Jam Session

Política, literatura, sociedad, música

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Lugar: León, Spain

En plena incertidumbre general, y de la particular mejor no hablamos, tratando de no perder la sonrisa...

05 diciembre 2012

Sábado noche

Quedar en hora y lugar precisos: la puntualidad es de quienes se aburren. Las muchachas caminan con deliciosos gorritos y guantes a juego. Hasta la primavera se acabaron los escotes, las sugerentes cinturas, los delicados muslos, las laudables nalgas. Aquí en el norte se abrigan hasta los perritos. La espera llega a su fin, y el esperado partido y compañía toman forma. Sitio pequeño, tranquilo. Las anchoas tristes y las almendras no entusiasmaban; pero con los calamares aún salivo, y la tortilla era absolutamente provocadora. El estilo Simeone, la preponderante posición en la tabla, la pegada del tigre: al final lo de siempre. Momento crucial en la vida de un hombre en el que opta por el calor y la seguridad del hogar y la incertidumbre y los peligros de la noche: eligiendo sin titubeos ni remordimientos interiores. Dije, digo y Diego. Pues eso. La cervecería perfecta. Un par de señoritas nos miran, cuchichean entre ellas, se ríen: ya saben cómo son las mujeres, y la alta dignidad que asumen para enseñar las bragas. Aunque sólo sea la puntita. Y lo hagan con la indiscutible decencia de una dama. Pero supongo que también saben cómo son los hombres: efecto parchís, una insignificante mirada femenina bien puede interpretarse por una declaración de amor eterno, póngame otra copa. Pruebo un ron nuevo como recomendación para empezar la noche: no tenía fuerza, ni afortunadamente mucha pegada, pero sí la dulzura de la miel y un exquisito contraste con sus primos hermanos. Siguiente parada, un pub donde se asegura que no sirven garrafón. Se dice, se cuenta, se comenta: ya saben. Hay distintas graduaciones de veneno, pero no hay que tomarse la molestia de volver a bautizarlo. Antaño comentar qué tema estaba sonando por los altavoces era motivo de no pocas disputas. Hoy sacas el móvil con la aplicación que se ha bajado hasta el último mono y se acaba la discusión. Pregunto, ¿es lo que hemos ganado, o lo que hemos perdido? ¿Cómo se puede mantener una conversación en términos civilizados sin apartar los ojos y los dedos de un aparato nada minúsculo? ¿Y si una mujer, o un hombre, les están ansiosamente ofreciendo (o sugiriendo pero no mostrando) sexo con la mirada, pues de todo hay en la viña, y todas sus neuronas, su afamado ingenio, y no digamos ya sus sentidos, se concentran en resultar agradable a alguien que no se encuentra presente en cuerpo, y sólo presumen que lo está en espíritu? Qué penita, por Dios. Pasamos por un pub bastante pijo y bastante transitado en la noche leonesa. Allí se encuentran las juventudes populares: caras de niño de papa, por supuesto con el dinero de papa, y esa mirada altiva, arrogante y soberbia que da prolija información sobre su naturaleza y de lo poquito que de cuanto les rodea se enteran. Estos sí que me dan pena. Pero la noche avanza, dejando atrás gestos, personajes y no pocos tugurios. Entramos en un pub de nombre casi patriótico, y concurrencia más que castiza. Repertorio: Fari, Manolo Escobar, Los centellas. Y lo peor es que a esas horas no podría asegurar si salude al mismísimo Torrente. Aunque terminamos la noche, nuestro periplo, y lo que había en nuestro bolsillos en un Punto. ¿La ingestión paulatina de sustancias nocivas vuelve inocuos sus efectos? Encontré la respuesta a la mañana siguiente.