Despedirse pa(ra) na(da) es tontería
Seis ordenadores de seis con el mismo problema y en las
mismas fechas, ¿casualidad? El dependiente no sabe, no contesta, y al parecer
tampoco interesa. Sentir que la conexión, como la vida, es un soplo; y que
veinte euros no son nada, pues febril es la mirada. La peluquera vuelve de
puente, he ahí un lujo de autónomo, con cara de pocos amigos. Cada vez hace más
frío, más abrigan a los perritos, y menos muchachas salen a correr y poner el
culo como el turrón de Alicante. De bueno, digo. Uno que le dan el pie, coge la
mano, y pone cara de no entender: abuso de confianza, en mi pueblo. En la
capital leonesa se ponen de moda las cervecerías con un toque a lo City. Los
mismos dueños, en un espacio de tiempo no demasiado dilatado, han abierto un
par de locales que gustan, acogen, reconfortan, y hacen olvidar las penas, los
sustos y algún que otro problema al menos durante breves momentos. Las
camareras piden acercamiento a gritos: temor a que lo hagan
indiscriminadamente. La
Hoegaarden mejor de caña. Encuentro con el carnicero de un
conocido hipermercado reconocido por los porteros de discoteca más robustos y
menos dicharacheros: presume de gozar de pases vip de lo más chic. Este año no
hay para luces ni en las calles principales. O pagan los comerciantes, o que el
transeúnte alegre la vista con el titilar de las estrellas. Y no sé si pondrán
el nacimiento de otros años, con ovejitas y todo, porque el año pasado, la
eficiente policía municipal, debió de sorprender a un pobre hombre, en el que
poco o nada había calado el espíritu navideño, con un ovino del belén a
cuestas. Y además en plena madrugada. ¿Adónde vas con el animalillo? Debieron
decirle. Y, al parecer, fue detenido por no dar una respuesta convincente.
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