Impresiones
Tengo un sobrino de 18 años. Una edad... absolutamente maravillosa. En ella, uno piensa en mujeres, luego en mujeres y, finalmente, también en mujeres. Bueno, realmente, y para ser precisos, más bien quiero decir en proyectos de mujeres. Y con esto no digo que una vez pasada dicha edad, no sé si por gracia o por desgracia, no se siga pensando en el mismo tema. Y en un sentido bastante aproximado. El mundo debe de tener problemas. Pero qué importan. En estos días en que la Navidad ya asoma la patita (y ahora verán que la expresión está mejor usada que nunca), la criatura tenía la posibilidad de leer un libro y, respondiendo a unas breves y sencillas preguntas del profesor, subir algo la nota de clase. Por supuesto, no lo ha leído. Y tengo la ligera impresión de que no piensa leerlo. Aduce, pobrecillo, que no tiene tiempo. En cambio me ha enviado el siguiente vídeo. Se ve que encontró un hueco en su apretada agenda.
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El artículo de Sorman. Yo también creo, como el señor Espada, que los medios están poniendo de su parte en esta crisis. Pues, de algún modo, casi todo tiene un componente anímico. Así, dará igual cómo se levanten de la cama. En el momento que abran los ojos y sus oídos a lo que sucede ahí afuera estarán perdidos. Los medios son nuestros sentidos. Sólo ellos pueden hacer que nuestras percepciones, y con ellas nuestra disposición de ánimo, cambien. Parece increíble. Pero han dejado ese papel tan fundamental en manos de una conocida marca de embutidos.
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La derecha, lo liberal, la privatización de lo conocido. Tasa y precio público. Uno evita la saturación, cuando no el colapso. La otra, consigue que el beneficiario pague al menos simbólicamente una parte de lo que ha recibido. Los economistas piensan en términos de eficacia y eficiencia. ¿Los derechos? Para los juristas. Así, dicen, cualquier prestación en manos públicas es ineficiente, y muchas veces también ineficaz. ¡Cuántas veces leemos en los periódicos un cambio de manos en la gestión de un servicio público! (Que nadie había pedido porque hasta la fecha venía funcionando perfectamente). Y, según las autoridades, siempre será en beneficio del ciudadano. O sea, más barato. Que, generalmente, es casi lo único que interesa al contribuyente. Serán curiosidades de la vida, claro. Pero en la mayor parte de los casos ese servicio termina estando peor gestionado. Nos termina saliendo mucho más caro. Y la gente termina ciscándose en los caraduras que nos gobiernan, y en los economistas que los asesoran (que son como los judíos medievales: que embaucaban a los monarcas, vivían ricamente, y se granjeaban, dicho con la mayor ironía, la simpatía del pueblo). Con el PP terminaremos pagando hasta por el aire que respiramos (no entiendo cómo aún no nos lo cobran). Si por ellos fuera todo estaría privatizado, con independencia de lo que diga la CE, el resto del ordenamiento jurídico y hasta el sentido común. Dado que disminuyen lo que nos da el Estado, deberían proporcionalmente disminuirnos los que nos piden. Así, si privatizasen todo, no estaríamos gravados tributariamente por nada. ¿Vamos en esa dirección? ¿O creen que una vez privatizado el sistema seguirían cobrándonos igualmente? No es un chiste ni una ocurrencia. Es que el invierno da miedo.
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