

10 enero 2013

Son traidores



“Con todo lo que han robado, lo raro sería que no estuviésemos así”

Hoy, ayer y, probablemente, mañana, en la cola de cualquier establecimiento.



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I+D+i. Los estudios son cada vez más serios, fiables y rigurosos. La cuestión, parece evidente, supone equiparar la intuición versificadora de cualquier cantautor con mayor o menor fortuna con el uso dado al presupuesto destinado al departamento más rocambolesco.



Aquí, en la patria, durante años nuestros políticos se han llenado la boca con esas tres letras. Los medios de (in)comunicación no han sido menos. Por supuesto, se han destinado fondos a industrias y empresas. Pues, aunque las cosan no sean, casi siempre basta con que parezcan. Y el resultado, claro, es fabuloso. Es la misma mecánica de las subvenciones: sobra con una impostura decorosa para que el derecho adquiera forma. Cuando una empresa tiene pérdidas (aunque todos sabemos que sólo –pienso escribir el vocablo con tilde diacrítica toda la vida- tiene menos beneficios) y ha de prescindir de alguien, al ingeniero destinado en la sección de innovación le dicen que están encantados con su trabajo, pero que ahora no hay dinero para su, en teoría, imprescindible función. ¿Puede alguien en este país destinar un dinero que no es suyo a lo que quiera? Evidentemente. Yo, que soy de letras, y la vida y el barrio me han hecho desconfiado, me pregunto si nos encontramos ante algo más que una categoría sonora. Una moda, por decirlo sin ambages. ¿Pueden nuestras empresas prescindir del talento que las hará más competitivas, eficaces y eficientes? Parece ser que sí. ¿Se está midiendo, evaluando, calificando el resultado de las inversiones en esta materia? No, o no bien, o no lo suficiente. Durante mucho tiempo, una actividad inútil, pero novedosa, que suena muy bien y a la que se aplican todos los países que no compran nunca sus propios productos y no sobresalen precisamente en materia de exportaciones, ha sido una disculpa más para esquilmar fondos de modo improductivo y maquillar una estadística. Si los recursos materiales y humanos dedicados a estas actividades tan pomposas nos eran tan necesarios, ¿por qué ahora todo el mundo parece haberse olvidado de ellos? ¿Fueron alguna vez lo que pretendieron? ¿O tan solo una mera disculpa para cumplir el expediente y pasar por caja? ¿O una, una más, imposición inane?